25. YA LO VES

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No parábamos. Íbamos de un lado a otro por las calles de Madrid. La acompañé a comprar regalos de navidad y yo aproveché para adquirir también el de Li y el de mis tíos postizos. Porque por muy enfadada que estuviese con Vane, ellos me dieron todo y no se merecían que por culpa suya yo los dejara de lado.

-Deja que lleve yo algunas. -se quejó. -la mayoría son mías.

-Que pesadita eres. Anda, calla ya. -me miró de reojo y me pegó con el puño cerrado en el brazo.

-¡Bruta! -reí. La oscuridad de la noche invadía la calle. Había muchísima gente, apenas cabíamos en la acera en busca del coche. Se acercó y se agarró a mi brazo. -Malú. -la miré seria.

-¿Qué pasa?

-Estamos en la calle. -le recordé. Se apartó de mi lado.

-Qué difícil es esto... a veces desearía ser una persona normal y trabajar en lugar normal con 8 horas y mis días de descanso. -dejó de sonreír, cosa que detestaba.

-Eh, alegra esa cara. -le pedí, dejando las bolsas en el suelo para abrir el coche.

-Quiero pasear contigo bajo las luces de navidad de tu mano, o agarrada a tu cintura. No a siete pasos de ti.

-A siete tampoco estabas. -metí las bolsas cuidadosamente en el maletero.

De camino al restaurante donde habíamos quedado con Pastora y Vero de nuevo, estuvo seria todo el rato y sin decir nada.

-Malú, no puede verte así. -se giró para verme mientras conducía y forzó una sonrisa.

-¿Mejor?

-Mejor. -di unas palmadas en su pierna. Iba a devolver la mano al volante, pero la agarró. Acarició la palma y luego se quedó sobre ella, jugando con mis dedos.

-Te quiero. -dijo de repente. Cada vez que lo hacía el cuerpo se me descomponía. No me acostumbrada a oír esas palabras de la voz que había estado escuchando y admirando durante tantos años. Un semáforo permitió que pudiera fijar mis ojos en sus ojos. No tardé en quitarme. -¡Vuelve a mirarme! -exclamó en una orden.

-No puedo, me matas con esa mirada. -se mordió el labio y se lanzó hacia mi boca.

-Semáforo en verde. -dije, apartándola y arrancando el coche apresuradamente ante las pitadas de los demás conductores.

Llegamos al fin al punto de quedada con las dos chicas. Malú caminaba delante de mí, yo me quedé atrás comprobando que el coche estuviese bien cerrado. Pegué una carrera hasta ponerme a su altura y la agarré de la mano. Me acordé entonces de la discreción y tuve que soltarla con cierta pena. Me gustaba sentir el calor de su piel.

-Esto es una tortura. -resopló, entrando en el local. Allí nos encontramos a las que ya consideraba también mis amigas.

Pasamos una buena cena en una inmejorable compañía. Me acogieron muy bien en su grupo. Nunca fui muy sociable, me costaba hacer amigos. Siempre tenía a Vane, me refugiaba en ella y pasaba del resto. Tenía unos cuantos en el barrio, con los que jugaba al fútbol y demás pero no era capaz de mantenerlos... Después apenas hablaba con ellos. Quizás con Malú sería distinto... El otro día compaginé muy bien con Pablo y ahora con ellas dos. Parecía una nueva Marina, una nueva persona. Me estaba cambiando a mejor.

-¿Tú quieres postre? -me preguntó la sevillana mirando la carta.

-El postre lo tengo a mi derecha. -bromeé. Todas rieron. Ella me miró con cara de perversa, incrementando las risas. Me encantaba cuando se ponía a hacer la tonta.

-Oye, a nosotras nos regalarás tu disco, ¿no? -intervino Vero.

-Por supuesto, y con dedicatoria. -sonreí.

EL MAYOR DESAFÍO DE LA VIDA ES VIVIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora