Capítulo 44-

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Capítulo 44—

*Narrador en primera persona, Elena*

–Y perdona lo de... antes... Lo del... beso, digo. –Duda Dani.

Y yo asiento una vez, fingiendo despreocupación.

–Sé como eres—Bromeo, agarrando la puerta de su casa para que se no se me cierre—No te preocupes.

–Ya, bueno. Eh... ¿Mañana quieres que te explique lo de las derivadas?

Y asiento de nuevo, acompañando el gesto de una sonrisa.

–¿A última hora de la tarde te va bien?

–Perfecto, ¿te acompaño?

–Na, hoy puedo ir sola que es de día—Digo—Adiós, Dani.

Y en cuanto la puerta se cierra tras de mí y el efecto Daniel Oviedo desaparece mi mente se pone a trabajar a mil revoluciones por segundo. Aquí hay algo que no encaja. Lleva habiendo algo que no encaja desde que me desperté en el hospital. Detalles, día tras día. Y hoy, el comentario de mi hermano. "Lógico que necesite verte". Esa elección de palabras. Necesitar. ¿Por qué iba a necesitar Dani verme a mí? Y como mi hermana le dio un golpe para que se callase. Y como recordé la historia del padre de los gemelos con todo detalle, cuando puedo poner la mano en el fuego asegurando que nunca nadie me la había contado.

Nunca nadie me la había contado hasta hace seis meses. Eso está claro.

Y como se puso Dani de nervioso después del beso. ¡Si me pidió perdón! Y dijo que lo sentía, que no había sido nada, que fue por la situación. Pero yo estoy segura de cómo lo sentí. Estoy segura de que yo ya había vivido ese momento. Puedo poner la mano en el fuego a que ya había estado en ese lugar, en esa situación. Aunque mi baja autoestima insiste en que es poco probable que yo hubiese besado a Daniel Oviedo antes y que deje de soñar. Pero no. Estos seis meses en blanco se han llevado muchas más cosas de las que yo pienso, estoy segura. Sé lo que siento. Si esto hubiese pasado hace seis meses exactos estaría dando saltitos simplemente porque Daniel Oviedo me besó "por la situación". Simplemente por haber podido experimentar besarle. Pero no es así. De hecho, siento que es algo normal. Algo que ya viví.

Saco el móvil. Le doy un par de vueltas en mi mano, pensando donde puedo buscar alguna pista. Me tienen que estar ocultando algo gordo y no entiendo el qué. Ni de lejos. Ni quienes. ¿Cuántas personas se supone que me están ocultando algo entonces? ¿Los gemelos y mis hermanos? Contando que Adriana, Marcos y Nuria estarían al tanto también. ¿Será así?

**

Entro en mi casa decidida a hacer lo más obvio que puedo hacer: Buscar alguna pista en la habitación de mis hermanos, aprovechando que sé que llegarán más tarde. Pero... ¿Qué busco?

–¡Hola! –Saludo con un grito cuando entro, para llegar a la conclusión de que efectivamente estoy sola.

Subo las escaleras de dos en dos y me meto en la habitación de mi hermano a toda velocidad, para darme cuenta desmotivada que es imposible encontrar algo, sobre todo porque no sé que busco. ¿Qué estoy buscando? ¿Una carta de confesión que explique toda mi situación? Díficil. Miro varias veces a mi alrededor, dudando. Tengo ganas de llorar de pura rabia. Me acerco sin pensármelo al armario y me quedo mirando las fotografías que hay pegadas en el espejo. La mayoría las ubico porque son anteriores a estos seis meses o bien porque me las han explicado. Las repaso una a una y suspiro. Igual esto es una gilipollez. Pero todas esas cosas, todos esos detalles, todos esos gestos, todas esas sensaciones. Necesito algo que me demuestre que no me estoy volviendo loca. Acaricio suavemente una de las fotos y entonces caigo.

Un minuto más (Jesús y Daniel Oviedo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora