71. COMO CADA NOCHE

1.9K 44 0
                                    

A pesar del cansancio y la fatiga post viaje, mi madre, como la de cualquier persona, nos hizo cenar. Hambre no teníamos, solo queríamos dormir de una vez y descansar. Pero ella insistía. Se había metido en la cocina desde que llegamos para prepararnos de todo. Se quejaba de que siempre estaba sola y aquello era una escusa para hacer de comer a lo grande. La mesa se fue llenando de platos y mis ganas de comer se iban restando. Tanta comida me abrumaba.

-Creo que esta noche voy a vomitar… -susurré sin que llegase a enterarse. Malú se rió y se acomodó en las duras sillas que teníamos. Eran de madera con un cojín que más que cojín era una piedra.

-No digas eso hombre, que lo hace con todo el cariño.

-Ya, pero es que si no tengo ganas y me hace comer… -me quejé. Volvió de la cocina con latas de cerveza sin alcohol y Aquarius.

-Lo siento, es lo único que bebo. -rió nerviosa. -si me hubieses dicho que venías hubiera comprado…

-Mamá, ya, tranquila. -la corté. No estaba yo muy acostumbrada a eso de las comidas (abusivas) familiares. Aunque sí que quedaba algo en mi memoria. Ella cocinaba siempre con un puñado de más, por si se presentaba alguien por sorpresa. Que al final ese puñado lo teníamos que repartir entre los tres. O cuando venían los amigos a casa a merendar, que les metía las magdalenas en la boca de dos en dos.

Empezamos a devorar la cena, que más que cena era un banquete, y mi madre no dejaba de hablar. Ella ya había cenado, cosa que me frustró porque sabía que todo el manjar que había sobre la mesa era solo para nosotras.

-Nuera, ¿te gusta mi comida? -preguntó. Ella estaba masticando, por lo que se limitó a asentir sonriente. -ay, Malú en casa. ¿Quién lo iba a decir cuando la veíamos por la tele, te acuerdas Marina? -yo asentía y mi chica no paraba de reírse disimuladamente. -oye, si quieres algo lo pides, sin problema. -comenzaba a ponerse pesada. -te tenías que haber traído a tus perritas… las hubiésemos llevado al campo, que aquí iban a ser muy felices.

-Se han quedado con mi madre. -contestó ella.

-¡Pues te la traes también! ¡Claro! -exclamó haciendo aspavientos.

-Mamá para un rato. -dije entre risas. -que la agobias.

-No, no, estoy bien. -refutó ella.

-Uy, Marina hija. ¿Ves cómo no pasa nada? -suspiré y solté el tenedor. Los enormes cuencos seguían casi llenos. -¿ya has terminado? Has comido muy poco. Venga. -se sentó a mi lado y cogió mi cuchara, la rellenó de sopa y sujetó mi barbilla con una mano. Malú miraba de reojo a punto de estallar en carcajadas. Me metió el cubierto entero en la boca y dos chorreones resbalaron por mi barbilla. Ella los rebañó y me lo volvió a meter adentro.

-¡¡Mamá!! -grité, apartándome. Me sentía avergonzada, pero por otro lado, aquello me parecía divertidísimo. Me reí con las dos y me limpié con la servilleta. Mi progenitora, con la que compartía nombre, me besó en el cachete fuertemente, dejándome una marca del carmín rojo que usaba siempre.

-Me acuerdo cuando me despedías en el colegio y los niños me decían que quién me había besado al ver el pedazo de tatuaje que me dejabas. -reímos al recordarlo. Estas vacaciones iban a ser de lo más nostálgicas.

-Se me ha ocurrido una cosa. -miedo me daba. Se acercó a una enorme estantería que ocupaba una pared entera del salón. Se dividía en diferente cajones y baldas, y un hueco donde cabía  a lo justo la televisión. De los libros sacó un álbum de fotos.

-No… -lloriqueé en broma. -guárdalo, por favor.

-No, no. -rió Malú. -yo quiero verte a ti de pequeñaja.

EL MAYOR DESAFÍO DE LA VIDA ES VIVIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora