- Conversaciones familiares -

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Me lancé de un salto sobre mi cama, sosteniendo el teléfono móvil cuidadosamente para no soltarlo, y me recosté sobre mi estomago luego de buscar un cojín que abrazar. Cada vez que me preparaba para hacer una llamada telefónica necesitaba que todo a mi alrededor cumpliera el propósito de mantenerme cómoda y feliz; por lo que cuando estuve en una buena posición miré la pantalla del teléfono y finalmente decidí llamar a mi hermano.

Generalmente hablábamos por teléfono una o dos veces al mes, pues el resto del tiempo sólo nos enviábamos mensajes de texto con una que otra idiotez para darle señales de vida al otro. Era un sistema que nos había dado resultado durante los dos años que él llevaba en la universidad, y este siendo su tercero no tendría que haber sido diferente.

Pero lo era, porque el problema era que actualmente Derek estaba deprimido y eso hacía que quisiera llamarlo todos los días para asegurarme de que estaba bien y feliz y que sus amigos lo estaban acompañando. Mi dilema frente a esta situación estaba muy ligado a lo que me sucedía con la separación de mis padres: no me sentía con mucho derecho a opinar, pero quería opinar mucho.

Dejé escapar un corto y agudo quejido, frustrada con todo el asunto, y cuando me calmé llamé a su número. Derek siempre respondía rápido, por lo que no me sorprendí cuando a los pocos segundos escuché su voz al otro lado de la línea.

-¿Cómo te trata la vida?- pregunté, mi voz calma y despreocupada.

-¿Mamá no te lo contó?- inquirió él inmediatamente, incredulidad en su tono.

-No, ¿qué cosa? ¿sucedió algo?- quise saber.

-Me quebré un brazo, el derecho.- anunció.

Asentí profiriendo una exclamación que denotaba sorpresa, a pesar de que la verdad era que sí sabía el chisme. Mamá no era capaz de guardarse ese tipo de cosas, y recordaba perfectamente el día que apareció en mi cuarto casi entrando en pánico porque Derek había tenido un accidente. Estaba tan desesperada que me asustó en serio, hasta que papá apareció tras de ella y me miró con sus tranquilos ojos azules, enviándome un mensaje completamente diferente.

-¿Te encuentras bien?- pregunté.

-Sí, sólo que este estúpido yeso no me deja hacer casi nada.- se quejó, irritado.-Tuve que dejar el equipo de béisbol, no puedo salir a correr y, lo peor, no puedo escribir nada en clases.- lloriqueó.-Hasta usar la computadora me cuesta, ¿cómo se supone que estudie si no puedo escribir nada?-

-Estoy segura de que puedes conseguirte los apuntes, además siempre puedes destacar los textos.- le sugerí.

-Sí, ya veré cómo me las arreglo.-

-Entonces... ¿cómo pasó?- pregunté.-¿Fue durante una práctica?- curioseé.

Derek era parte del equipo de béisbol de su universidad, se había integrado desde su primer año y a decir verdad era bastante bueno en ello; sabía que utilizaba los juegos como medio de distracción y ocio, era su forma de evitar el estrés de la universidad.

En fin, en realidad sí sabía un poco acerca de cómo se había quebrado el brazo, pero prefería que él me lo contara; porque confiaba en que yo obtendría mucha más información de la que le había brindado a mis padres.

-Fue...- dijo y casi pude escuchar su resistencia.-Fui a una fiesta con Dana y Ben, y porque soy un tonto se me ocurrió que beber era una buena idea.- se lamentó.

-¿Fuiste a una fiesta y bebiste?- pregunté irguiéndome.

Derek no bebía, no fumaba, no salía de parranda... con suerte comía chatarra; por lo que escuchar eso sólo hizo que comenzara a hacerme la idea de que realmente estaba pasando por un cuadro depresivo con conductas impulsivas.

Mi Último AñoOn viuen les histories. Descobreix ara