Capítulo 12

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Me removí sobre la cama, manteniéndome en una especie de sueño, pero al mismo tiempo consciente, más no podía despertar del todo.

Sentía la presencia de alguien en la habitación, también la frialdad de sus manos sobre mi cuerpo; quise moverme, pero me fue imposible, entonces de a poco mis ojos se fueron abriendo, desprendiéndose de esa manta pesada que había caído sobre ellos.

—¿Qué demonios? —Exclamé asustada, luchando por mover mis brazos que ahora me percaté se hallaban atados por encima de mi cabeza mientras que Hadrien, sentando encima de mí, me miraba con diversión.

Desgraciado. Sabía que pronto tendría que verle la cara, una semana me permitió descansar de él y ahora para mi desgracia el tiempo de calidad sin tener que soportarlo, había terminado.

—Desátame —le pedí nerviosa, notando la desnudes de mi cuerpo... Y el suyo. Tragué saliva y mi respiración se hizo pesada cuando se inclinó hacia al frente, dejando su rostro cerca del mío sonriendo malicioso.

—No —espetó.

—¡Desátame, Hadrien! —Levanté la voz tratando inútilmente de soltarme.

—Deja de gritar, no gastes fuerzas. No voy a hacerlo —me hizo saber con tranquilidad—. Te he dejado en paz por muchos días.

—No quiero que me toques cuando te metes con cuanta mujer se te pasa por el frente, puedes contagiarme de algo —dije. Él se quedó serio y me miró como si hubiera dicho la mayor estupidez.

—Cállate y no digas estupideces.

Dirigió sus labios a mi cuello y comenzó a besarlo lentamente. Me removí tratando de dificultarle un poco más las cosas, pero él era más fuerte sin contar con que yo estaba imposibilitada para defenderme.

—¡Auxilio! —Grité, lo que provocó una risa por parte de Hadrien.

—Puedes gritar todo lo que quieras, la habitación está insonorizada —murmuró en tono burlón.

—Maldito seas, Hadrien, ¡déjame! —Insistí.

—Calla, que esta vez vas a disfrutarlo más. —Y sin ser delicado me mordió por encima de uno de mis pechos.

Arqueé mi espalda cuando lo hizo y eso pareció gustarle más; con su boca se dedicó a jugar con mis pechos, dándole atención a uno y después a otro mientras que yo, desesperada apretaba los labios para evitar que algún sonido de satisfacción saliera de ellos.

—Ahora si puedes gritar, me gusta escucharte, me excita como no tienes idea.

—Eres un psicópata, estás enfermo —espeté mientras él reía de nuevo sin que mis palabras le afectaran un poco.

Besó mi abdomen despacio y bajó hasta mi entrepierna, instintivamente cerré mis muslos, pero él con sus manos los volvió a abrir clavando sus dedos en mi carne, sujetándolos con firmeza, manteniéndolos abiertos completamente.

Cerré mis ojos al sentir su boca chocar contra la calidez de mi sexo. Mi respiración se volvió errática ante los movimientos que él hacía, recorriendo con su lengua de arriba abajo cada centímetro de mi centro, besando, mordiendo, chupando con fuerza, haciendo de su placentera tortura un patrón.

—Grita, Gabrielle —me pidió. Su aliento en esa parte me causaba escalofríos.

Me mordí el labio fuertemente para no hacerlo, no le daría el gusto.

Entonces él decidió detenerse, comenzó a darme suaves besos en la cara interna de uno de mis muslos, pasaba su lengua como si estuviera probando mi piel, como si yo fuera su comida, aunque prácticamente sí lo era.

A tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora