Capítulo 7

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—Dios... —Susurré sentándome sobre la cama de golpe.

El corazón aun me latía desbocado, una frialdad me recorría el cuerpo y se instalaba en mis piernas, era una sensación horrenda y que me estremecía entera. Todo a causa de una pesadilla me fue la culpable de que ahora haya despertado.

Noté que me encontraba sola en la habitación de Hadrien, no había rastro de él por ninguna parte, y me pregunté hasta que ahora se quedó a mi lado, no supe el momento en el que me quedé dormida. Me perdí completamente.

—¡Luz! —Grité recordando a mi gatita. Con todo lo sucedido anoche ni siquiera pensé en ella. Me levanté de la cama y salí de la habitación corriendo.

Afuera no había nadie en el pasillo, todo estaba sumido en un silencio sepulcral; al acercarme a la planta baja avancé hacia las escaleras.

Sin embargo, me quedé de una pieza en el comienzo de ellas cuando oí la manera en que Hadrien le gritaba a alguien:

—¡Son unos ineptos! ¡No admito errores y ustedes lo saben! —Pobres no me gustaría estar en su lugar— Ahora váyanse..., si esto ocurre de nuevo, el castigo será la muerte —advirtió sin que le temblara la voz.

—Sí, señor —le respondieron en unísono.

Reaccioné al no escuchar más sonido y di la vuelta caminando de regreso a la habitación. Ciertamente no quería ver a Hadrien ahora que se hallaba tan molesto.

—Gabrielle —me detuve en seco, conteniendo la respiración mientras sentía su penetrante mirada sobre mi espalda.

Cerré los ojos un momento y di la vuelta para ir hacia él, más no fue necesario, Hadrien ya estaba frente a mí, con Luz en sus brazos. Sonreí aliviada.

Ella parecía cómoda con él, como si estuviera acostumbrada a estar entre sus brazos, lo cual me desconcertó, Hadrien en raras ocasiones se acercaba a Luz. Mejor dicho, nunca se había acercado a ella o al menos jamás me percaté de ello.

—Luz... —El alivio fue notable en mi voz. Hadrien me mostró un atisbo de sonrisa y le acarició el pelaje a mi pequeña.

—Es lo que estabas buscando, ¿cierto? —Inquirió, asentí tomando a mi gatita entre mis brazos sin quitarle la mirada de encima a Hadrien. Me intimidaba, aun lo hacía. Vislumbraba algo bestial en sus ojos oscuros que ahora poseían destellos rojos.

—Gracias, yo... Ahora ya estoy tranquila —balbucee alejándome súbitamente de él.

Tragó saliva y su lengua mojó sus labios en un acto sexy que me produjo escalofríos; sus ojos recorrieron mi cuerpo y el rojo en sus ojos se acentuó más.

—Deberías darte un baño —me sugirió señalando mi ropa que estaba manchada de sangre al igual que mi brazo—, me provocas sed. —Lo miré con los ojos muy abiertos y retrocedí aún más.

Tragué saliva nerviosa y oculté la agitación de ansiedad que me sobrevino de golpe al oírlo; hacia bastante tiempo que no bebía de mi sangre y era consciente de que probablemente hoy lo haría.

Hadrien sonrió de lado, una sonrisa tan malditamente sensual y que era capaz de seducir a cualquiera, maldita sea que era tan apuesto. Sin embargo, aunque me mostrase su rostro de ángel, sabía que por dentro era un demonio.

—Sí... Yo... Lo haré, lo haré justo ahora —musité balbuceando de nuevo.

Él no dijo nada más y yo no esperé a que lo hiciera, di la vuelta y caminé de prisa entrando a la habitación casi corriendo. Me quedaría en la de Hadrien, ni loca regresaba a la antigua, tal vez ahí seguían los cuerpos de los licántropos y no tenía estómago para digerir de nuevo sus espantosas formas, mucho menos cuando se hallaban muertos luciendo mucho peor que vivos.

A tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora