43. CONTIGO APRENDÍ

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Sabía perfectamente que aquel hecho me marcaría. Sentía una sensación extraña. Seguíamos allí plantadas las dos, mirando a mi madre. La verdad es que el rencor que nos teníamos se fue disipando conforme los minutos de dolor pasaban. Me levanté y miré a Malú para indicarle lo que iba a hacer. Ella lo entendió con mi mirada. Me acerqué a mi progenitora y le pedí que se levantara. Le di un abrazo. Hacía tantos años que no se lo daba que me resultó hasta raro. Pero… por mucho tiempo que hubiese pasado, ese abrazo era un abrazo maternal. De madre a hija. Se derrumbó de nuevo, ahora en mis brazos. Lloraba muy fuerte.

-Tranquila. -le dije en el oído, llegué a acariciarle el pelo. Fue un acto reflejo. -Mamá…

-¿Me has llamado mamá? -preguntó separándose. Sus ojos se iluminaron. No pude evitar sonreír. ¿Qué estaba haciendo? Supongo que la muerte de mi padre nos había ablandado y enterramos por un momento el hacha de guerra. Volvió a tumbarse en mi hombro mientras moqueaba. Al fin dejó de chillar. -Te quiero, hija. -lo dijo apretándome más fuerte. No pude evitar llorar. Lo hice flojito, sin exagerar. Fueron unas lagrimillas de nada. Da igual que fuesen pequeñas, yo no las pude contener. Lo necesitaba, necesitaba desahogarme. En el fondo la echaba muchísimo de menos. Todo el mundo echa de menos una madre. Yo había estado viviendo sin ella… y no existía nada más complicado que eso. Besé su frente. Poco a poco fuimos calmándonos. Me di cuenta de que Malú ya no estaba en su asiento, ni en la sala. Nos había dejado a solas. -Lo siento tanto… -moqueó. -ojalá pudieras volver a nacer… y empezar de cero. Juro que sería diferente.

-Aún no es tarde… -la animé.

-¿Eso quiere decir que me perdonas?

-Lo que me hicisteis no tiene perdón… -dije, separándome de su cuerpo.

-No vuelvas a desaparecer. -se agarró bruscamente a las solapas de mi chaquetón. -Por favor. -rogó en un suspiro. Yo no supe que contestar. Me callé. -¡Por favor! ¡Por favor! -repitió, tirando de mi prenda de vestir.

-Cálmate. -le pedí. -esta decisión tendré que pensarla mucho… entiéndeme. Sabes perfectamente por lo que pasé. Y tú lo permitiste, mamá.

-Era tu padre. -era fácil echarle la culpa al de al lado, y ahora más, porque no podía defenderse.

-Podías haberle frenado. -argumenté.

-Y entonces me hubiera pegado a mí también. -dijo fríamente.

-Pero entonces las cosas serían de otra manera, podíamos haber escapado las dos, podíamos haber luchado juntas. -nos quedamos calladas unos minutos, mirándonos a los ojos, esperando a que la otra siguiera hablando, pero no pasó. No continuamos aquella conversación. -Bueno, hasta pronto. -me di la vuelta. Me sujetó del brazo. Sabía que haría eso.

-No te vayas… por favor. No quiero volver a perderte.

-En realidad nunca me has recuperado. -me dolió decirlo. Me costó sacarlo. No me atreví a mirarla. Bajé la cabeza. Se produjo un silencio incómodo.

-La semana que viene vuelvo al pueblo. Si quieres que nos veamos antes… llámame.

-No tengo tu número. -le dije, ella sonrió porque pensó que eso significaba que la llamaría. Pero no era así. Tenía que darle muchas vueltas todavía. Lo apunté en la agenda y me despedí con otro abrazo. Esta vez mucho más corto que el anterior. No quería crearle falsas esperanzas. Al cruzar la puerta volví a oír su voz:

-Estoy sola, eres lo único que me queda. -no me giré. Seguí hacia delante con la mirada perdida.

-Cariño. -Malú me sorprendió. Se levantó corriendo del taburete que estaba junto a la barra y me abrazó. -¿Cómo ha ido?

EL MAYOR DESAFÍO DE LA VIDA ES VIVIRWhere stories live. Discover now