Capitulo 10

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—¡DÉJAME! ¡NO ME TOQUES! —Cierro los puños y consigo golpear su cuerpo con fuerza. Siento tanto asco que necesito quitármelo de encima cuanto antes.

Me sujeta de las muñecas y las alza sobre mi cabeza para inmovilizarme.

—Espero por tu bien que sea verdad eso que has dicho o juro por Dios que acabaré contigo. Nadie me interrumpe por nada. —Se aparta de mí lentamente mientras me mira a los ojos—. No te muevas de ahí. —Busca su teléfono y cuando lo encuentra marca un número.

Trato de cubrirme el cuerpo juntando los trozos de tela mientras miro por todas partes con la esperanza de encontrar una salida, pero para mi desgracia, todo parece estar preparado para que nadie pueda salir de la habitación.

—Aníbal —le oigo decir y miro en su dirección; debe estar hablando con mi jefe—, oye... la nueva dice que es virgen. —Silencio—. Sí, me lo acaba de confesar. —De nuevo silencio—. Esta semana lo preparo todo para la certificación. No, hasta dentro de dos meses no viene el jeque, pero seguro que se interesa. —Se despiden y viene hacia mí—. Si no es cierto, desearás estar muerta. —Tira con fuerza de mi mentón para levantarme la cara—. No imaginas todo

lo que hubiera hecho contigo... —Trago saliva y cierro los ojos tratando de borrar todas las imágenes que se forman en mi mente. Su otra mano agarra mi cabello y tira de mí. Salimos de su habitación y me lleva a la de las literas. Abre la puerta y me empuja al interior—. Compartirás este cuarto con tu amiga. —Sin decir nada más, cierra con llave y se marcha.

Pongo las manos sobre mi pecho y comienzo a llorar. No puedo creer que me esté pasando esto. Mi respiración cada vez se acelera más y siento que me falta el aire. Esta situación me está superando y no tengo escapatoria.

Los días pasan y sigo encerrada. Únicamente abren la puerta para traerme comida o llevarse a Ana. Cada vez que lo hacen, mi corazón late tan fuerte que si prestaran atención, podrían oírlo. Tengo la sensación de estar en el corredor de la muerte. Nunca sé cuándo me tocará. Ana apenas habla, se pasa las horas perdida en sus pensamientos y mirando al vacío. Se ha negado a comer y cada vez está más delgada. Empiezo a temer por ella.

—Toma. —Estiro la mano hacia ella con un trozo de pan—. Inténtalo, por favor, no puedes negarte a comer. Enfermarás. —Levanta la cabeza y me mira.

—Es exactamente lo que busco. —Su extraña sonrisa no me gusta nada.

—No digas eso... —Vuelvo a intentarlo—. Come, por favor.

—¿Comer para qué, Sara? ¿Para mantenerme viva y que puedan seguir violándome? ¿Usándome como les venga en gana?

—Ana... —Mis ojos se empañan. No he querido preguntarle en todo este tiempo porque sé exactamente lo que están haciendo con ella. Hay días que se la llevan hasta 20 veces y viene destrozada.

—No quiero seguir viviendo así.

—Tenemos que buscar una manera de escapar... No puedes rendirte así, hay que intentarlo al menos... —La puerta se abre y las dos miramos al mismo tiempo.

—¡Sara! —Alacrán me nombra y todo mi vello se eriza—. Ven conmigo.

—No, no, no, por favor... —Una angustia indescriptible se apodera de mi cuerpo. No quiero que me toquen. No quiero que me usen.

—¡Vamos!, no me hagas perder el tiempo. —Entra con la fusta en la mano y camino hacia la esquina.

—Por favor, no quiero ir, no quiero... —Me hago una bola en el rincón y me cubro la cabeza. Levanta la fusta y me golpea con ella.

La Marca de Sara - (GRATIS)Where stories live. Discover now