Capítulo 12: Rusia en tu cara.

14.2K 1K 125
                                    

La petición de Noah consigue dejarme estática. Rescato de sus ojos deseo. Esos brillantes cristales azules logran prender algo en mi interior. Estoy acostumbrada a la adrenalina de una persecución. La de una pelea. Un interrogatorio. Ésta emoción es poco similar pero mucho más agradable. La sensación se siente muy correcta aunque sea con la persona equivocada. Es Noah, me repito una y otra vez. Esta chispa la debe prender en mí otro hombre no él.

―¿Por qué? ―exijo rompiendo el hechizo.

Noah observa el suelo como si solo él pudiese darle la respuesta correcta. Después de unos segundos eternos sus ojos buscan los míos.

―No lo sé... Yo solo... Dios, Jane. Es un maldito beso ―tira de su cabello con impaciencia―. Siento que muero si no te beso. ¿Lo quieres tanto como yo? Dímelo.

Ahora soy yo la que no sabe que responder. Hago lo mismo que él. Le pido ayuda al suelo pero el maldito no me da respuesta alguna. Suspiro y opto por hacer lo que tiene sentido para mí. Lo correcto. La salida más fácil. Lo que debería, más no lo que quiero y lo que mis hormonas me exigen con vehemencia.

―Mañana... Mañana te acostaras con tu cita y esas ganas de besarme se te quitaran. Hazlo. Necesitas sexo. Te aseguro que todo volverá a la normalidad.

Y de verdad lo pienso así. De que nos sirve complicarnos. ¿Arriesgarlo todo por algo momentáneo? Tengo mis sentimientos hacia Noah bajo control, lo quiero como lo que es: un amigo. Y no quiero que eso cambie. ¿O sí?

Un bufido sale de su boca. ―No, Jane. No es lo quiero… Y tú no me dirás con quien acostarme.

―Yo me acostare con alguien. Hazlo tú también ―Doy media vuelta para huir y largarme a mi cuarto pero Noah me lo impide. Tira de mi brazo y toma mis hombros con firmeza haciendo que lo mire  sin opción.

―¿Que tú qué? ¡No tendrás sexo con un maldito desconocido! ―sus ojos furiosos me consumen.

Rio con ironía sin poderme creer lo que está diciendo. ―Tú lo haces todo el tiempo. Sé que te has follado a desconocidas. Chicas de una sola noche, un “buen y fácil polvo”, vamos, soy tu amiga. Lo sé todo de ti. ¿Se te olvida?

Gruñe de pura frustración. ―Es diferente.

―¿Por qué? Tú no me dirás con quien acostarme ―resoplo, imitándolo.

―¡Te estoy aconsejando! ¡Eso hacen los amigos!

―¿Amigos? ¡Me acabas de pedir un maldito beso! ¿Qué clase de amigo eres? ―respiro tratando de calmarme y bajarle varias octavas a mi voz. No quiero que el edificio se entere de nuestra pequeña discusión―. ¿Sabes qué? Dejare de comprarle a mi padre esos tabacos. Parece que te están causando daño cerebral. Quema tus escasas neuronas. Quizás deberías masturbarte, eso puede que te haga sentir mejor.

Noah empieza a reírse, suelta una falsa carcajada y cierra la boca bruscamente, poniendo la cara más seria que le he visto hasta ahora― No es gracioso. ¡Trato de decirte algo!

―Iré a dormir ―me libero de su agarre y emprendo el camino a mi habitación. Este día parece no tener fin.

―¡No hemos terminado de hablar! ―protesta detrás de mí.

―¡Yo sí!

 No me detengo ni cuando escucho la voz de Noah como un susurro que apenas y logro percibir.

―No quería hacer las cosas de este modo pero no me dejas opción.

―Que miedo… ¡Ya cierra la boca! ¿Quieres? ―resoplo sin siquiera voltear a mirarlo.

Mi Chica RudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora