SEIS

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Sumida en un sueño profundo, dormí algunas horas. El sueño era intranquilo, tal vez producto de mis miedos y del grave error que acababa de cometer la noche anterior. Sin embargo, en mi sueño no parecía arrepentirme de lo que había hecho, sino que buscaba a Augusto desesperadamente en su habitación, quería hacerlo con él otra vez y no lo encontraba, ya se había marchado.

Me despierto de súbito viendo la figura de un hombre en mi habitación.

—Al fin despertaste, cariño —escucho.

Abro los ojos de inmediato, temiendo que mis miedos se hicieran realidad y que fuera Augusto el que estuviera en la habitación velando mis sueños, pero no. Respiro aliviada al ver que Alberto se encuentra a mi lado.

—¿Por qué no te acostaste conmigo? —pregunta.

—Lo siento amor, pero había llegado un poco antes que tú y estaba en el baño. Cuando volví a la habitación te vi en medio de la cama y no quise moverte ni molestarte.  Me imagino que fue una noche agotadora.

—Sí, lo siento. Pero créeme que contigo la paso mejor. No veo la hora de que por fin puedas ser mi mujer y podamos disfrutar de nuestra vida juntos por siempre —comenta ilusionado.

—Sí, amor, espero lo mismo —dije agachando la mirada.

Intercambiamos un par de comentarios sobre nuestra despedida de solteros, nada que nos dejara a ambos en evidencia.

—¿Leíste la nota que te dejé? —pregunta Alberto.

—Sí, ya tuve la oportunidad de saludar a tu sobrino, en la mañana, mientras tomaba un café antes de acostarme.

—Me alegro, ha venido por nuestro matrimonio y estoy tan feliz por eso. Espero que no te moleste que se haya quedado acá. Insistía en ir a un hotel, pero en realidad en la casa hay espacio suficiente para que se quede.

—No hay problema, tu familia también es la mía. Además serán solo unos días.

—Por eso me encantas, eres tan comprensiva.

—Me harás sonrojar.

—Vamos, levántate a comer algo con nosotros, hoy tenemos mucho por hacer.

Tenía razón, hoy traerían mi vestido de novia con los últimos ajustes, debíamos ir a ver el salón donde se realizaría la fiesta y ajustar los últimos detalles del matrimonio.

Me di una ducha rápida, me puse un vestido y luego me reuní con Alberto y Augusto en el comedor. Se notaba que Alberto aún no se recuperaba del todo de la noche anterior, creo que por mi parte era exactamente lo mismo. Había sido una noche de locura y que en el fondo quería olvidar.

—Augusto preparó el almuerzo mientras nosotros dormíamos —comentó Alberto.

—Una pequeña atención a mis tíos, que deben haber tenido una noche agotadora —agregó Augusto.

—Gracias —dije, intentando evadir la conversación sobre la noche anterior —¡Qué bueno que viniste a nuestro matrimonio!

—No podía perderme este evento, le tengo mucho cariño a mi tío y quiero para él lo mejor —hizo una pausa —por cierto, creo que ha escogido muy bien.

—Creo que deberíamos comer antes de que se enfríe —cambié de tema.

—Augusto preparó una lasaña maravillosa, así que comamos —agregó Alberto.

Comenzamos a comer, mientras Alberto y su sobrino intercambiaban algunas palabras respecto de sus estudios, viajes y proyectos futuros. Intenté no meterme en la conversación, simplemente si me incluían respondía.

Me incomodaba mucho la mirada insistente de Augusto mientras comía, más aún porque tuvo la osadía de sentarse frente a mí. Pero eso no era lo peor, sino que con su pierna rozaba la mía y me recordaba que ese territorio ya lo conocía, ya lo había poseído.

Alberto se levantó a buscar un vino para acompañar el almuerzo y no perdí la ocasión para recriminar a Augusto.

—¿Qué crees que haces? —le dije.

—Nada —respondió y se rio de mí.

—Déjame tranquila por favor, no sigas con eso.

—Está bien —dijo resignado.

Me parecía algo extraño que se resignara tan fácilmente, tal vez eran ideas mías y realmente esto iba a quedar en el pasado, como un simple recuerdo de una noche de despedida de solteras, tal vez lo que me había dicho antes no era más que una broma de un chico que quiere divertirse a costa mía.

Alberto volvió y llenó las copas con vino, continuó la conversación justo donde había quedado.

—¿Qué piensas hacer en el futuro? —preguntó a Augusto.

—Tal vez decida volver a Chile, aún no lo sé, estoy pensando en ello.

—Me encantaría que volvieras, por acá se te extraña mucho. Incluso podrías venir a vivir a con nosotros.

—No tío, eso no, si vuelvo puedo trabajar y arrendar algo, no voy a venir a incomodarte a ti y a mi futura tía, que estarán recién casados, ustedes necesitan su espacio.

—Tienes razón, pero no nos incomodas, esta es tu casa, puedes venir cuando quieras. ¿Cierto amor? —dijo Alberto.

—Claro —respondí secamente.

Después de comer, organizamos nuestro tiempo en relación a las actividades que teníamos que realizar en el día. Alberto decidió que esta noche la pasaría en la casa de sus padres y que yo podía quedarme en la casa para arreglar lo del vestido y recibir temprano al estilista que vería mi peinado y maquillaje. La idea me agradaba, ahora más que nunca necesitaba tener un espacio para mí sola. Augusto acompañaría a Alberto para ver a su familia. Los padres de Augusto llegarían el día del matrimonio durante la mañana para acompañar a su hermano.

Pensé en que tal vez sería una buena idea llamar a Marcela o a Carolina para que me acompañaran durante la noche y tal vez desahogarme de lo que había hecho después de irme de mi fiesta, pero luego de analizarlo un rato, decidí guardar el secreto, evitar que mis propias amigas me miraran como una mala persona que engaña a su futuro marido nada más ni nada menos que con su sobrino, justo un día antes de la boda.

Era cierto, mi actitud apestaba, pero lo peor de todo es que no me arrepentía para nada, en mi inconsciente las imágenes de las caricias de Augusto se repetían una y otra vez, haciendo que mi cuerpo se estremeciera de solo recordarlas.

—Vamos querida tía —interrumpió mis pensamientos la voz de Augusto —mi tío nos espera en el auto, hay mucho por hacer.

Asentí y me levanté de mi cama rápidamente. Augusto permaneció en la puerta. Me acerqué para salir de la habitación intentando ignorar su presencia, pero al pasar por su lado, Augusto me tomó la mano y me detuvo.

Arriésgate por míWhere stories live. Discover now