Capitulo 36: Encuentros.

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―Dios, dame un respiro. Estoy sensible... ―Julian escuchaba los susurros de Jane mientras se situaba con determinación en medio de sus piernas y las abría con decisión.

Le era imposible controlarse. Estando con ella no. Se sentía repleto de un centenar de sensaciones. Control no era una de ellas.

Suspiro largamente, observándola, Jane enloquecía sus sentidos y se adueñaba de su ser.

Sus miradas se encontraron.

― ¿Estas sensible aquí? ―Le pregunto juguetón tocándole el clítoris con suavidad―. ¿O aquí? ―arrastro su dedo medio hasta su hendidura y la penetro profundamente con él, sin miramientos.

Un placentero gemido llego a sus oídos y lo hizo endurecerse todavía más.

―Lo estoy... Dios... Si, donde sea que me toques.

Julian sonrió, se inclinó sobre su cuerpo y tomo entre sus dientes un pezón mientras succionaba. Como disfrutaba aquello. Disfrutaba verla temblar. Verla gemir. Escucharla. Sobre todo disfrutaba su entrega, la manera en que Jane se dejaba hacer. Era como si le perteneciese y estuviese dispuesta a recibir todo lo que él tenía para darle.

Beso el pequeño ombligo y apretó sus caderas con mimo.

― ¿Sabes? ―Dijo dándole una lamida en descenso desde el ombligo hasta su entrepierna. Iba provocarla―. Te creí ruda, princesa.

Un musculo incomodo pálpito en la barbilla de Jane. Resoplo divertida.

¿Él quería jugar?

Mientras tanto Julian sonreía complacido detallando el brillo malicioso en los ojos esmeraldas de Jane.

― ¿Ah, sí? ―replico Jane incorporándose y retándolo con la mirada.

―Si ―se lamio los labios

Con un rápido y ágil movimiento lo intercambio de lugar. Ahora Julian estaba bajo ella. Y le encantaba. Le fascinaba tener ese duro cuerpo bajo suyo. Le encantaba pensar que era suyo. Solo para su disfrute. Se inclinó hacia su rostro para susurrar en su oído.

―Cuando realmente empiece contigo ―llevo los labios a su mejilla y la acaricio con ellos― No vas a querer que me detenga jamás. Harás exactamente lo que yo te diga. ¿Me oyes?

Julian no dijo nada, se limitaba a admirarla con adoración mientras las manos de Jane vagaban por su cuerpo, tocaba con ansias y devoción su perfilado rostro, sus torneados brazos, su fuerte pecho, el cincelado abdomen. Y eso lo tranquilizaba. Jane era el calmante que apaciguaba el descontrol que sentía en su cuerpo y mente.

No, no deseaba estar en ningún otro lugar.

Asintió, venerándola con la mirada. ―Lo que tú digas, princesa.

―Muy bien ―Jane apoyo las palmas de sus manos en su pecho. Sintió su corazón bombear, fuerte y decidió, como lo era él. Su cuerpo desprendía tanto calor...

Julian se relamió los labios y Jane siguió el movimiento con interés. Si había que lamer algo, ella quería hacerlo.

Se inclinó sobre él y lo hizo. Un ligero y provocador lametón en esa preciosa y llena boca. ― ¿Quieres que te monte?

En el momento en que ella dijo eso sintió como la mano de Julian le rodeaba la nuca y le tiraba del cabello castaño con rudeza hasta inclinarle el cuello había atrás y exponer la línea de su garganta.

Ella lo miro entre sus largas pestañas y le sonrió con descaro. Julian era como un animalito salvaje imposible de domar. Y ella quería reír de la dicha de tenerlo. Le gustaban los hombres de carácter fuerte. Le gustaban los desafíos.

Mi Chica RudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora