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-Así mucho, mucho mejor.

El suave, breve desplazamiento del agua sobre la arena parecía el lejano efecto de un vibrante colibrí en mis oídos. La calidez que comenzaba a asaltar cada espacio de la cueva era como una llamada para que el vello de mis brazos se enroscara. A la vez, mis dedos se cerraban en torno a su piel y se chocaban contra el tejido que cubría su cuerpo, como si fueran coches de choques y supieran que no podían salirse más allá de la pista de circulación. Pero simplemente, esos coches de choques encontraban todos los golpes que necesitaban en su pista de circulación.

Mi pelo, que ya de por sí estaba muy enmarañado por el clima oceánico, se convirtió en un caos capilar que había sido atacado por las fauces del deseo. Otras fauces, mucho más agradables y dulces, se deslizaban contra mis labios intentando seguir las notas de las mareas. ¿Quién diría que en un entorno deshabitado, oscuro y pegajoso me iba a sentir tan querido y feliz?

La humedad de su boca, sin embargo, no chocó contra mi camiseta. Al contrario, se deshizo de ella para proseguir con la aventura fuera de la pista de circulación. Puso conos húmedos con sus labios por todas mis líneas continuas y discontinuas. Tampoco fue la gran línea discontinua motivo de frenada: la goma elástica y arrugada de mi bañador blanco. El poste que se encontraba bajo mis pantalones sí que querían sentir sus conos.

Y también quería que su boca lo rechupeteara entero, mientras sus pezones rozaban algunas partes de mis muslos, ahora descubiertos por su osadía. Comenzó a revivir a mi miembro con ganas después de un tiempo en el que sólo mi mano lo había podido revivir. Me hizo gemir y mover mi pelvis hacia su preciosa boca porque no podía pensar en otra cosa que no fueran sus labios o su garganta.

El sonido no sólo de sus chupadas, sino también de su mojada intimidad, hizo que la levantara y la pegara contra una pared cualquiera. La parte de abajo de su bikini era sencilla de mover y, mientras la movía, mi miembro esperaba ansioso la entrada.

-Kain, entra. Ya.

Ya. Nuestros cuerpos ya comenzaron a refregarse al máximo nivel. Ya comenzaron a sudar. Ya comenzaron a temblar. Ya comenzaron a producir sonidos morbosos y excitantes.

Ya. Abrí los ojos y, al ver su preciosa carita tan cerca, me dije a mí mismo que haber venido a la cueva había sido una buena idea. Aunque tenía que comenzar a hacer bajar mi erección bajo el bañador, porque aunque mi mente había ideado una situación la mar de idílica, hacerlo en una playa cuando la gente comenzaba a llegar era, definitivamente una mala idea.

-No me mires así -dije entre risas cuando salimos de la cueva y comenzamos a andar-. Yo también sé que te he provocado lo tuyo. Así que deja en paz a mi bañador.

Ya tranquilos, retomamos el camino y nos juntamos con nuestras familias en una reunión divertida en la que hablamos de todo y en la que no faltaron algunos castillos de arena más. Después de una comida deliciosa en tuppers y un relax después, el acuciante calor iniciaba un proceso de achicharramiento que pedía a gritos agua. Agua salada. 2 chapuzones. Mi familia y yo. Era todo lo que necesitaba para volver a tener 5 años, y volver a esa edad en la que el cielo estaba tan lejano como alcanzable.

A Noor no le gustaba el agua, sin embargo, ya que ella me había invitado a caminar por la orilla junto a ella, yo decidí hacer lo mismo.

Justo después del momento familiar en el agua, salí hacia nuestras toallas, donde los padres de Noor y la propia Noor dormían. O eso creí cuando me tumbé boca arriba y, de reojo, me percaté de que se ajustaba la parte inferior de su bikini y movía su pelo hacia un lado.

Observé cómo las curvas de sus caderas se perdían en el interior del bikini, y cómo la tela de este se arrugaba en la parte en la que comenzaba su pierna reluciente por la crema solar. Era muy bonita.

Se giró para verme y sonreí cuando me pilló mirándola. La guiñé un ojo y acaricié su mejilla.

-¿Has dormido algo, pequeña?

Ella asintió.

-Juraría que he soñado que levantabas a mi hermana por los aires -comentó en un tono burlón, mientras se tumbaba de lado y el saber que quería hablar conmigo sólo por el placer de hacerlo, hizo que mi corazón se encogiera.

-Creo que ese sueño es perfectamente posible llevarlo a la realidad -asentí, recordando el momento en el que cogí a su hermana para enseñarla lo mucho que iba a poder saltar de mayor.

-Entonces tanto no he dormido -puso su mano encima de su vientre y comenzó a jugar con un mechón de pelo mientras alzaba las comisuras de sus labios. Apoyé las palmas de mis manos encima de la toalla y observé el paisaje. Inclusive ella.

-Entonces mucho has estado apreciando a tu novio.

-Eh, eh... no te creas tan importante.

Esta vez fui yo el que reí. Pero ante la idea de que había estado observándome sin que yo me diera cuenta, mordí mi labio inferior. Gustar a alguien hasta el punto de que te mire cuando no está hablando contigo sienta muy bien.

-¿Te apetece ir al agua? -pregunté al ver que los dos nos quedábamos mirando el mar. Señalé la orilla con la cabeza esperando, preferentemente, una respuesta afirmativa.

-¿Contigo?

-¿No me dijiste que no era tan importante?

-No... yo dije que no te lo creyeras, no que no lo fueses.

Me atusé el pelo y me sentí un poco mejor por su respuesta.

-Venga vamos -dijo levantándose.

Caminamos hacia la orilla mientras el sol acariciaba nuestras pieles de forma menos agresiva que antes y comencé a entrar hasta la rodilla. Pero me di cuenta que ella se había quedado en la orilla.

-Venga, ven -extendí mi mano para que la cogiera.

Miró un segundo atrás.

-¿Y si vamos más adelante?

-¿Por?

-Bueno, estamos justo enfrente de nuestras toallas.

Miré hacia su dirección para darme cuenta de por qué había dicho lo que había dicho.

PerdidosWhere stories live. Discover now