Capítulo 60

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Ha pasado una semana desde lo ocurrido en el gimnasio y todavía no puedo salir de la cama. No me siento con fuerzas. Me paso los días hecha un ovillo llorando entre las sábanas y Ana e Izan ya no saben qué hacer para sacarme de mi estado. A mis hermanos se los ha llevado la madre de uno de sus mejores amigos para cambiarles de ambiente, cosa que le agradezco, porque yo soy incapaz de moverme y no puedo atenderles como debería.

Izan también está bastante afectado, aunque trata de disimularlo para que no me preocupe. Después de haber creído hasta el último momento que fue él quien mató a su padre, el comisario nos hizo ver lo equivocados que estábamos. Uno de los policías disparó antes que Izan sobre el cuerpo de Aníbal, provocándole la muerte instantánea. Eso explicaría la razón por la que oímos varios disparos, en vez de dos. Uno por cada arma. De todas formas, aunque ese hecho le debería aliviar mentalmente, lo tiene un poco apenado. Después de todo era su padre, se atrevió a dispararle, y aunque era un ser despreciable, estoy segura de que Izan está pasando por algún tipo de duelo interno... Como decía mi abuela, "el roce hace el cariño", y por esa razón siempre se crean sentimientos.

Al parecer los agentes sabían que Aníbal estaba en la zona y llevaban días buscándole. La persecución que vi desde la ventana de mi habitación días antes no era la de un ladrón, como creía...

Después de peinar la zona y no dar con él, intuyeron que podría estar en el gimnasio, y cuando llegaron para revisar el local se encontraron con la escena. Al haber niños de por medio decidieron esperar el momento oportuno o más favorable para intervenir y así no correr riesgos, pero para nuestra desgracia ese momento nunca llegó y el comisario se vio obligado a disparar antes de que matara a mis hermanos. No pudo hacerlo segundos antes de que alcanzara a mi madre, como era su intención, porque los niños estaban dentro del punto de mira y tuvo que esperar a que salieran para apretar el gatillo.

—Sara. —Izan pone la mano sobre mi espalda—. Vamos, cariño. No puedes estar así por más tiempo. —Levanto la cabeza y veo que trae una bandeja con algo de comida.

—Llévatelo, por favor. —Llevo días vomitando todo lo que como y lo único que tolera mi cuerpo es el agua.

—Tienes que intentarlo... —Se sienta a mi lado, pone la bandeja en la mesilla y levanta un cuenco del que sale humo—. Es caldo de pollo. Al ser líquido quizás te aguante en el cuerpo.

—Solo el olor que tiene me da náuseas. —Arrugo la frente y cuando voy a tumbarme de nuevo lo evita.

—He pasado una hora en la cocina y vas a intentarlo, al menos
—dice con tono serio—. Enfermarás si no comes y no pienso permitirlo. —Tira de mi brazo consiguiendo que me siente y acerca el tazón a mi boca—. Vamos.

Le miro de mala gana, tomo el cuenco con mis manos y doy un pequeño sorbo.

—Más. —Pongo los ojos en blanco al oírle y repito la acción. El sabor se extiende por mi paladar y mis papilas gustativas comienzan a salivar. Está mejor de lo que creía—. ¿Qué? —Levanta las cejas al ver que no digo nada.

—Está aceptable —contesto para no darle el gusto de oír lo que quiere.

—¿Solo aceptable? Te está pudiendo el orgullo, señorita. —Tuerce la boca en una sonrisa.

—Si te digo que está bueno no pararás de usarlo en mi contra.

—Por supuesto —sonríe de nuevo.

Cuando acabo el caldo, parece sentarme bien. Estiro los brazos para entregarle el tazón vacío y su mirada queda fija en el tatuaje de mi muñeca.

—Debería pedir cita para eliminarlo... ¿Verdad? —Lo he dicho varias veces, pero nunca encuentro el momento.

La Marca de Sara - (GRATIS)Where stories live. Discover now