Capítulo 1. Una noche... diferente.

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Capítulo 1. Una noche… diferente.

No sé si podría enumerar cronológicamente la lista de tíos con los que me he acostado, enrollado, sobado, restregado, besado, jugado a médicos, follado, tirado… sobre todo porque algunos son coetáneos y también hay algún que otro reincidente…  Y en mi más profundo ser creo que algunos los he olvidado y ni si quiera ahora los recuerdo, mientras que con otros lo he soñado tantas veces que a día de hoy creo que ocurrió de verdad. Por no decir los que me tiré pensando en otro y no tengo ni idea ni quienes eran en realidad. Ah, una duda, los que me follé muy, muy borracha o muy, muy colocada, o las dos cosas a la vez ¿cuentan? Jajajajajaja! No lo sé y además me da igual.

Con mi amiga y compañera de curro en el hotel, aunque ella es camarera del restaurante y yo recepcionista, Eme, alguna vez que otra, y siempre de copas, hemos propuesto el guión de una película que, sinceramente, ahora mismo no sabría clasificar, porque, aunque a nosotras nos divierte mucho pensarlo, con lo que podría ser cómica, lo más lógico es que fuera de terror psicológico, ¡como poco! El guión no está definido pero, siempre nos imaginamos a todos nuestros ex_rollos, ex_plovos, ex_novios, ex_memirasteconganasdemetérmela, ex_loquesea… raptados y encerrados en una habitación podría decirse del pánico, en la que la única forma de salir es averiguar que les une y por qué están allí. ¿Llegarían a alguna conclusión o simplemente se harían colegas, se despiojarían unos a otros como los cromañones  y se chocarían las pollas? Probablemente a lo más que llegarían es a fabricar un balón de fútbol con sus calzoncillos o con sus camisetas y a echar un partido, los del Madrid, contra los del Barcça, ¡qué pena…! Aunque las dos o tres veces que Eme y yo, habíamos planteado esta situación, habíamos pensado soluciones absurdas que nos hacían partirnos el culo de risa…

La noche estaba resultando ser muy larga, ningún huésped sale a deshoras con cara descompuesta, ninguno llega borracho, ninguna visita de profesionales del sexo a las suites, ninguna pareja con ganas de fiesta…  “Ufffff! Que aburrimiento, y Eme no llega hasta las cinco!!!” Empiezo a pensar seriamente en la posibilidad de suicidarme con la bandera de España en el cuartillo de las escobas cuando oigo vibrar un móvil. Peino con la vista todo el hall de entrada. El corazón se me acelera. Estoy segura que no es el mío porque aunque lo tengo con el volumen al mínimo en el mío suena la canción de Swedish House Mafia-Don’t you worry child. Me pongo en plan leona en busca de gacela para cenar. Aguzo el oído y doy sigilosos pasos. No os lo querréis creer pero esta situación me está empezando a poner cachonda. Mi desbordada imaginación me trasporta al corazón de la sabana africana soy una leona en busca de su presa. “¡En algo tengo que entretenerme!”. Con cautela y contoneando la cadera cual felina me desplazo a lo largo del lado más largo del mostrador en forma de L. Agudizo mi vista, parece que el sonido se hace más sólido. Oigo el corazón en mis oídos. La gacela está cerca…

-          ¡Señorita! – “joder, que puto susto!” Alguien ha llegado en el ascensor, se ha asomado a la parte corta del mostrador y me ha llamado justo cuando estoy en plena paranoia. Poco me ha faltado para engancharme al techo a cuatro patas como los gatos de los dibujos animados, del sobresalto.

-          Si, ¿en qué le puedo ayudar? – digo girándome, todavía con el corazón en un puño, y una falsísima sonrisa. El viejales se ha quedao pillao con el movimiento de caderas felino y no arranca a hablar, ni a mirarme a la cara por lo que puedo apreciar. – Caballero, ¿en qué le soy de utilidad? – repito despacio mientras me acerco despacito y con el mismo movimiento de leona, pero con la mirada fija en su cara, dejándole ver lo que no va a conseguir ni en un millón de años.

-          Por casualidad, ¿no tendría usted un ibuprofeno, se-señorita? – me dice el pobre viejo pitopaúsico. No tengo ganas de perder el tiempo con él y eso que puede ser un gran empresario o magnate o inversor podrido de pasta. A mí solo me interesa una cosa y no es la viagra. Le doy una tarjeta de una farmacia a domicilio 24h ya que tenemos prohibido dispensar medicamentos a los huéspedes. Y me lo quito de encima.

Soy adicta al sexo Wattys 2014Donde viven las historias. Descúbrelo ahora