Capítulo 25

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«Piensa, Izan». Camino por la casa con las manos en las sienes. Siento que con cada hora que pasa podrían estar haciéndole daño. Imaginar a todos esos cabrones poniéndole las manos encima o tratando de abusar de ella me hace sentir náuseas. «Piensa. Piensa, joder». Está amaneciendo y no he podido parar de darle vueltas. No se me ocurre ni un solo lugar en México al que la puedan haber llevado. De pronto, me quedo mirando al vacío y recuerdo algo. «¡Las furgonetas!». Estoy seguro de que era ahí donde las trasladaban a todas. Saco mi teléfono y marco el número del comisario. Quizás él me pueda ayudar.

Descuelga al tercer tono.

—Izan. —Hemos hablado más veces y debe de tener mi número grabado en su agenda—. ¿Qué tal te fue? —Con todo lo que ha pasado se me olvidó llamarle para ponerlo al día sobre la reunión que tuve con el trabajador de la embajada.

—Mal, todo va mal, comisario. —Trago saliva—. ¡Cuando volví Sara ya no estaba! ¡No está en la casa!

—¿Cómo? ¿Se ha ido?

—¡Se la han llevado! ¡Nos han encontrado! —respondo al borde de la histeria.

—Necesito que me cuentes todo lo que recuerdas. ¿De acuerdo?

—Tres furgonetas. Angélica iba en una. Bueno ella se llama ahora Lorena. Y seguro que las chicas también viajaban en ellas, y cuando vine encontré sangre y su cabello. —Quiero contarle tantas cosas a la vez que mis pensamientos se amontonan.

—Para, Izan, para... ¿Hay una pared blanca cerca de ti?

—Sí, pero... ¿A qué viene eso? —No entiendo cómo en un momento tan delicado me puede hacer una pregunta de ese tipo.

—Estás muy nervioso y así será imposible que te centres. No quiero que se nos pase ni un solo detalle y para ello debes calmarte. —Hace una pausa—. Mira por favor hacia la pared blanca y respira siendo consciente de la elevación de tu pecho. —Hago lo que me dice y aunque me siento un poco ridículo, funciona. De pronto todo se ordena en mi mente—. El color blanco alivia el estrés y te será más fácil controlar la respiración. No dejes de mirar. ¿Te sientes mejor?

—Sí...

—Bien. Continuemos. Desde el principio, por favor.

Todavía sorprendido por lo que ha conseguido hacer con mis nervios, le cuento lo ocurrido y se muestra tan interesado en el caso como siempre. Tras unos minutos hablando, promete llamarme más tarde con algunos datos. Quiere averiguar si Sara ha salido del país y necesita tiempo para eso. Aunque desgraciadamente no me da ninguna esperanza. Me asegura que las mafias suelen usar nombres falsos para así poder mover a las chicas de un lugar a otro sin levantar sospechas, y es muy difícil dar con ellas. Pero como él dice, no se pierde nada intentándolo.

La espera se me hace eterna y deseo con todas mis fuerzas que las noticias sean buenas. La sonrisa de Sara y todo lo vivido estos últimos días viene a mi memoria una y otra vez. Sus preciosos ojos turquesa, su cabello rojizo, su suave y blanca piel... Sacudo mi cabeza intentando volver a la realidad y el mundo se me viene encima. No sé hasta qué punto es normal que esto me afecte tanto. Apenas la conozco...

El teléfono suena y compruebo que es el comisario de nuevo.

—Por favor. Por favor, dime que sabes dónde está —digo entre dientes antes de descolgar—. Dígame, comisario. —Trato de parecer calmado.

—Nada, muchacho. Ni rastro de ella. —Expulso todo el aire de mi pecho, desilusionado—. Hay dos opciones. —Escucho atento—. O bien sigue en México o, como te comenté antes, la han sacado del país con documentación falsa.

La Marca de Sara - (GRATIS)Where stories live. Discover now