Capítulo 9

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P.O.V. ROSE

- Tienes razón. Odio el helado de chocolate y te quiero.

Darwin parpadeó confuso y luego abrió los ojos como nunca lo había hecho. En un segundo tenía sus manos en mis mejillas y sus labios sobre los míos, dulces, pero a la vez intensos.

- Como te había echado de menos -murmuraba entre beso y beso. Yo sonreí contra sus labios y por un momento olvidé lo mucho que me dolía la cabeza. Y todos los recuerdos que de golpe se habían implantado en ella, los buenos y los malos.

Se apartó de mí, mirándome fijamente con esos ojos turquesas tan bonitos que tenía. Sentía como si la cabeza me fuera a explotar. Necesitaba tiempo para asimilar todo lo que me había ocurrido. De un momento a otro me puse a llorar con fuerza.

- Oh, no -exclamó Darwin cogiendo mi cara entre sus manos-. No llores, preciosa. Ahora todo va a estar bien. Estamos juntos, eso es lo que importa.

Escondí la cara en su pecho y mojé su camiseta con mis lágrimas. Lo recordaba absolutamente todo. Las palizas, cada vez que me daban otra dosis de esa poción maldita, la historia de Nadia, la mentiras haciéndome creer que yo era ella. Luego tenía algunos pocos buenos recuerdos, como las tardes con Angelique y Aaron. Cuando jugueteaba con el fuego si nadie me estaba mirando y como a veces conseguía engañar al Señor Oscuro. Al que una vez creí mi padre, aunque sus acciones demostraban lo contrario. Recordaba a Melanie la traidora, que solo quería ser el ojito derecho de su padre y él solo la utilizaba.

-Quiero a mis padres -pedí con la voz temblorosa a Darwin, que me miraba con preocupación. Él puso una mueca de tristeza al alejarse de mí, pero asintió de todas formas.

Cuando salió de la habitación me sentí sola, encerrada en mis pensamientos deprimentes. ¿Cómo estarían mis padres? ¿Mis hermanos? Naomi, Josh, mis primos... Incluso me preguntaba cómo estaría el idiota de Adam.

Se escuchó mucho alboroto al otro lado de la puerta y luego el sonido de una sartén golpeando a alguien. Me imaginaba quien había sido. Al segundo siguiente mi madre entró en silencio en la habitación y me miró con esos ojos castaños tan intensos que tenía.

Y me lo transmitió todo con esa mirada. Alivio, amor, felicidad.

Me incorporé en la cama y con la cara llena de lágrimas y una sonrisa temblorosa hice un gesto a mi madre para que se acercara.

- Mami -murmuré cuando me abrazó como si el mundo se fuera a acabar mañana. Y se sintió tan bien llamarla así, como si aun fuera una niña pequeña que amaba a su madre por encima de todo.

Cuando se separó de mí pude distinguir que ella también estaba llorando.

- No sabes el susto que nos habías pegado, pequeña -me dijo con una sonrisa-. Te habríamos que mandar a un colegio de niños pequeños para que lo aprendieras todo otra vez.

- Ja, ja. -exclamé con sarcasmo.

- Ahora en serio. ¿Cómo te encuentras?

¿Físicamente o emocionalmente? Porque emocionalmente estaba hecha un desastre.

- Solo me duele la cabeza -contesté con la mano en la frente.

Mi madre llamó a un guardia para que me trajera un medicamento para el dolor de cabeza y mientras tanto me resumió lo que había pasado mientras "yo no estaba", que era un eufemismo de cuando había estado secuestrada.

Después entró mi padre y no te puedo decir lo feliz que me puso estar con mi verdadero padre por fin. Cuando mis padres se fueron fue el turno de Naomi que no paró de disculparse y llorar en todo el rato.

Frozen fireWhere stories live. Discover now