Capítulo 28. La inauguración (1ª parte).

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Capítulo 28. La inauguración (1ª parte).

Vera, estaba terminando de arreglarse en su dormitorio de la planta superior, cuando escuchó una melodía que flotaba en la noche. Decidió salir al balcón para escucharla mejor y enseguida reconoció la voz de su Eri y una oleada de sentimiento le atenazó el alma. Toda su piel se erizó y sus ojos amenazaron con dejar escapar unas lágrimas que llevaban ahí demasiado tiempo…

El sentimiento tan maternal y tan profundo que siente Vera, se ve correspondido por el de Eri. Ambas forman un tándem perfecto, como si fueran dos mitades de una misma alma. Sin duda había sido una suerte que se encontraran en este mundo de locos y prisas.

Vera sonrío pensando en la sorpresa que le tenía reservada a Eri, así que terminó de ponerse las sandalias, un último retoque frente al tocador y se dirigió hacía el despacho de Esteban, dónde tenía que coger el último detalle para que todo cuadrara a la perfección...

Desde el pasillo advirtió que había luz en su interior, seguro que Esteban estaba aún ultimando algún asunto, en vez de poniéndose su esmoquin. Vera dio un par de toques en la puerta corredera y abrió sin más. Esteban levantó la cabeza, muy apresurado y con un gesto nervioso. Rápidamente, guardó un papel manuscrito de color lavanda que tenía en las manos, en la carpeta de cuero que descansaba sobre el escritorio.

-          Hola querida… - musitó un tanto azorado. – Me has asustado – Sonrío nervioso.

-          Perdona, cielo – contestó extrañada pero intentando que su tono fuera lo más natural posible. – no era mi intención. – Vera sonrío a modo de excusa y besó a Esteban en la frente. – Solo venía a por esto.

Señaló un sobre cerrado que había sobre el aparador del fondo y lo guardo en su cartera de mano.

Esteban permanecía inmóvil sentado en su sillón de cuero, sin saber muy bien qué hacer con las manos. Vera cada vez estaba más extrañada de su comportamiento, así que para quitarle hierro al asunto, lo instó a que fuera a vestirse, haciéndole ver que llegarían tarde.

Esteban aceptó de buen grado la proposición de Vera y ambos se encaminaron hacía el dormitorio.

Vera apagó la luz a salir sin poder evitar fijar su vista allí dónde Esteban, sin mucho tacto, había guardado el papel.

Esteban la llamó y Vera se apresuró a alcanzarlo, metiéndose bajo su brazo, mientras éste se deshacía en halagos y elogios hacía su novia.

La limusina llevaba ya diez minutos esperando en la entrada del chalet, lo mismos que llevaba Esteban voceando a las chicas y a Miguel, para que salieran de una vez de sus dormitorios. Vera esperaba paciente en el porche de entrada de la casa, partida de risa. Se sentía como si de repente tuviera familia numerosa y, lo mejor de todo, es que le parecía bien.

Dio un largo trago a la copa de champán y una imagen se materializó en su mente. Ya estaba decidido…

De repente salieron todos en tropel y la chica del servicio no daba abasto a repartir copas de champan. Después del brindis por la inauguración y por Vera. Todos se dispusieron a bajar la escalinata hasta la limusina.

Esteban tan caballeroso como siempre se ofreció a abrir la puerta e iba dando la mano a cada una de las chicas y haciendo un cumplido antes de que se introdujeran en el vehículo.

Vera se esperó a que todos se apiñaran delante de la puerta de la limusina para quitarse un pendiente y guardarlo disimuladamente en el bolso.

-          Ohhh! – exclamó con pena por encima de la algarabía.

Soy adicta al sexo Wattys 2014Donde viven las historias. Descúbrelo ahora