Capítulo 38. Final (2ª parte).

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Capítulo 38. Final (2ª parte).

Las gigantescas lunas de perigeo que han anunciado para este verano parecen haberse adelantado; ya que hace escasos minutos, todos los comensales han disfrutado de lo lindo con la salida, por el horizonte, de la mayor luna que muchos de ellos recordaban haber visto, jamás. Además, doblemente bella, con sus tonos azafranados. Yo la he disfrutado desde el balcón de mi dormitorio y cómo no, he aprovechado para hacer unas cuantas fotos.

Tanto ha sido así que entre arreglarme y preparar la canción, por pocas, si no llego a la hora indicada por Esteban para darle la sorpresa a Vera. Y yo que pensaba sorprender a todos con los regalitos que les traje de Nueva York… Ahora me siento como una tonta, pero bueno, supongo que en algún momento de la noche, tal vez cuando todos estemos un poco más borrachos y llegue esa parte tan típica y tópica, de la exaltación de la amistad, donde todos nos abrazamos y nos repetimos lo que nos queremos, a pesar de lo poco que lo decimos en el día a día, tal vez entonces se dé el momento oportuno, para repartir los souvenirs.

Salgo tan atropelladamente de la casa que se me engancha un tacón en el bajo del vestido y a punto estoy de rodar por el césped. “¡Eso sí que sería una sorpresa!” Iba a estar digna de ver, con el precioso vestido de satén negro enrollado al cuerpo, el recogido despeinado y enseñando el culo.

Muevo la cabeza de lado a lado, para hacer desaparecer los malos pensamientos. Respiro profundo, me yergo y me encamino hacia el cenador del piano. Todos están tan entretenidos haciéndose fotos y riendo que no se percatan de mi llegada. Le pido al pianista que comience con la intro en plan suave, para ir cogiendo tono y me coloco de espaldas para darle un toque de misterio a la situación; aunque en el fondo lo hago porque me da una vergüenza increíble actuar delante de todos mis amigos, pero no le podía decir que no a mi padre, al primer favor que me pide y más cuando se trata de algo tan bonito.

No han terminado de volver a sus asientos cuando empiezo a coger tono. No los puedo ver pero sé que todos se están girando para observar la “misteriosa” figura de la fémina que, ataviada con un vestido largo negro con una generosa abertura en la espalda en forma de lágrima, tararea una conocida melodía.

Siento sus miradas en mi espalda y doy gracias al cielo del buen gusto que ha tenido Esteban al elegir  el vestido que es una auténtica maravilla y el escote trasero es muy sexy y muy femenino, apenas deja ver el tatuaje pero seguro que los más observadores ya lo han visto y saben quién soy.

Un calor característico me invade y me eleva, sé que el corazón de Oscar está saltado de alegría dentro de su pecho. Podría jurar que puedo oír, aún a esta distancia, sus latidos porque sin duda son los mismos que los míos. Podría afirmar, sin temor a equivocarme, que él me ha reconocido y  siente las mismas ganas que yo de estar juntos, de poder abrazarnos y cogernos de la mano, ya que desde que llegamos no nos hemos visto.

Me giro sobre mis talones y todos rompen en un aplauso que colorea mis mejillas. Hago una mirada general pero mis ojos se clavan en los de Oscar de los que veo salir fuego y pasión. Mi corazón se dispara en el interior de mi cuerpo y sus latidos se estrellan contra esta cárcel de piel que lo mantiene encerrados. Siento la necesidad de su cuerpo, de sus caricias, de él. Incluso, puedo llegar a advertir que hace el amago de levantarse pero Esteban se le adelanta:

-          Vera, amor mío. – Esteban no se anda con rodeos. – En este día tan especial… - Me mira y me manda un beso, gesto al que respondo asintiendo con una amplia sonrisa. La misma que se dibuja en la cara de todos los invitados, a excepción de la de Oscar que no deja de mirarme vehementemente, produciéndome mil escalofríos por segundo.  Esteban continua. – Me harías tremendamente feliz si me honraras aceptándome como tu marido.

Soy adicta al sexo Wattys 2014Donde viven las historias. Descúbrelo ahora