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KAIN

La familia Neveda y la mía éramos unos fiesteros que nunca nos perdíamos la celebración de ningún cumpleaños, y menos si quien cumplía años era alguno de nosotros. Así que ahí estaba yo, en medio de Cherry Cakes sentado junto a mi madre, a mi padre y a una tarta bastante apetitosa con personajes de Frozen impresos en ella.

Tras soplar las seis velas, todos aplaudimos y felicitamos a Cleo, un auténtico torbellino con trenzas. La excepción fue su hermana mayor que, en vez de felicitarla, tiró con fuerza de la oreja izquierda de la niña hasta dejársela roja. Tras eso, la dio un abrazo oso y mostró sus adorables hoyuelos, sonriendo. Y, para una vez que sonríe al año, no iba a privarme de dar algo bonito que ver a mis ojos. Porque he de decirlo, su hermana mayor estaba muy buena, a pesar de su gusto por la vestimenta oscura.

—Kain —me llamó mi madre, chasqueando dos de sus dedos para sacarme de mi ensoñación. Sacudí mi cabeza y observé que me tendía los platos de porcelana para que se los pasara a los Neveda. Un camarero había pasado por la mesa para dejarnos los platos hacía un instante.

En unos minutos ya estábamos todos servidos y mi madre se inclinó hacia mí, aprovechando que los Neveda estaban ocupados matando a abrazos a la niña, para decirme:

—Hoy Noor está muy guapa, ¿verdad?

Remangándome la camisa de cuadros por encima del codo, me aclaré la garganta, con vergüenza. Últimamente aprovechaba cualquier ocasión para sacar el tema. Lo hacía, sobre todo, estando en sitios públicos. No me malinterpretéis, amaba a mi madre, pero estaba seguro de que dejarme en ridículo con gente delante era su especialidad. ¿Quién hablaba de la chica que le gustaba a su hijo (sin que ella lo supiera) delante de la chica? ¡Solo mi madre!

—Claro...

—Aunque la verdad —siguió hablando, mientras cortaba un trozo de tarta con el cuchillo—, yo hubiera elegido unos colores más vivos.

—Dice mi madre, la que va como una señal de tráfico.

—No, cariño. Mi vestido da alegría, que no es lo mismo.

Planchó con cariño la prenda por encima de su pierna y sonrió ampliamente. Apoyé los codos en la mesa, negando con la cabeza ante su comentario. En ese instante, la señora Neveda me pregunta qué tal me fue la última competición de fútbol. Tras parlotear un rato, volví a mi porción para devorarla. Mi mirada vagó hacia Noor instintivamente. No podía negarlo, mi madre tenía razón: hoy se había rizado el pelo y ese efecto hacía a sus ojos resaltar más.

—Que sepas —siguió hablando para avergonzarme más aún, mientras yo estaba intentando comer tranquilamente mi pedazo de tarta de la boca— que Noor está centrada en el instituto, saca casi todo sobresalientes. No como esa tal Diana con la que salías, que con suerte la habían dejado pasar de primaria.

No eran imaginaciones mías que mi madre estaba intentando que fuera a pedirle matrimonio a Noor, ¿verdad?

—No estaba saliendo con ella —expliqué, pinchando otro trozo de tarta con mi tenedor.

—De todas formas, menos mal que hoy hiciste caso a tu madre y no te echaste demasiada colonia... porque ese olor mezclado con el del pastel es explosivo.

Reímos juntos ante sus palabras.

Cuando mencionó mi colonia, me acordé del momento en el que estábamos entrando a Cherry Cakes; Cleo y su padre iban delante de mí y entonces tuvo lugar el efecto dominó. Un camarero que llevaba un montón de pasteles hizo que el señor Neveda frenara en seco, provocando con eso que yo hiciera lo mismo, chocándome con él. Noor estaba detrás de mí y, por unos breves instantes, su cuerpo se pegó al mío. Sus pequeñas tetas se pegaron a mi espalda durante una breve fracción de segundo... Me disculpé con él rápidamente y eché un vistazo tras de mí sin poder evitar elevar una esquina de mis labios, no sin antes disculparme. Pero como siempre, sin recibir una respuesta de Noor. Lo único que hizo fue negar con la cabeza. Me pregunto si ella también se dio cuenta de mi colonia. Me pregunto qué sintió al poner sus manos en mi ancha espalda, dura y reforzada por las horas de ejercicio...

Cuando volví a la realidad, volví con más calor. Al cambiar mi mirada de la ventana a Noor, ella rehuyó mi mirada. Ser comunicativa no era su fuerte, y me daba la sensación de que yo solo era uno más en su lista de personas que le caían mal. Pero en aquel instante, cuando la pillé mirando cómo pasaba mi lengua por la cuchara repleta de tarta, mi corazón empezó a bombear con furia contra mi pecho. Reprimí una sonrisa; espero que lo hubiera disfrutado, porque es exactamente como yo la saboreo en mis sueños.

Mientras en la mesa se comenzaba una conversación acerca de los planes para el sábado, se podía observar la clara abstención a la conversación de dos personas: las dos hermanas. Yo, por mi parte, hablaba por los codos ahora que no se hablaba de chicas que me gustaban delante de esas chicas.

Días más tarde, a las 6 de la mañana, mi padre me tambaleó para que despertara. Hacía tiempo que mi madre apenas iba a despertarme, prácticamente desde que comencé a hacerme mayor, porque ambos sabíamos lo incómodo que era que me encontrara alguna mañana despertándome con una erección. Por suerte, ahora no me ocurría tanto como antes porque mis hormonas estaban más calmadas que con 14 años. No lo iba a negar: con mi padre no dejaba de ser vergonzoso pero, como hombre, el sentido de comprensión era mayor.

Mi cuerpo demandaba cama, no montaña, por lo que tardé unos 10 minutos en despejarme del todo y bajar a tomar el desayuno. Tengo que decir que llevaba tan solo unos pantalones largos de pijama cuando, al llegar hasta mi cocina, me encontré con Noor Neveda con el culo en pompa esperando a que su hermana se subiera para hacerle el caballito. A mí tampoco me importaría hacerle el caballito, pero de una manera más... placentera. Vi su hoyuelo hundirse en su mejilla al reírse, y en cuanto me vio, deseé que alguien pudiera sacarle una foto sin que se enterara.

¡Hola! Bienvenidos a mi nueva historia, aquí empiezo un viaje al que se puede unir quien quiera. Espero que os guste tanto como a mí me ha gustado escribirla. ¡Abrazos! :)

PerdidosWhere stories live. Discover now