Capítulo 40

152K 10.7K 1.5K
                                    

Percibía la suave tela de las sábanas debajo de mis dedos; me encontraba despierta, pero negándome a abrir los ojos porque de aquella manera podía visualizar a Hadrien tal y como era, verlo de nuevo como si estuviese conmigo y nada de lo que aconteció la noche anterior hubiese sucedido.

No sabía dónde estaba, mucho menos quién me había traído aquí, la verdad es que era lo que menos me importaba.

Temblé y me hice un ovillo sobre la cama abriendo al fin los ojos, encontrándome en una habitación de paredes blancas y luminosas que no conocía; era la única que se encontraba en ella, no había nadie más conmigo, él no estaba conmigo y eso me rompía el alma en pedazos.

—Hadrien —susurré mientras llevaba la mano al pecho, ahí donde mi corazón debía de estar latiendo.

Apreté las manos en puño y me incorporé acercándome al ventanal que se mantenía con las cortinas abiertas de par en par permitiendo que toda esa luz que desprendía el sol entrara por completo a la habitación que de tan hermosa que era podría lucir irreal.

No conocía nada de lo que había frente a mis ojos y parecía que no había humanos cerca, sólo cientos y cientos de kilómetros de bosque y montañas, que los únicos sonidos de seres vivos que lograban apreciar mis odios, era el de los animales.

Cabe mencionar que el sitio era hermoso por lo que lograban apreciar mis ojos, sin embargo, de qué me servía estar en un sitio como este sin la compañía de mi alma gemela, ¿qué caso tenía seguir aquí? ¿Cómo podría seguir existiendo?

No me percaté en qué momento mis mejillas se llenaron de sangre, en que instante esta comenzó a manchar mis ropas y manos cuando me vi agachando la cabeza, temblando sin dejar de llorar. Me resultaba imposible controlarlo, el llanto salía libremente como si lo que yo quisiera no importara.

En mi pecho se instaló un vacío, la necesidad de verlo de nuevo, de tenerlo conmigo... Quería a Hadrien de regreso, quería estar con él. ¿Por qué demonios seguía aquí?

—Hadrien —pronuncié de nuevo su nombre con demasiado dolor.

—¿Por qué tanto drama? —Preguntó una voz a mis espaldas.

Al oírlo me volví abruptamente, encontrándome con aquel vampiro que tantas veces temí, pero que ahora me brindaba la más grande las alegrías; permanecí estupefacta por unos segundos asimilando lo que sucedía, contemplando la idea de que quizá esto era producto de mi loca imaginación que desesperada buscaba la forma de llenar el vacío que Hadrien había dejado.

Sin embargo, al caminar y acercarme con lentitud a él empujando la distancia que nos mantenía separados, me di cuenta de que era real, que no soñaba ni imaginaba; era él y estaba aquí, frente a mí, como si nada le hubiese pasado, como si la muerte jamás lo hubiese tenido en sus manos.

—Hadrien —dije extendiendo el brazo, tocándole la mejilla con cuidado, cerciorándome de lo que veían mis ojos.

Él, suspirando con cansancio y no dejando entrever sus sentimientos, me cogió entre sus brazos, estrujándome en ellos con fuerza.

Y yo, emocionada y con mil emociones a flor de piel, me abalancé sobre su cuerpo y ambos caímos al suelo, pero en ningún momento lo solté, sino que busqué aferrarme más a su cuello, sollozando un poco por la alegría que sentía y también recordando el miedo que experimenté al contemplar la idea de que estaría sola, que lo había perdido para siempre.

—Me encuentro aquí, contigo, Gabrielle. No llores más —pidió en voz baja.

Suspiré e intenté controlarme a sabiendas de que él no toleraba el verme llorar y ahora lo menos que deseaba era incomodar el momento que ambos deberíamos disfrutar, aunque ya nada podía hacer para ocultar el mal estado de mi rostro. La sangre se secaría y yo terminaría siendo una imagen digna de un cuento de terror.

A tu lado ©Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum