48. ¿Y SI FUERA ELLA?

2.4K 46 1
                                    

Sentada en aquella silla plateada, tan incómoda que dolía, miraba al infinito esperándola. Sonreía como una estúpida bajo mis gafas aviadoras. Pronto vino un camarero pelirrojo y muy chupado. Su delgadez era exagerada. Me recordó al chef de la película "Ratatouille". Muy amablemente, y algo nervioso, me preguntó si quería tomar algo. Le pedí que me trajera una coca-cola, estaba sedienta. Miré el reloj nerviosa. Aún no era la hora. No debí plantarme allí tan temprano, pero el pulso me temblaba desde las ocho de la mañana. Malú me llamaba, contesté rápidamente, ni siquiera dio tiempo a que sonara la melodía.

-¿Cómo va la cosa? -le pregunté. Tenía concierto en Salamanca.

-No nos ha dado tiempo a mucho, después de comer hacemos unas pruebas. -su voz me seguía conquistando. Jamás me acostumbraría a ella. -¿Y tú?

-Todavía no ha llegado… -volví a mirar la hora inconscientemente.

-Estará al caer. -fue decirlo y verla aparecer doblando la esquina. Su pelo corto y castaño, del mismo color del mío, brillaba por los reflejos del sol.  Portaba una blusa negra, al igual que sus vaqueros. Aún conservaba el luto. Se levantó las gafas de sol para buscarme. Alzó una mano y la puso sobre sus ojos. La entendí perfectamente, yo también lo hacía. Teníamos el mismo color claro y sabíamos el dolor que causaba el brillo mañanero. Levanté el brazo y reaccionó al instante. Nos dimos dos besos y volví a sentarme, esta vez en compañía. Se formó un silencio extraño, frío, que se rompió por nuestras risas. Era todo muy raro.

-Mamá, ¿qué vas a querer? -le tendí la carta.

-Lo que tú pidas. -sonrió, le devolví el gesto. Al final optamos por unos montaditos de toda la vida. Recordamos viejos tiempos,  pues los solíamos tomar los viernes después de clase.

-Cómo te he echado de menos. -suspiró, quebrando otro de los incontables silencios que se producían. Agaché la cabeza a la misma vez que ella. Las dos habíamos sido culpables de eso. -¿Malú no ha querido venir?

-Tiene concierto en otra ciudad.

-Vaya… el otro día no fue un buen encuentro. Me encantaría conocerla.

-Cuando quieras. -nos sirvieron la comida y comenzamos a devorarla rápidamente. Habían tardado mucho, y eso que era un plato fácil de hacer.

-¡Hija! Cierra la boca. -echaba de menos que me regañase. -espero que no comas así delante de tu novia.

-Bah, ella come igual. -reí, siguiéndome ella. Era una sensación rara, como si nos acabáramos de conocer, cuando en realidad compartíamos genes, me había creado y educado. Nunca debimos tomar caminos separados.

-¿Qué pasó con Vanesa? -la pregunta hizo que me atragantase, me dio unas palmadas en la espalda. Puse dos dedos paralelos en mi frente, formando unos cuernos.

-¡No! -se tapó la boca. -Nunca me gustó esa chiquilla. -dijo poniendo morritos. -Escucha, la madre… -imitó mi gesto anterior. -con el fontanero. -se me escapó un trozo de pan de la boca y me eché a reír. Me lo contaba en voz baja, como si alguien se fuese a enterar de aquello… Aún no se había acostumbrado a Madrid. Aquí nadie se interesaría por oír nuestra conversación, en el pueblo, todo era diferente. -de tal palo, tal astilla.

-Desde luego. -reí.

-Bueno, cuéntame. ¿Qué tal tu vida de superestrella?

-¡Pero mamá! -exclamé, alzando una mano. -qué exagerada eres.

-Lo serás. -en fin, amor de madre. ¿No?

-Es complicado. -le conté todo lo que había vivido. Desde el programa, hasta la banda, la productora toca pelotas, el problema de la producción y todo lo demás. Por supuesto, usando palabras fáciles… no tenía mucha idea de música. Ni de música ni de nada en realidad, no había salido de Calanda en su vida. Según me comentó, se perdió en el metro unas pocas de veces.

EL MAYOR DESAFÍO DE LA VIDA ES VIVIRWhere stories live. Discover now