SIETE

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—¿Por qué tan apurada Zoe? —dijo Augusto.

—Alberto, mi novio y tu tío, nos espera.

—Pero puede esperar un poco más, no se enojará.

—¿Qué crees que estás haciendo? ¿Te has vuelto loco?

—Tú me vuelves loco ¿Sabes?

—Por favor no sigas con esto, mañana nos casaremos y quiero hacer feliz a tu tío.

—¿Y tú eres feliz con él?


Me quedo sin palabras ante su pregunta, siento que es tan creído y tan altanero que no quiero responder nada, simplemente salir corriendo de ahí y abrazar a Alberto, mi único y gran amor. Pero antes de que pueda escapar su brazo me rodea la cintura y me atrae hacia él.

Sus ojos se clavaron directamente en los míos. Fue una mirada fulminante, llena de deseo, su otra mano, bajó desde mi hombro hasta mi pecho, deteniéndose en mi seno. Una extraña sensación se apoderó de mí, quería golpearlo por tocarme y tomarme de esa forma, mientras que mi cuerpo pedía a gritos que me siguiera tocando.


—Basta por favor, no me hagas esto —supliqué.

—No te estoy haciendo nada, mírate, sabes que deseas esto, tanto como yo, pero si quieres que te suelte y te deje ir con el aburrido de mi tío, no tengo ningún problema, pero...

—¿Pero qué?

—Primero...


Antes de concluir su frase, su mano tomó mi mentón para impedir que me alejara. Vi acercar sus labios a los míos y envolverlos en el calor de un beso lleno de deseo y pasión. Me sentía débil e incapaz de rechazar aquel beso, que me dejé llevar por un segundo.

Busqué fuerzas en mi interior y sutilmente agarré su labio inferior con mis dientes y lo mordí con fuerza. Inmediatamente me soltó.


—¡Estás loca!  —gritó.

—Te lo mereces, ahora vamos, no vuelvas a hacer eso, de verdad te lo pido, no quiero más problemas. Vámonos.

Salí de la habitación con toda tranquilidad, sintiéndome triunfante frente a mi acto de valentía. Pese a ello, seguía saboreando en mi boca la dulzura de su beso. Había algo en el que me llamaba la atención, que me hacía desearlo.

«Es extraño, nunca pensé que un chico de 20 años, pudiera provocarme tanto en tan poco tiempo, esto no se puede repetir. ¡No se puede repetir!»

Llegué al auto y me senté de copiloto. Puse música para relajarme y me quedé en silencio durante todo el camino. Augusto guardaba silencio, pero de vez en cuando nuestras miradas se encontraban en el retrovisor. Saboreaba sus labios, los tocaba, especialmente en aquel lugar donde lo había mordido. Esa imagen me perturbaba. ¿Cómo era posible que yo, una mujer de 29 años, estuviera tan perturbada por un chico de 20?

Llegamos al salón donde se celebraría la fiesta de matrimonio. El lugar estaba perfectamente decorado, todo en tonos claros. Era un lugar enorme, para las trecientas personas invitadas, perfectamente cabía el doble de personas en el lugar. Pero yo no quería tanta parafernalia, simplemente buscaba algo sencillo, emotivo, con las personas que me importan de verdad.

Me mantuve cerca de Alberto todo el tiempo, temía que por alguna razón Augusto quisiera vengarse por lo que le hice y decirle algo a su tío o tal vez intentar besarme nuevamente. Aunque la idea no me desagradaba del todo, debía evitarla, hacer que se esfumara de mis pensamientos, si tan solo faltaba un día para que me casara con Alberto y ya le había sido infiel. Esto definitivamente no podía repetirse.

Pedimos algunos pequeños cambios en la decoración, coordinamos los horarios y detalles sobre la música. Luego volvimos a casa y el resto de la tarde pasó sin más.

Alberto decidió tomar algunas de sus cosas e ir a casa de sus padres junto con Augusto. Yo al fin estaba sola, esperando que trajeran mi vestido, que no tardó en llegar.

Todo estaba perfecto, el día siguiente sería un día maravilloso, lleno de alegría, ilusión y felicidad. Pretendía con ello dejar atrás las huellas de una noche de pasión impertinente, de una traición de la cual costaba arrepentirse pero debía asumir que jamás se volvería a repetir (por el bien de todos).

Me puse a ordenar todo para el día siguiente. Tenía que ser perfecto y asumía que así sería. Los nervios me estaban destrozando por dentro. Decidí llamar a Alberto para tranquilizarme un rato. Conversamos y me comentó de lo feliz que estaban sus padres con el matrimonio. Dijo que se acostaría temprano para poder recuperarse para el día siguiente. Para ambos sería un largo y emocionante día.

Decidí hacer lo mismo que él. Pensaba en el día siguiente, paseando vestida de blanco tomada de la mano del hombre que amo, dejando la fiesta y la excentricidad de la boda, para llegar a la intimidad de nuestra luna de miel.

No nos tomaríamos muchos días para la luna de miel, pues Alberto no podía dejar la empresa sola por más de una semana. Así que habíamos decidido tomarnos 5 días para estar juntos en las maravillosas playas de Punta del Este.

Parecía una idea perfecta: Alberto y yo solos, disfrutando de nuestros primeros días de matrimonio al lado del mar y de hermosos paisajes.

Sabía que después de eso, lo de Augusto quedaría en el olvido, no sería más que una noche de lujuria, producto del exceso de alcohol.

Me encontraba divagando en estas ideas, sin poder conciliar el sueño. Miraba el reloj que estaba en el muro de la habitación. Faltaban algunos minutos para las doce de la noche. Así sería mi última noche de soltera, solitaria, pensativa y sin poder dormir.

Decidí beber algo para  ver si con eso lograba dormirme más rápido. Imaginaba mi cara espantosa al día siguiente por no haber sido capaz de dormir la noche anterior. Pero tampoco quería tomar medicamentos para dormir, nunca he sido muy amiga de los remedios ni de los médicos ni de ningún mal de ese tipo.

Volví a mi habitación con un vaso de ron con Coca-cola en mi mano, el ron siempre ha sido mi debilidad. Coloqué música para tratar de alejar los nervios previos a la boda y comencé a cantar. Me sentía liberada, como si pudiera apartarme del mundo y pensar solo en mí, todo era perfecto, el sonido de la música, el frío del vaso de ron, la soledad de mi habitación, el vestido de novia colgando en mi closet, listo para usarse al día siguiente.

Tanta calma parecía anunciar la tormenta vendría pronto, pero yo seguía sin darme cuenta de ello.

Arriésgate por míWhere stories live. Discover now