23

991 61 6
                                    

—Siempre había querido venir a Italia. —Dije con emoción

—Bienvenida, amor.

Caminaba por las calles de Italia agarrada de la mano de Klaus, de un día para otro Klaus me había pedido que lo acompañara a Italia, dijo que no se sentía cómodo con dejarme sola en Mystic Falls. Obviamente acepte encantada, ¿Cómo le iba a decir que no a Italia?

—¿Por qué venimos aquí? —Pregunte

—Por la espada del cazador, nos llevará a una cura que usaré con Elena antes de que traten de usarla contra mi.

—¿Una cura para el vampirismo? —Pregunte

—Si. —Responde— ¿No quisieras convertirte en humana?

—No lo sé.

—Tengo pensado dársela a Elena, pero si tú la quieres solo tienes que decirlo y será completamente tuya. —Dice, sonreí— Te daré todo lo que tú me pidas, Emma.

—Que lindo, Klaus, pero no. —Lo mire— Soy poderosa, no quiero dejar de serlo.

—Ya piensas como yo. —Dice orgulloso— Ahora, dime, ¿A dónde quieres ir?

—Jamas he estado en Italia. —Rode los ojos

—Te llevaré al mejor restaurante. —Dice para luego caminar más rápido.

[...]

Llevábamos como veinte minutos en el restaurante y ya me quería ir. Con tan solo mirar a las meseras coquetear con Klaus me ponía de malhumor.

—Disculpa, dice mi amiga que si le podrías pasar tu número de teléfono. —Le dice la mesera a Klaus, este me miró de reojo y sonrió

—Dile a tu amiguita que deje de coquetear con los clientes y se ponga a hacer su trabajo. —Le dije molesta, ella se sonrojo de vergüenza y asintió, sonreí al verla retirarse de mala gana— Maldita perra.

—Tranquila, amor. —Dice Klaus, rodé los ojos

—Deja de sonreírles, vas a hacer que se desmayen.

—Suelo causar ese efecto en mujeres. —Dice con una sonrisa— Así te ponías tú.

De tan solo acordarme me sonroje, mire a otro lado.

—Pues que ridícula me veía. —Me cruce de brazos aún con las mejillas rojas.

—Emma..

—¿Si?  —Levante la mirada encontrándome con esos lindos ojos de color verdes, su mirada brillaba, me miraba de una forma tan dulce.

—Te ves muy linda. —Se inclina ligeramente a mi— Eres la chica más perfecta que mis ojos han visto.

Sentí mis mejillas arder, jamás he sabido cómo responder ante esos cumplidos.

—No hagas eso. —Murmure

—¿Hacer que?

—Tratar de confundirme. —Dije, él sonrió como un angelito— Hablo en serio, Klaus.

—Pero mi amor, no estoy tratando de hacer nada.

—Claro que si.

La pequeña Salvatore Where stories live. Discover now