Capitulo 8

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Me quedo paralizada tratando de asimilar lo que acaba de ocurrir. «No puede estar pasando esto». Lo he visto en las noticias y en algunas películas, pero siempre creí que esto nunca me pasaría a mí. Intento pensar que es una broma, pero al ver que tarda en abrir, empiezo a asustarme. Un horrible calor recorre todo mi cuerpo. No veo nada y estoy empezando a entrar en pánico. No soporto los sitios cerrados y menos aún si no tienen luz. Vuelvo sobre mis pasos con los brazos estirados y busco la puerta por la que entré. Cuando la encuentro, tiro de la manilla con fuerza y al notar que no puedo abrirla, la golpeo.

—¡Lorena! Abre, por favor —grito, pero nadie contesta al otro lado. Pego mi oreja a la fría madera y escucho. Nada, ni un solo ruido—. ¡LORENA! —Levanto más la voz—. ¡ABRE LA PUERTA! —El calor cada vez es mayor y comienza a faltarme el aire. Abro las manos y vuelvo a golpear, esta vez con las palmas para hacer más ruido—. ¡POR FAVOR! ¡SACADME DE AQUÍ! —Es inútil, pero me niego a creerlo.

Durante varios minutos más sigo insistiendo, la garganta me duele y estoy empezando a quedarme afónica. Cuando por fin me convenzo de que es inútil que siga y que nadie vendrá a socorrerme, recorro la habitación tratando de buscar un interruptor o una ventana. Todo lo que mis manos encuentran es pared y más pared. Doy pasos con cuidado de no tropezar, pero extrañamente no hay muebles. La habitación parece vacía y huele a orín. En unas zonas ese olor es mucho más fuerte que en otras.

Varias ideas se forjan en mi mente, pero trato de desecharlas. «No puede ser...», me digo. Busco de nuevo la puerta de madera y cuando la encuentro la golpeo con todo mi cuerpo. —¡ABRE! ¡ABRE LA PUERTA! —El hombro me duele—. ¡ABRE, MALDITA SEA! ¡ABREEE! —Pierdo la cuenta de las veces que lo intento y finalmente acabo agotada. Me dejo caer lentamente y comienzo a llorar por la impotencia. «¿Me dejarán morir aquí? ¿Me han raptado? ¿Querrán extraer mis órganos?». He oído varias veces que existen mafias que se dedican a traficar con órganos humanos y temo haber caído en una de ellas.

Pienso en mi madre, mis hermanos y en el pobre Luc. Mi único consuelo es que él tiene la dirección y si no le aviso de mi llegada estoy segura de que buscará ayuda...

Las horas pasan y estoy empapada en sudor. Juraría que al menos llevo aquí dos días metida. He tenido que hacer mis necesidades en la habitación y me siento fatal por ello. El calor es tan insoportable que siento náuseas. Necesito agua urgentemente o me deshidrataré. Trato de humedecer mis labios, pero no lo consigo. Mi paladar está tan seco que se podría agrietar en cualquier momento. Golpeo con la cabeza la puerta, con la esperanza de que alguien que pase por ahí me oiga. Debido al agotamiento, mis extremidades pesan demasiado y me cuesta moverme. Estoy segura de que se debe al calor. Mi respiración es cada vez más rápida, al igual que mi pulso. Cuando siento que estoy a punto de desmayarme, la puerta se abre y deja entrar una corriente de aire frío y con ella el tan deseado oxígeno.

—Veamos qué mercancía tenemos por aquí... —Es un hombre de unos cincuenta años con una gran cicatriz en la ceja. Aprovecho la luz exterior para mirar a mi alrededor. Como imaginaba, la habitación está vacía y no tiene ventanas.

—¿Qué quieren de mí? ¿Por qué me están haciendo esto? —pregunto con esfuerzo. Mi lengua se enreda debido a la sed.

—¿No te lo explicó la morena? —ríe.

—¿Lorena?

—¿Ahora se ha puesto ese nombre? —ríe a carcajadas y no entiendo nada. Saca una botella de agua de una gran bolsa y la abre delante de mí—. ¿Quieres?

—Sí, por favor —digo tragándome el orgullo. Me acerca la botella y cuando voy a cogerla, la retira.

—Tendrás que ganártela. Aquí no hay nada gratis. —Sonríe. Da un largo trago y varias gotas corren por su barbilla haciéndome sentir mucho más sedienta. Necesito saciar mi sed de alguna manera.

La Marca de Sara - (GRATIS)Where stories live. Discover now