Capítulo 19. La penúltima.

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  • Dedicado a Maria Cádiz
                                    

Capítulo 19. La penúltima.

Andrew ha detectado que la situación se está haciendo íntima y comienza a subir el panel separador…

-          ¡Espera, Andrew! – grita Oscar de repente, sacándome de golpe de la promesa de su beso. Me coge la cara con las manos - ¿Tienes ganas de pasear? – me pregunta Oscar emocionado. – Estamos en la ciudad que nunca duerme, ¿por qué habríamos de ir a dormir nosotros? - argumenta con mirada suplicante. – Además, tú me llevaste esta mañana a uno de tus lugares favoritos, ahora me toca mí llevarte a uno de los míos… por favor… - Una chispa de ilusión asoma a sus pupilas y ¿quién soy yo para quitársela? Asiento complaciente.

Oscar deja la chaqueta y la corbata en el coche, se desabrocha los dos primeros botones de la camisa gris, dejando entrever la terminación de sus tatuajes del pecho… siento la imperiosa necesidad de besarlos, de lamerlos, de quitarle la ropa, de… pero me contengo…

En menos que canta un gallo, estamos parados en algún punto de la Quinta Avenida y vemos a Andrew alejarse en el coche.

Caminamos a mi parecer sin rumbo fijo, hablando de la velada y de la familia Martins. Me cuenta cosas del curso que vivió con ellos hace ya más de diez años y le comento la posibilidad de haber podido coincidir durante el año que pasé aquí.

-          ¿¡En serio!? – me pregunta sorprendido - ¿Estuviste en Times Square la noche vieja del nuevo milenio? – Asiento muy sonriente – Y pensar que podía haberte encontrado hace más de diez años… - me acaricia y siento mil relámpagos saliendo de mi corazón…

-          No te atormentes, las cosas pasan cuando tienen que pasar, ni antes ni después… - Afirmo, afirmando a la vez uno de los pilares fundamentales de mi filosofía – y pasan porque han de ser así… - me entristezco al pensar en la dramática forma en la que tuve que llegar a esa conclusión…

-          Eh! ¿Qué pasa? – pregunta cogiéndome de la barbilla… si me sigue tocando no voy a aguantar…

-          Nada… cosas del pasado…  además la Eri de hace tanto tiempo no te gustaría, era muy  diferente a mí - digo sin querer entrar en detalles. Quiero cambiar de tema, lo que me recuerda una cosa… – y por cierto, hablando de pasado, ¿qué pasó entre Josep y tú? Se ha comportado como un auténtico gilipollas…

-          Si ese cabrón te ha… - la furia se adueña de su rostro, aprieta fuerte mis brazos con sus manos…

-          Tranquilo, sé defenderme, conozco bien la anatomía básica masculina – Afirmo triunfal bajando mi mirada a la bragueta de Oscar… Lo que hace que mi termostato se eleve en 3 ó 4 grados…

-          ¿No le habrás…? – pregunta divertido señalándose a sí mismo, pero no puede terminar la frase porque se parte de risa. – Se lo tiene merecido por ir de listo con quién no debe. - Me pasa el brazo por el cuello y me besa en la cabeza. – ¡Tendré que andarme con ojo contigo!

-          Bueno, no te escapes por la tangente, listillo, me lo cuentas o no… - pregunto poniendo morritos.

-          Eri, como tu bien dices son cosas del pasado, pero como intuyo que puedes ser muy persistente, te lo resumo. – Sonrío pletórica – Básicamente, su novia y yo nos enamoramos. Ella lo dejó a él y él se quedó solo con su ego herido. Y aunque ella ya no está, él no me traga y fin.

Ahora me cuadra todo mucho mejor. Tuvo que ser un curso entretenido…

Oscar se detiene delante de un pub irlandés el O’brian’s Bar & Lounge. “¿Aquí es dónde me quería traer?”

-          ¿Nos tomamos la penúltima? – me pregunta por puro formalismo porque ya está abriendo la puerta.

Es la típica taberna irlandesa toda de madera, de luces tenues y ambiente acogedor y agradable. Me siento en una esquina de la barra “Si llego a saber que íbamos a caminar tanto me habría puesto un calzado más cómodo… aunque tampoco hay mucho donde elegir…” Oscar, se mueve por allí cómo pez en el agua, me quedo embobada mirando sus elegantes movimientos… Pregunta algo al camarero y se dirige al final de la barra. Toca a una puerta que hay y sale un hombre enorme, con rasgos irlandeses. Se abrazan enérgicamente y charlan un rato, hasta que Oscar me señala y el hombre me mira. Ambos se acercan y me lo presenta. Es el dueño de esta taberna, en la que Oscar estuvo trabajando después de terminar en la universidad.

Nos invita a un whisky riquísimo, irlandés, por supuesto, y escucho atentamente las historias y batallas que están rememorando de cuándo trabajaban juntos. La imagen de Oscar feliz, el sonido de su risa, sus movimientos sencillos y pausados... Aprovecho que está entretenido para empaparme de él, para analizarlo en silencio. Cada cierto tiempo, me mira y me explica algo a su manera, por encima de los comentarios de O’Brian que intenta agarrarlo con su enorme brazo por el cuello. Me lo estoy pasando genial.

Tres rondas después me encuentro demasiado ebria para pensar o actuar con claridad y los muros de contención de mis sentimientos han bajado las esclusas, de manera que actúo más por impulso que por raciocinio… Me levanto de mi taburete y me acerco a Oscar por su costado. Me meto debajo de su brazo y le rodeo la cintura. Su cuello queda a mi merced y lo beso mimosa. No me importa que esté O’Brian. Solo puedo pensar en Oscar que reacciona apretándome contra su cuerpo.

-          ¡Buscad un hotel! – exclama el  irlandés y se va hacia el teléfono que hay al final de la barra. Descuelga y nos avisa – ¡Un taxi os espera!

Oscar se levanta y nos dirigimos hacia la puerta, “menos mal que me lleva de la cintura porque llevo un pedo…”

Efectivamente, nada más salir el taxi nos está esperando. En menos de 5 minutos estamos en la puerta del hotel. Me alegro de haber venido en taxi porque con los tacones sumados a todo el alcohol que he bebido esta noche, no habría podido dar ni un paso.

Atravesamos la recepción en dirección al ascensor y una punzada de dolor atenaza mi pecho al recordar a Rob con esa pelirroja de esta mañana, pero en  el fondo sé que me da igual. De la mano de Oscar en menos de 24 horas he sido más feliz y me he sentido más completa que en toda mi vida. Pensaba que esta sensación solo pasaba en las novelas románticas que leo en wattpad, pero al parecer es cierto. Un solo roce de su mano, un simple beso hacen que el mundo desaparezca…

Abrazados en el ascensor de camino a suite inhalo profundamente su olor, me besa suavemente y pregunto en mi línea, sin pensar:

-          ¿Qué piensas? – me quedo mirando fijamente a la profundidad de sus ojos que me atrapa.

-          ¿De verdad quieres saber lo que pienso en este momento? – me reta y asiento, el mundo ha desaparecido bajo mis pies, solo somos él y yo, sensación y piel…

-          Pienso en que quería quitarte, despacio, muy despacio, la ropa interior mucho de antes de que te la hubieras puesto esta mañana… - Una supernova estalla en mi pecho. Me pasa un dedo por los labios que va seguido de su boca. El volcán ha explotado y ya no hay vuelta atrás…

Mañana será un nuevo día en la ciudad que nunca duerme, ahora tomo mi mundo es él.

Continuará…

Todos los derechos reservados SafeCreative número 1404150597806

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Este esperado capitulo está dedicado a esa Mari wena, que se leyó el sabado todos los capitulitos del tirón, a esa besuguita que está esperando impaciente esta actualización.

Mari, cuantas penúltimas nos hemos tomado en el perk??? jajajaja!!! Espero que te siga gustando la historia y que siga a la altura de tus expectativas!!! Besito!!!

A tod@s los demás lector@s os deseo igual, que os guste y que esté a la altura, lo estoy consiguiendo? hacedmelo saber con vuestros comentarios y votos!!! Besos

Soy adicta al sexo Wattys 2014Donde viven las historias. Descúbrelo ahora