Reencuentros

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El grupo de elfos, junto con Frederick, Danna y Felipe; se vieron, repentinamente, en un inmenso claro, en medio del bosque.

— ¿Dónde nos encontramos? — Frederick, quien aún no llegaba a comprender, o creer, lo que estaba viviendo se cuestionaba lo que ocurría.

— Nos encontramos en el claro de Liser, a las afueras del Reino de Khim — Siblanok, hablaba serena y tranquilamente, volteándose hacia el elfo, continuó— En este lugar pueden acampar tú y tu gente, además, debemos también colocar una tienda para el general y su esposa.

— Entendido, Siblanok — Dhariam realizó una señal con la mano, e inmediatamente uno de sus hombres lanzó una bengala al cielo.

— ¿Dónde está Nathy? — Felipe, quien se encontraba igual, o incluso más confundido que Frederick, solo tenía una cosa en la cabeza: encontrar a su querida Nathalie.

— Ya enviamos por ella, de seguro no tardará, nos encontramos realmente muy cerca de Khim, al que me temo no podrán visitar por su tamaño.

Pasados unos minutos, el lugar se comenzó a llenar con gente, que inmediatamente supieron, se trataban de elfos. Con eficiencia y una gran capacidad de coordinación, los elfos comenzaron a montar un campamento, que en pocos minutos, llenó por completo el claro. El centro de este se vio ocupado por una gran carpa, destinada para Dhariam y las reuniones que se realizarían con el alto concejo de silfos.

Por su parte, Frederick y Felipe, se encontraban absortos en aquel mundo, nuevo para ellos, donde una dinastía de sangre real  que corría por las venas de de Felipe, se mostraba de un momento a otro, siendo todo algo complicado de asimilar de buenas a primeras. Mientras Frederick decidió sentarse al pie de un árbol para asimilar todo lo que pasaba Felipe, junto a su madre, fueron a visitar la tienda que los elfos habían armado para ellos.

— ¡Papi! — Frederick solamente pudo ver un destello rosa, volando a gran velocidad hacia él. Sin tener tiempo de cubrirse, sintió como algo golpeaba su rostro — ¡Papi!, ¡Papi!, ¡Papi! —Nathy quien se encontraba, literalmente, abrazando la cara de Frederick, presa de una gran euforia, con toda la fuerza que podía.

— ¿Nathy? — Frederick hablaba con dificultad por tener a Nathy pegada en la cara, aunque más que nada, por el asombro que nuevamente tomaba control de su ser.

— Si papi… ¡te extrañe mucho!— Nathy no daba muestras de querer soltar la cara de su padre.

— Hija, déjame verte bien, pegada a mi rostro cara solo veo una mancha— Más tranquilo, y cada vez con menos dudas que realmente se trataba de Nathy, nadie más hubiera reaccionado de ese modo, Frederick quería ver como había "crecido" su "pequeña”.— Estas… preciosa — Frederick observaba como solo un padre puede hacerlo, a su hija: ella poseía una altura de no más de dieciocho centímetros y unas alas rosas que salían de su espalda; el cabello había cambiado su color natural para entonar con el brillo que despedía y, finalmente, su cuerpo había adquirido la apariencia de toda una damita, muy parecida, a su madre — Has "crecido" bastante — añadió con una sonrisa.

— ¡Papi soy un hada!… ¡un hada, Wiiiiiiiiiiiiiiiii! — Nathy voló bastante alto, y haciendo piruetas, bajo de nuevo hasta llegar a la altura del rostro de su padre — mira papi, puedo volar y hacer piruetas, y paso clases de magia y de pociones y de cómo ser hada y muchas cosas más.

— ¿Dónde estás viviendo hija?— la natural preocupación de padre surgió en Frederick, por lo que había visto en las películas de hadas de su hija,  estas generalmente vivían en conjunto dentro de un árbol o en un descampado claro. Aunque no lo admitía abiertamente a Frederick le preocupaba bastante  el hecho que su hija estuviera viviendo en un gran grupo junto a otros silfos, o como quiera que se llamasen los varones de su especie.

Nathalie y los Portadores de los ElementosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora