Capítulo 51: Cacería

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Jane Stevens luchaba consigo misma. Con sus emociones, su carácter y su dolor. La batalla corazón-cuerpo era reñida. Un nocaut la tumbo cuando un par de lágrimas llenaron su rostro y su reflejo pareció burlase, recordándole que ya no era la misma fuerte e intocable mujer. Después de Julián era imposible serlo.

Al parecer el amor era un tren un de un solo viaje y para ella el viaje había terminado de la manera más dolorosa. Limpió su rostro y se esforzó por adormecer sus pensamientos. Dadas las circunstancias no podía simplemente hundirse en las penas como deseaba. Debía seguir.

Inhaló y exhaló un par de veces.

— ¿Estamos listos? —Preguntó Jack detrás de la puerta.

Se armó de valor y salió del baño fingiendo que el dolor y la ira no la consumían. Ser una Stevens implicaba ser testarudo por naturaleza. Su padre llevaba la batuta, él ya tenía un arriesgado plan para dar con Tony y nadie lo haría cambiar de opinión. Ella ni lo intentaría, entendía perfectamente las motivaciones de su padre y ninguno de los dos estaría en paz hasta ajustar las cuentas pendientes.

—La carnada esta lista —musitó Jack.

— ¿Seguro quieres hacerlo de este modo, Jack? —Noah quiso asegurarse.

Jack le tocó el hombro. 

—Si quieres atrapar a un pez gordo, lo mejor es que tengas un buen cebo.

Noah sonrió.

—Adoro las misiones suicidas— De mayor quería ser como él, si es que llegaba a esa edad. Con lo que sucedía últimamente en su vida, lo dudaba.

—Micrófono y bala de posición activa —Milka probaba sus dispositivos en Jack.

—Gracias... —Le dijo Jane captando su atención— Esto significa mucho para mí. Sé que Julián —se esforzó por encontrar su voz, maldición, el simple nombre de Julián en sus labios dolía— Te lo hubiese agradecido.

—No hay de qué —Milka se le acercó con pena en la mirada— Es lo mínimo que puedo hacer. Julián... él era un buen hombre.

Jane no supo que decir. No quería decir nada.

—Quisiera presentar mis respetos —Le debía la vida y ya no nunca podría pagar su deuda— Quiero verlo. Y si llegas a necesitar algo, solo dilo.

—Yo... No he podido verlo. —ella ni siquiera podía visualizar a Julián yaciendo en un ataúd. Las piernas le temblaban y se le formaba un nudo en el estomago— Te informare.

— ¿No lo has visto? —Milka parecía sorprendido.

Cruzo sus brazos. — ¿Viste cómo murió?

Lo que Jane menos quería era recordar.

— ¿Lo viste, Jane?

— ¡Lo vi meterse a un infierno de fuego! Luego la explosión... —negó con la cabeza. Era horriblemente doloroso. Si debía recordar, recordaría al Julián juguetón, retador y amoroso que recordaba.

—Jane —Milka resopló— Yo deje de existir hace un par de años cuando Julián me salvó. Las autoridades lo creyeron fácilmente, solo algunos de mis enemigos no se conformaron sin ver mi cuerpo. Sin embargo, aquí estoy, soy un puto fantasma. Todos piensan que estoy muerto. ¿Quién te dijo que Julián estaba muerto?

Miró a Noah hablando con su padre, ajeno a la conversación. Confiaba en Noah, Jesucristo, era absurdo incluso pensar en algo semejante. Imposible. Su amigo de toda la vida no era un monstruo y de nada serviría alimentar su alma con falsas esperanzas. Refrescar su alma para volver a aniquilarla, eso no lo soportaría.

Mi Chica RudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora