Capítulo 48

268K 23.5K 4.3K
                                    


—¡NO! —De pronto siento miedo y mi cuerpo comienza a temblar.

—Todavía no hemos podido averiguar por dónde pudo escapar, pero tienen la zona cercada. Esperamos dar con ese cabrón en los próximos días.

—¡No! —Miro a mi espalda, siento que podría estar en cualquier lugar. De pronto, el pasillo en el que estoy se convierte en el de Colombia y comienzo a hiperventilar.

—Sara. —El comisario trata de llamar mi atención, pero estoy tan asustada que no puedo contestarle—. Escúchame...

—¡No! No, por favor... vendrá a por mí. ¡Me encontrará! Mi familia... mi familia está en peligro. —Lloro y mi barbilla se mueve sin control—. No. No puede ser. No puede estar libre. Esa persona no puede estar en la calle. —Intento caminar, pero mis piernas se niegan a moverse.

—Voy a colgar, Sara. Tengo que hacer una llamada. Tranquila. No te muevas de ahí. —Dejo de oírle.

—Dios mío. —Pongo las manos sobre mi pecho y lucho por respirar. Miro a mi alrededor y solo veo pasillo por todas partes. Mi cuerpo se vuelve sudoroso y tengo náuseas. Algo me está pasando y temo llegar a caerme. Poco a poco estoy perdiendo el equilibrio. Trato de apoyarme en una de las paredes y alguien me llama.

—¡Sara! —Las puertas por las que entraron con Izan se abren y sale el médico rubio con un teléfono pegado a su oído—. Sí, la veo. Está aquí. Ya me hago cargo —le dice al que está al otro lado y cuelga. Guarda el móvil en el bolsillo de su pijama verde y viene hacia mí—. Tranquila, Sara. Vamos a controlar eso, ¿de acuerdo? —asiento con dificultad. Estoy respirando tan rápido que mi boca se ha secado por completo y no puedo hablar—. Mírame. No quiero tocarte sin tu consentimiento, pero debes hacer lo que te digo, ¿entiendes? —Vuelvo a asentir sofocada—. Fíjate en mi pecho. —Pone la mano en su tórax y comienza a respirar profundamente—. Tienes que imitarme. Aunque te cueste un poco haz lo que yo haga. Inspira —hago lo que me dice al mismo tiempo que él—, espira. —Expulso el aire de la misma forma que él lo hace. Realizamos ese ejercicio varias veces más y comienzo a encontrarme mejor—. Lo estás haciendo muy bien. —Poco a poco me relajo y trago saliva para humedecer mi garganta—. Muy bien, Sara. Ya lo tienes. Ahora continúa sola.

Consigo hacerme con el ritmo de mi respiración y vuelvo a tomar el control de mi cuerpo.

—Gracias... —digo aún afectada—. ¿Cómo sabía que estaba así?

—El comisario me ha avisado.

—¿Se conocen? —pregunto extrañada. Ahora ya sé a quién llamó cuando colgó.

—Sí, somos amigos —sonríe.

—Vaya... este hombre tiene amigos en todas partes. —Pienso en los jeques.

—Pues no es muy simpático que digamos... —ríe de nuevo—. ¿Podrás volver sola a casa? —Se preocupa.

—Llamaré a alguien para que venga —respondo angustiada. El simple hecho de salir a la calle después de saber que Aníbal está libre me aterra—. Por favor, ¿puede decirme cómo está Izan?

—Estable dentro de la gravedad.

—¿Puede explicarme esa frase en castellano? —No me gusta nada como suena.

—Perdona. Está grave pero controlado. Lo único que nos preocupa ahora mismo y por lo que vamos a luchar es por evitar que desarrolle una infección. Si lo hace es posible que la cosa se ponga muy fea.

—¿Pero qué tiene?

—Digamos que su pulmón derecho está dañado y el izquierdo se ha visto presionado por una bolsa de aire que ha escapado de su cavidad torácica.

La Marca de Sara - (GRATIS)Where stories live. Discover now