34. HOJAS SECAS

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Le di vueltas al móvil apoyada en la pared y con la vista perdida en el techo. Al rato, salió Li en mi busca.

-¡Vamos a despedirnos! -me dio una palmada. -¿Marina? ¿Ocurre algo? -observó mi rostro de duda.

-No, nada. -mentí, caminando hacia la puerta.

-No, nada no. Cuenta. -me empujó. Sabía que no nos moveríamos del hospital hasta que yo le contara todo, por lo que di mi brazo a torcer y le expliqué el por qué de mi seriedad. -Vaya marrón… -soltó sincera. Vanesa apareció.

-¡Venga, que nos tenemos que ir! -nos animó a entrar. Cruzamos la puerta para despedirnos de los pequeños. Mi cabeza seguía pensando… ¿Sinceridad o cobardía? Li no paraba de lanzarme miradas. Sabía que estaba totalmente perdida. Bajamos por las escaleras hasta la puerta… y mis nervios aumentaban.

-Oye, Vane, quedamos otro día para comer, es que van a venir mis padres a verme, me acaban de llamar que venían por sorpresa. -mintió Li por mí. Yo no le dije nada, fue voluntad propia.

-¡Qué bien! ¡Pues disfruta!. -nos dio dos besos y se alejó buscando su coche. De repente, se giró y me gritó: ¿Te vienes tú? Te invito a comer en  nuestro bar. -sonrió ampliamente.

-Eh… -nunca supe mentir.

-No, mis padres quieren verla que hace mil que no la ven. -me arrastró Li del brazo hacia su clio. -Me debes una. -me miró seria.

-Qué bien mientes. Ya no sé si me creeré todas las cosas que me cuentas… -bromeé, sentándome en el asiento del conductor. -Oye, no tenías por qué haberlo hecho.

-Lo sé… pero hoy no es un día de peleas. -esta vez había evitado el conflicto, gracias a Li, pero tarde o temprano volvería a darse el momento y tendría que enfrentarme solita a aquel enorme dilema que se estaba formando. -¿La sigues queriendo? -su pregunta me dejó impactada. Simulé estar concentrada en la carretera. -Marina, contesta.

-No. -dije firme. Al cabo de un silencio… -O sí. -Li pegó una patada. -Que no lo sé, Lidia. Quiero pensar que no…

-¿Quieres pensar que no? ¿Y Malú? ¡Joder, Marina! -estaba muy cabreada.

-Entiéndeme, Li. Sabes que he pasado prácticamente toda mi vida con ella… y en un mes todo ha cambiado. Ha sido muy rápido… De la noche a la mañana he pasado de estar enamorada de una persona, a estarlo de otra. De ver su cara por la mañana, a ver la de otra. De cantarle a ella, a cantarle a otra. De pensar en ella… a pensar en otra. Y ahora mismo lo acabas de ver en directo. Ese plato de macarrones ha pasado de ser suyo a ser de otra.

-¿Malú es su sustituta? ¿Es lo que me estás queriendo decir? -me quedé callada y casi se me saltaron las lágrimas.

-Claro que no… -dije al fin, encontrando la respuesta.

-¿Seguro? Quizás solo salías con ella para olvidar a Vanesa…

-No vuelvas a decir eso. -le pedí enfadada. -Eso sería utilizarla… Sabes que yo no le haría eso jamás.

-Perdona, pero es lo que creía que me estabas diciendo. -dijo arrepentida. -Oye.

-Dime. -dije aparcando el coche. Ya habíamos llegado. Vi al lado el Audi de Malú. Estaría en la puerta esperándonos.

-Ten cuidado con Vanesa… -aquello me sorprendió. -No creo que aún haya superado lo vuestro.

-¿Qué dices?

-Tú solo ten cuidado, ¿vale?

-Lidia, ¿a qué viene todo esto? Me estás asustando.

-No viene a nada. Yo no soy tonta. Puede que tú no lo hayas notado… pero, ¿no te parece un poco extraño sus cambios de rumbo repentinos…? Ahora no te quiero, ahora te echo de casa, ahora lloro, ahora te jodo, ahora quiero tenerte de amiga… -no volvimos a hablar del tema. Caminé por la acera pateando hojas secas. Subimos a su casa y abracé a Malú como nunca antes lo había hecho. Al verla me di cuenta de lo feliz que era a su lado y que ya pudieran venir mil chicas, que ninguna podría superar lo que me había hecho sentir en tan solo un mes.

EL MAYOR DESAFÍO DE LA VIDA ES VIVIRWhere stories live. Discover now