» 033 «

955 57 8
                                    

Noor llevó hasta su hermana al asiento del copiloto mientras nuestros padres se marchaban, al tiempo que el torbellino con coletas me contaba con alegría cómo fue la segunda mitad de la carrera. Lo cierto es que me quedé con ganas de acabarla, pero el señor Neveda tenía razón: me quedaban muchas carreras por delante que seguro que iba a poder acabar.

—¿Quieres seguir viendo Home, sweet home? —dijo sacando lo que parecía ser una tableta que había bajo el asiento.

—¡Chi! ¡Papá y mamá no me dejaron acabarla ayer! —se quejó, haciendo pucheros y cruzándose de brazos. Estaba conectando unos cascos grandes a la tableta, mientras Cleo se los ponía en las orejas. ¡Noor, eres un genio!

Al ver mi expresión facial, apostilló:

—¿Y tú qué te pensabas? —preguntó, orgullosa de sí misma y sentándose a mi lado.

—Cada día me sorprendes más, Noor.

Vi cómo se escondía un mechón de pelo tras la oreja y sonreía tímidamente. Pero entonces, sus ojazos azules volvieron a posarse encima de mí. Esta vez adoptando mayor seriedad.

—¿Me puedes explicar qué fue la llamada del otro día?

—Yo... lo siento mucho, Noor.

Sus cejas se alzaron, como si le costara creerme.

—¿Recuerdas que soy sonámbulo?

Miró a otro lado, y respiró profundamente. Me pregunto qué se le estaría pasando por la cabeza. Tal vez el momento de los chupetones... Aunque ya habían desaparecido de su piel, no me importaría hacerle otros nuevos.

—Bueno, alguna vez he llamado hasta algún profesor siendo sonámbulo despotricando contra sus exámenes. No sabes lo que odio que me pase esto.

Resopló.

—Dicen que la inconsciencia nunca miente.

—En mi caso, mi inconsciente se alía con mi impulsividad. Noor, lo que te dije sí tiene parte de verdad. Pero eso de que no sabía si quería estar contigo, te aseguro que es completamente mentira. No hay día en que no piense en ti.

Sus manos se apretaron contra sus piernas desnudas, y pude percibir su nerviosismo. Yo también estaba nervioso, para qué negarlo. No solo por la situación. ¿Habré sonado como un idiota? Sino también por el hecho de haberme hecho mirar a sus piernas. ¡Menudas piernas las de Noor!

—N-no sé qué decir —se sinceró, mirándome con duda. Estaba tan bonita en ese momento que seguí mi impulso y me incliné a besarla.

Pero mi camino a sus labios fue interrumpido por un ruido. El sonido del coche abriéndose. Ni siquiera me había dado cuenta de que habían cerrado el coche hasta que habían activado su mecanismo para abrirlo. Con el corazón en un puño pero sin separarme de Noor, mordí mi labio inferior. Esto no iba a quedar así, desde luego que no. Sus mejillas se tornaron más rosas aún y se sentó correctamente en su asiento.

***

Al día siguiente llovía levemente, pero eso no impidió que Noor viniera a mi casa. Lo que más me excitaba es que ni los Neveda ni mi familia sabían que Noor estaba en mi casa. Con solo pensar en nuestra conversación de madrugaba, mi cuerpo se calentaba. Noor estaba realmente atrevida diciéndome que me iba a dar un masaje para relajar mi tirón muscular. Pero es que, ¡joder! ¡El tirón estaba en el muslo! No sé cómo iba a hacer para no excitarme teniendo sus manos tan cerca de mi polla, acariciando mi piel con esas delicadas manos, subiendo y bajando, acercándose a una velocidad peligrosa a mi entrepierna.

El timbre sonó una vez, a lo que me levanté despacio y con un caminar lento. Mi tirón me permitía parecer un enfermo que iba a paso de tortuga, así que no le quedaba otra que esperar.

El timbre sonó otra vez, y otra.

—¡Eh! —grité lo suficientemente alto como para pensar que me podría escuchar a través de la puerta-. ¡Un poco de compasión por este pobre enfermo!

Su respuesta no fue otra que otra timbrada que me estaba logrando sacar de quicio. ¡Se iba a enterar! Pero cuando lograra llegar a la puerta... que ya me quedaba poco.

Al abrir la puerta, mi corazón metió la quinta marcha. Con esos shorts y esa blusa negra de tirantes con la que nunca la había visto, estaba despampanante. Tragué saliva ante la pedazo de chica que tenía delante de mí.

—Tu masajeadora personal ha llegado —dijo con una enorme sonrisa—. ¿Cuánto tardará usted en llegar al sofá? ¿10 minutos?

Hice una mueca burlesca ante su comentario.

—No deberías ser tan maleducada en casas ajenas.

Pasó a mi lado recogiendo un mechón de su interminable pelo tras la oreja, con una de sus maravillosas sonrisas.

—¿Qué me podría pasar? —inquirió, confiada.

—No tientes tu suerte, Noor Neveda.

PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora