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Pero ella me había dejado de escuchar mientras tecleaba algo en su móvil. Alcé las manos en el aire, era como hablar para la pared. Me di cuenta de lo que estaba haciendo cuando empezó a sonar Guns N' Roses. Por eso me gustaba Noor, además de por cómo le quedaban esos shorts negros que se apretaban en torno a su pequeño pero apetitoso culo.

Sonreí un poco malévolamente al ver que estaba tan concentrada en su móvil y me pasé una mano por el pelo. Estaba arrebatadora, demasiado arreglada... y se me había ocurrido un plan para despeinarla. Como estaba en mi casa y hoy no iba a salir, tan solo me puse una camiseta aparte de los pantalones que usaba para dormir. Lo cierto es que no sé por qué me puse la camiseta, ahora que lo pienso, si Noor ya lo ha visto todo de mí... Me entró un escalofrío al pensarlo. Fueron unos momentos tan íntimos los de la Quechua, se había entregado tanto a mí...

Aprovechando a que estaba ensimismada buscando canciones —a saber para qué, Noor no solía dar explicaciones de lo que hacía— me acerqué desde atrás hacia ella. Todo esto con una velocidad ultrasónica que ni The Flash podía superar. Gracias a que me había drogado para que el dolor del muslo no fuera tan intenso, ahora me molestaba, pero no dolía.

Al llegar a su lado puse la palma de mi mano en su trasero. No lo apreté. No lo pellizqué. Solo lo acaricié, transmitiéndole mi calor y notanso su redondez.

Se giró bruscamente.

—Kain, ¿qué...?

Su expresión mostraba sorpresa, pero su respiración comenzó a agitarse. Más aún cuando la acerqué delicadamente por la cintura. La música de su móvil estaba lo suficientemente alta como para que no oyera los alocados latidos de mi corazón.

Latidos que aumentaron cuando se lanzó, sí, ella, se lanzó a mis labios. Su carita de desesperación, tan cerca de la mía, y con esos ojazos suplicándome un beso, me hacían sentir más vivo que nunca. Con sus manos agarró mis costados, tirando de mi cuerpo al suyo. Realmente no sé adónde había ido a parar su móvil, pero no me importaba.

Coloqué mis manos en la curva entre su espalda y su culo, devorando el sabor de sus labios. Ya ni los recordaba... había pasado tanto tiempo. Tenía más ganas de las que pensaba en hacerla mía, porque cuando se separó de mi con sus hoyuelos bien marcados mis manos no se querían separar de su cintura.

—No estoy aquí para tonterías —dijo, con las cejas alzadas y las mejillas sonrosadas. Por mí—. Túmbate.

—Ah, ¿besarme es una tontería? —pregunto sentándome en el sofá. Se acerca hacia mí con sus lindos hoyuelos bien marcados.

—Besarte es... —se pone a horcajadas encima de mí, llevando sus manos a mi nuca. Y no puedo apartar la mirada de sus ojazos azules con una sonrisa de bobo... Poso una mano encima de su muslo desnudo, sin acariciarlo, sin apretarlo... solo posando la mano. Al juntar su nariz a la mía, pego su vientre al mío haciéndola suspirar. Y susurra en mi boca—: un enorme placer... pero ahora no es el momento.

Coge sus manos con las mías y se levanta, dejándome completamente excitado. Pone una mano en mi pecho y me incita a tumbarme, mirándome con intensidad mientras se muerde el labio inferior. Parece tan animada como yo...

—¿Era la derecha? —me pregunta sentada justo al lado de mi pierna izquierda.

—Sí, y no sabes lo muuucho que me duele —susurro, haciendo pucheros. Baja su mirada y sonríe tímidamente, poniendo una mano justo encima de mi rodilla, y empieza a acariciar.

No puedo ser más feliz. Buena música, una chica preciosa y la casa para nosotros solos, ¿qué más puedo pedir? Puede que no lo sea, pero esta situación me parece perfecta. No conocerás a alguien que no me haya visto sonreír, pero mis sonrisas para Noor, eran más dulces, más pícaras...

Primero es solo su mano. Se desliza por mi muslo ejerciendo una presión con el jeme y con sus dedos. Sube y baja, a veces aliviando mi dolor, a veces dando con un punto que lo aumenta. Tiene su pelo echado hacia su lado derecho, sobre una blusa con temas grises impresa en ella. Uff, es imposible no excitarse cuando una chica como Noor te acaricia tan lento, apretando un poquito... y eso que está en mi pierna... Recuerdo cómo hicimos el amor contra el monolito, y cómo me bebió todo. Joder, solo con imaginar eso mi bulto está creciendo considerablemente.

Sus dos manos se encuentran acariciando mi pierna. Sube más que antes, llegando prácticamente hasta mis ingles con sus caricias. Respiro profundamente y me pongo un brazo a modo de almohada. Son mis palpitaciones, la forma en la que sus manos me masajean, lentamente, es su mirada de reojo y cómo se engancha a la mía. Son sus hoyuelos, esa "deformidad facial" tan bonita, y sus ganas de subir más. Es todo eso lo que más me gusta de este día de verano.

Le cuesta. Me daría un placer arroyador que sus manos subieran, que diera a mi polla los cuidados que le grita, que su cuerpo se pegara al mío hasta el punto de saber el ritmo de sus respiraciones. Me gustaría, por un momento, volver a vivir momentos de placer con ella. Un placer que quiero repetir cada día, cada noche. Su cuerpo es un manantial de sensualidad y ternura, y quiero bañarme en ese manantial.

Siento una presión. No sé dónde ubicarla exactamente, tal vez está entre el pecho y el estómago. Me gusta. Es una presión originada por el deseo. Deseo que siento por ella. Deseo que me provocan sus dudas. Su límite está en mis ingles, pero yo no tengo límites. No quiero límites entre su cuerpo y el mío. Quiero sentir lo que siento al reír, pero sin reír, quiero compartir placer, oír gemir mi nombre, suplicando que no pare de follarla, lenta y profundamente.

Llevo mis manos a las suyas, tirando de ellas hacia mí.

—Ven aquí, pequeña...

PerdidosWhere stories live. Discover now