1: De Londres a Nueva York

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La voz chillona de la pequeña Laurie, invadió el sueño de la joven Lucy, quien dormía sepultada bajo el suave acolchado de su cama.

_ ¡Lucy, levántate! - le gritó sentada sobre ella.

_ Déjame en paz. Ve a molestar a otra parte - gruñó Lucy con voz ronca.

_ ¡Lucy, tienes que levantarte! 

_ Laurie, hoy es domingo, un día para dormir sin que una niña de nueve años me esté fastidiando, sentada sobre mí y gritando como una loca - le repuso alzando un poco más el tono de su voz.

_ ¿Acaso no te acuerdas que papá dijo que hoy sería la mudanza?

_ ¿Qué cosa? - preguntó sobresaltada, despertando de golpe.

_ Sí, y será mejor que armes tu equipaje, porque papá me pidió que te despertara para que comiences a empacar. Y por lo visto, no has hecho nada. Le diré a papi que estuviste toda la noche hablando por celular con esa amiguita tuya.

_ Mira, niñita - le dijo Lucy con voz desafiante -. A papá no le vas a contar nada, ¿me escuchaste? Absolutamente nada. Tú no tienes por qué estarte metiendo en mis cosas privadas.

_ ¡Uy, te sonrojaste! ¿En qué cochinada estás metida, hermanita? - le preguntó la niña con tono burlón.

_ Nada que te importe, y ahora si me disculpas me tengo que vestir. Dile a papá que apenas esté lista bajaré con mis cosas - le ordenó, mientras se sentaba en el borde de la cama.

_ Está bien - dijo Laurie dando tres pasos hacia la puerta de salida.

_ Veo que no entendiste mi mensaje. Anda con nuestro padre, ahora ya y no me sigas fastidiando - vociferó con frialdad, señalando la puerta de salida.

_ Está bien, está bien, iré. ¡Qué insoportable! - masculló Laurie, mientras refunfuñaba como niña reprimida.

Lucy meneó la cabeza, se vistió y prosiguió a ordenar todas sus pertenencias. Sabía que el viaje de Londres a Nueva York sería muy largo y no estaría dispuesta a atrasar el vuelo que había reservado su padre días antes por culpa de su pereza.


Cuando bajó las escaleras, Lucy llevaba dos valijas en cada mano, su rostro expresaba cansancio extremo, pero aún así valía la pena, pues sabía que se irían a mudar a un nuevo hogar. De repente, se encontró de bruces con su padre, quien era más ni nada menos que David Bowie. Éste estaba de pie detrás de una fila de valijas y grandes cajas de cartón que aguardaban a que las cargaran en el camión.


_ Milagro que hayas despertado - le dijo su papá levantando una sola ceja en señal de aprobación.


_ Habría seguido durmiendo de no ser por la insoportable de Laurie - suspiró dejando las valijas en el suelo.

_ Pues, esa insoportable me hizo un gran favor. Ayer te dije que había que levantarse temprano porque hoy partiríamos a Nueva York.


_ Lo sé y lo lamento, papá - dijo Lucy agachando la cabeza.


_ Bueno, lo importante es que ya estamos todos listos - suspiró David mirando hacia la ventana.


_ Casi, ¿dónde está Laurie? - preguntó la joven.


_ Tienes razón. ¡Laurie! ¡Laurie! - gritó el hombre dando tres pasos hacia la cocina.

_ Aquí estoy, papi - respondió la pequeña trayendo entre sus manos su pequeño bolso.

_ Muy bien, ahora sí que estamos listos - dijo en señal de alivio.

_ ¿Papá, recordaste depositar la foto de mamá en la valija principal? - preguntó Lucy.

_ Sí, hija, gracias por acordarte. El retrato de tu mamá no debe de estar en las valijas donde van las vajillas.

_ De ninguna manera - repuso Lucy. En ese momento echó una mirada hacia las escaleras para luego observar detenidamente cada habitación: la de ella, la de su hermana y finalmente la de sus padres.

_ ¿Está todo bien, Lucy? ¿Olvidaste algo? - le preguntó su padre desde el primer escalón.

_ Tal vez olvidó algo de su amiguita - rio Laurie entre dientes.

_ No digas tonterías, Laurie, mejor por qué no me haces un favor y subes todas tus cosas al auto - le ordenó su padre.

_ ¡Ay, está bien! - refunfuñó la niña, agarrando dos valijas y saliendo brevemente por la puerta principal.

En eso, Lucy sintió que la tristeza lentamente se apoderaba de ella. Aún recordaba cuando su padre, su madre, su hermanita y ella pasaban las tardes enteras jugando a las escondidas o las veces que los cuatro se divertían haciendo cup cakes en la cocina o corriendo por los jardines.

_ ¿Qué ocurre, tesoro? - le preguntó David a su hija, poniendo su mano en el hombro de la joven.

_ ¿Recuerdas cuando mamá, Laurie, tú y yo nos divertíamos aquí en estas habitaciones jugando hasta que nos doliera el cuerpo sin parar? - le preguntó Lucy con voz apagada y al borde de las lágrimas.

_ Sí, lo recuerdo perfectamente, pero por qué ese recuerdo ahora.

_ Porque voy a extrañar esta casa, a mamá le gustaba mucho vivir aquí. Tengo el presentimiento de que todos nuestros recuerdos se quedarán aquí en esta casa que va a pasar a otras manos - dijo nostálgica.

_ No, no digas eso, hija mía. Tu madre siempre estará con nosotros y cada recuerdo de esta casa se irá con nosotros a donde quiera que vayamos. No estés triste, piensa que esto es para mejor. Piensa en ti, en tu hermanita y en mí - le aconsejó su papá, para luego darle un fuerte abrazo.

_ Está bien, seguiré tu recomendación - dijo Lucy respirando profundamente.

_ Ahora, dame una sonrisita porque no quiero ver caras tristes el día de hoy - le animó su padre mientras secaba las dos lágrimas que se asomaron en los dos brillantes ojos azules de la joven.

  Lucy cogió la mano de su padre y juntos bajaron lentamente las escaleras, cada uno agarró sus pertenencias y las iban subiendo de una en una en el auto y otras iban a parar al camión de mudanza.  Todo fue rápido, hasta que finalmente y detrás de los cristales del auto, David Bowie y sus hijas le dijeron adiós al lugar que habitaron desde hace más de veinte años. Aquel lugar que vio nacer y crecer a dos bellas criaturas, aquel lugar donde el amor y la tranquilidad eran los principales protagonistas y aquel lugar donde partió un ángel maternal.



Ella no es mejor que yoWhere stories live. Discover now