Capitulo 25: Ocho palabras.

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Julian estaba familiarizado con la muerte. Ésta se había llevado a todas las personas que amaba, su padre, su madre, su esposa y también a su hermana. En ese orden. Estaba rodeado de desgracia. Su mundo era de dolor y pérdida.

Una pena tras otra lograron convertirlo en quien era ahora.

El destino al parecer lo había maldecido impidiéndole amar. ¿Cómo podría hacerlo?

Instaló su mirada en Zara. Esos ojos parecían esperanzados.

No puedo amarte, Zara.

No puedo.

Ni a ti ni a nadie.

Miro a Jane pero ella observaba divertida a sus sobrinos y trataba de no sonreír.

Nora estaba convenciendo a Liam con argumentos muy firmes lo productivo que sería ver My Little Pony. Vaya que lo hacía bien, incluso Julian se sentía tentado de sentarse a ver por horas una horda de ponis de colores.

Suspiro.

Esos niños lo eran todo. Todo lo valioso y puro que tenía en la vida. Todo para él.

El simple pensamiento de que algo pudiese pasarles, lo dejaba sin aire y lo reducía a un manojo de nervios.

Como dolía.

Los pensamientos no eran inofensivos. Algunas veces podían ser mortales.

Ese pensamiento en particular tenía el poder de destruirlo. Estaba a punto de caer al suelo de rodillas porque sentía el corazón rasgado en dos. Dios. Los amaba tanto.

Por eso nada podía pasarles. Nada. ¿Qué hacían aquí?

―Lo siento ―musitó Zara―. Sé que no debíamos venir.

La tomo suavemente del codo dirigiéndola hacia la cocina. Estaba comprobado que los niños tenían un oído finísimo. Y tampoco quería que Jane escuchara su conversación.

―Los gemelos te extrañaban... ―continuo ella.

Yo te extrañaba.

―Ya lo sé― reconoció―. Y yo a ellos.

―Entonces, Julian. ¿Por qué no nos dejas estar contigo? Queremos hacerlo. Somos una familia. ―se atrevió a decir.

¿Formaban una familia? Esos niños eran lo más importante en la vida de ambos. Aunque sanguíneamente eran sus sobrinos, los amaban como si fueran sus propios hijos.

**

Un año atrás...

Zara jugaba con Nora y Liam. Les hacía cosquillas y los correteaba por toda la casa.

¿Acaso a los chiquillos no se les acababa la energía?

Miro el reloj. Nueve la noche. Quizás ya debería intentar dormirlos.

Al menos intentarlo.

― ¡Vengan acá!

Los pequeños sonrieron y siguieron correteando. Ella se lanzó exhausta al sofá. Vaya, solo habían pasado dos horas desde que Gabriel, su hermano y Chloe su mejor amiga, salieran a celebrar su aniversario número cinco, por supuesto ella más que encantada se ofreció para cuidar de sus enérgicos sobrinos.

Suspiro al pensar en un amor así, como el de su hermano.

Ojala ella pudiese encontrar el amor de ese mismo modo. La verdad era lo único que deseaba en la vida. Que la amaran con esa misma pasión y entrega. Su roto corazón lo necesitaba. Aun cicatrizaba la herida mortal que le habían dejado un par de años atrás.

Mi Chica RudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora