- Dos besos -

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El Eterno abrió a la misma hora de siempre, sólo que en esta ocasión en su puerta se encontraban dos guardias de seguridad encargados de resguardar que sólo se ingresara con invitación. Debido a los invitados selectivos fue que la atmósfera del local se desvió de la usual, pues sólo habíamos estudiantes con un promedio de 18 años, hijitos de papá con tarjetas de crédito platino y provenientes de escuelas privadas.

Henry le había extendido la invitación no sólo a sus potenciales votantes, sino que también había dejado que la voz se corriera hacia las otras escuelas privadas de la zona y varios chicos y chicas del Instituto Redfield y Houser entraban mostrando la invitación digital.

-Alcohol sólo para los mayores de 18 que te muestren una identificación.- le dijo Tyler al barman, Rick.-Sé que es bar abierto, pero si ves que a alguien se le está pasando la mano no le sirvas más.- indicó.

Mi tío esperó que el hombre asintiera y luego le sonrió mientras le daba una palmada amistosa en el hombro; era la tercera vez que se lo repetía y por alguna razón no parecía del todo conforme con las respuestas afirmativas del barman.

-¿No estás un poco paranoico hoy?- le pregunté.-Sé que pueden multarte si le vendes alcohol a menores de edad, pero nadie...-

-No quiero que tu padre me llame para decirme que algunos de tus compañeros se emborrachó en mi bar.- me interrumpió.-Ya pareció no gustarle mucho que le rentara el bar por una noche a un menor de edad...-

-Papá exagera.- dije despreocupada.-Sabes cómo es.-

-¿Ya volvieron?- me preguntó luego de una pausa.

Dejé escapar un largo suspiro y negué lentamente. Era cierto que mis padres estaban hablando más que antes, incluso los había visto charla en vivo y en directo como gente normal; pero no estaba segura de que se hubieran reconciliado. Ya me estaba impacientando, estaba resultando ser una separación bastante larga.

-Pero les tengo fe.- comenté.

-¡Maya!- me llamaron.

Vi la sonriente cara de Henry abrirse paso entre los invitados y alcé ligeramente mi mano para saludarlo. Ambos habíamos llegados temprano, pero nos habíamos perdido de vista cuando la gente comenzó a llegar; naturalmente él se había ido a hacer vida social con quien se le cruzara y yo me había quedado un rato con Tyler asegurándome de que no estaba demasiado controlador.

-Hola otra vez, Henry.- lo saludó mi tío.-Me iré a mi oficina, y por favor, no destrocen nada.- nos dijo a modo de despedida.

-¡Dejaremos todo impecable!- le gritó Henry mientras él se alejaba.

-¿Qué pasa?- le pregunté a mi amigo.

A nuestro alrededor la música retumbaba suavemente, las luces oscilaban de un lado a otro y los colores se mezclaban creando sombras luminosas; su rostro se veía purpura y cuando se apoyó junto a mi en la barra vi que sus ojos se tornaban lila.

-Llegó tu chico.- anunció alzando ambas cejas, sugerente.

Solté algo muy parecido a un chillido y me froté las manos ansiosa, había estado esperando casi dos horas porque se dignara a aparecer y los nervios me asaltaron una vez más. Henry me rodeó los hombros con un brazo y me atrajo hacia él sin mucho cuidado mientras se reía de mi emoción; él también estaba haciendo un buen trabajo de celestino.

-Ok.- asentí.-¿Me veo bien?- le pregunté parándome derecha.

Mi amigo me echó un rápido vistazo y asintió. Había decidido usar un vestido ceñido y corto, de mangas largas y con un bordado tornasol que brillaba bajo las luces del local. Me gustaba la ropa con detalles como ese, hacían que cualquier prenda que se viera simple pasara a ser única y memorable; era un vestido perfecto que causaría una buena impresión.

Mi Último AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora