DIEZ

15.1K 968 43
                                    

Abrí la puerta a Marcela, le serví un café, evadiendo sus preguntas de por qué estaba dormida hasta tan tarde el día de mi boda y me fui a duchar. Mientras el agua caía por mi cuerpo intentaba olvidar lo que había hecho la noche anterior, pero mis intentos fallidos me frustraban. Sentía un nudo en la garganta, deseos de llorar por haber traicionado de esta forma a Alberto, que no se lo merece, mucho menos con su propio sobrino.

Las lágrimas afloraron de mis ojos y se confundieron con las gotas de agua de la ducha. Me sentía tan confundida y a la vez tenía la certeza de que si había actuado de esa forma, no era correcto casarme, obligar a un hombre a creer que soy la mujer ideal, sabiendo que me he dejado llevar por impulsos básicos, por deseos carnales que nada tienen que ver con lo que he tenido con Alberto.

La primera vez lo justificaba: era mi despedida de soltera, estaba muy ebria y de seguro Alberto estaba en algo similar. Pero esta vez, ahora... ahora había algo distinto ¿Por qué engañar al hombre que amo dos veces con la misma persona?

¿Acaso siento algo por Augusto?

Lo segundo me parece aberrante, no puedo, no puedo en tan poco tiempo sentir algo por él. No puedo negar que la sensualidad de su mirada, su cuerpo maravillosamente formado, su forma de seducirme, su forma de tocarme, de hacerme el amor habían despertado en mí sensaciones que ya tenía olvidadas. Tal vez por la adrenalina de vivir algo prohibido o porque, sinceramente, aún no conozco el amor de verdad.

Tantas dudas en mi cabeza... me siento vacilante, indecisa. Tal vez debería contarle a Marcela, desahogar este sentimiento tan extraño y nuevo que me está matando por dentro. Creo que no es una buena idea, debo seguir con este juego, morderme los sentimientos que tengo en este momento. Alberto es todo para mí, es mi estabilidad, la persona con la cual decidí compartir mi vida. No puedo tirar todo a la basura por un par de noches de sexo con Augusto. Además, de solo pensar en el escándalo que eso representaría, significa que tampoco podría estar con Augusto. No tengo más salidas.

Marcela comienza a tocar la puerta de mi habitación y me saca de mis pensamientos.

—Apúrate Zoe, no tenemos todo el día.

—Ya estoy casi lista —respondo.

Apurada corto el agua, cojo la toalla y me la enrollo en el cuerpo. Tomo otra toalla y me la envuelvo en el pelo y salgo. Me encuentro con Marcela en la habitación observando mi vestido de novia.

—Es realmente hermoso, te verás tan linda amiga. Tienes tanta suerte de haberte encontrado al bombón de Alberto y que te vayas a casar con él, no sabes cómo te envidio...

La verborrea de Marcela me aburre, lo que menos quiero en este momento es que me den sermones, preferiría mil veces estar sola en mi habitación, que fuera un día como cualquier otro.

—¿Qué te pasa? —pregunta Marcela al darse cuenta de que no respondo.

—¿Por qué?

—Tienes los ojos rojos, no dices ni media palabra, te has quedado dormida y te has demorado un siglo en la ducha. Algo debe andar mal, tú no eres así.

—No pasa nada, te lo aseguro.

—Te conozco, sé que te pasa algo, tú no eres así —replicó Marcela.

—Deben ser los nervios —repuse.

—¿Nervios? Pero tú no tienes cara de estar emocionada por el matrimonio. Dime la verdad ¿Qué te pasa? —Marcela sigue insistiendo.

—Ya te dije, no me pasa nada, solo estoy nerviosa.

—¿Y por qué tienes los ojos rojos como si hubieses llorado?

—Me entró champú en los ojos, no es nada.

—No te creo. Zoe, sabes que puedes confiar en mí, somos amigas hace mucho tiempo y por lo mismo no me trago eso de que "no te pasa nada" porqué sé que te pasa algo ¿Acaso ya no te quieres casar?

Las palabras de Marcela me irritaban, porque tenía razón. Ella me conocía bastante bien y una parte de mí quería hablar, contarle lo que había hecho con Augusto, decirle todo lo que me provocaba, sacarme esa angustia, esa opresión que tenía en el pecho y que me hacía sentir que para mí todo estaba perdido.

—No me pasa nada. Estoy emocionada y nerviosa por la boda, pero como tú nunca te has casado no sabes lo que se siente. Estoy feliz de casarme con Alberto y compartir hasta el último de mis días con él —mentí una vez más.

Mi respuesta dejó conforme a Marcela y comenzamos los preparativos. Primero el peinado, luego el maquillaje, el vestido y cuando ya faltaba muy poco para la hora, llegó mi padre para acompañarme.

Alberto me llamó también durante el día para saber cómo estaba y para decirme lo ansioso que se sentía con la boda. Su voz se notaba feliz y emocionada. De Augusto no supe nada más. Ignoro por completo cuándo se fue de la casa y me dejó durmiendo sola.

Lo que más me cansaba era tener que estar fingiendo frente a todo el mundo una felicidad que no sentía. Pero no tenía mayores opciones, desde ahora tenía que transformarme en la mejor actriz del mundo.

Nos dirigimos con mi padre y Marcela al lugar donde nos casaríamos. La boda no sería en una iglesia, pues ni Alberto ni yo teníamos costumbres muy religiosas. Optamos por algo más simbólico y nos casaríamos al aire libre en un hermoso jardín que estaba al lado del local donde se realizaría la fiesta.

El contrato de matrimonio se firmaría supuestamente a las 7 de la tarde, pero ya eran más de las 7 y recién comenzábamos nuestro trayecto. Supongo que como toda novia feliz y nerviosa debía hacerme esperar. El problema es que yo no me sentía del todo feliz. 




*****

Mañana nuevo capítulo. No olviden votar y comentar. Un abrazo.

Arriésgate por míOù les histoires vivent. Découvrez maintenant