40. NO ME INTERESA

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Llegué al piso y vi sobre el felpudo de mi casa a Pablo López mirando al suelo y con una bolsa de pasteles en la mano, y en la otra una rosa roja preciosa. Le ayudé a levantarse y me miró entristecido.

-Será mejor que me vaya. -dijo mirándome los zapatos.

-No, quédate y repasamos la canción. -le sonreí, dándole una palmada en la espalda. No parecía muy convencido. -¿Dónde está el entusiasmo y romanticismo que tenías por teléfono?

-Se ha caído por las escaleras. -señaló a éstas. Abrí la puerta y escuché cómo Li corría. Probablemente se estaba escondiendo. Yo me reí por dentro. Qué dos. Nos sentamos en el sofá. Fui a buscar la guitarra y los borradores que teníamos. Pablo no paraba de mirar al pasillo. Estaba totalmente distraído pensando, seguramente, en su Lidia. Chasqueé los dedos para atraer su atención. Sacudió la cabeza y exclamó: ¡QUÉ!

-¿Dónde estás?

-Perdona, ¿la cantamos? -a lo largo de la mañana, el compositor y yo estuvimos corrigiendo algunos versos y perfeccionando los acordes y ritmos. Metiéndole otros nuevos y haciéndola perfecta.

-Qué bonita. -apreció diciendo esas palabras, tímidamente, mi compañera de piso. Estaba algo roja y sonreía plenamente. Giré la cabeza hacia López. Vi que tragó saliva y cómo miraba a mi mejor amiga. Estaba claro que había tema del que quema. -Me voy a trabajar. -dijo sonriente, evitando la mirada del malagueño.

-Bonita ella. -soltó cuando oyó encajar la puerta. Me eché a reír. -¿Qué me está pasando? Ay dios.

-¿Amor?

-Puede. -se encogió de hombros y continuamos con el tema.

A eso de las dos de la tarde, Pablo me dijo que debía irse, pues tenía reunión con su mánager. Lo acompañé hasta la puerta y justo cuando iba a girar el pomo, la puerta se abrió, dándole justo en la nariz al pobre chico.

-¡Ostia! -nada más decirlo, Li se tapó la boca. Los ojos se le inundaron de lágrimas. Un golpe en la nariz, es un golpe en la nariz.

-¿Por qué abres tan brusco? -le pregunté en tono de enfadada.

-Joder, lo siento. -se disculpó, apoyando su mano en el hombro izquierdo del cantante.

-Ha merecido la pena. -sonrió con los ojos llorosos. -he podido tenerte cerca sin que me grites. -Me quedé totalmente petrificada, al igual que Li. -Y he sentido tu piel en mi piel.

-¡Dale un beso, joder! -grité en mi mente. Lidia estaba sonriente mirándole. Estuve a punto de empujarla.  No hizo nada. Pablo me sonrió y chocó los cinco.

-Hora de irse. Hasta pronto. -cerró la puerta él mismo y se largó. Mi compañera de piso y yo nos quedamos mirándonos un rato. Sabía que le estaba echando la bronca telepáticamente. Bajó la cabeza y pasó a la cocina para hacer la comida.

-¿Por qué te complicas tanto? El amor es sencillo. -dije apoyándome en el marco que separaba la entradita de la cocina.

-¿Qué amor? -preguntó mientras se disponía a recogerse el pelo con la gomilla negra que siempre llevaba en la muñeca. Incliné la cara y torcí la sonrisa.

-Eres un caso. -reí.

Esa tarde había quedado con Mari para que fuésemos a una entrevista. Pasó a recogerme en su pequeño pero acogedor coche. Era un mini rojo que no pegaba nada con su estilo desaliñado de cuarentona.

-¡Hola! -exclamé ilusionada, entrando en el automóvil.

-Qué bien te veo. -sonrió. Llevaba, una vez más, aquel moño despeinado, aunque ahora se había maquillado.

EL MAYOR DESAFÍO DE LA VIDA ES VIVIRWhere stories live. Discover now