Capítulo 37

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Horas más tarde llegamos a una ciudad, no sabía cuál era, no presté demasiada atención, no es como si me interesara mucho, tenía otras preocupaciones dando vueltas en mi cabeza.

Estaba comenzando a anochecer cuando él detuvo al fin el auto, después de haber conducido por la ciudad como si la conociera a la perfección, aunque debía de ser así.

Yo sólo me dediqué a observarlo, grabando cada facción de su cara en mi memoria, viéndolo como alguien normal y no como el gobernador de una especie que ahora quería asesinarme, bueno, a ambos.

—¿Qué hacemos aquí? —Pregunté al ver el edificio viejo y en mal estado al que estábamos entrando.

—Alimentarnos. —Apreté las cejas ante su respuesta. No quería asesinar a nadie, claro, sí es que había alguien allí dentro, aún no podía escuchar nada, quizá por los nervios que no me dejaban concentrarme.

Subimos por unas escaleras que tuvieron mejores tiempos, prácticamente estaban a punto de caerse en pedazos, aunque eso no es algo que nos preocupara, no es como si pudiéramos morir ante la caída.

El lugar era demasiado viejo y estaba completamente abandonado, bueno, eso era lo que pensaba hasta que escuché el latir de dos corazones humanos, sus latidos eran muy leves que tenía que prestar demasiada atención para poder apreciarlos. Parecían dos zumbidos débiles que iban al unísono.

Hadrien me guio por un pasillo sin soltar mi mano en ningún momento; resultaba algo tétrico el estar aquí, y me di cuenta de que siempre frecuentaba lugares de espanto de la mano de Hadrien. Tanto como en los bosques por los que habíamos pasado, así como también aquella cueva y ahora este sitio lleno de polvo y roedores.

Él se detuvo frente a una puerta, o bueno, lo que quedaba de ella; la abrió y tras ella se hallaban dos chicas muy jóvenes, vestían ropas elegantes y parecía que venían de alguna fiesta. En sus mejillas se hallaban marcas del maquillaje que se quedó adherido a su piel gracias a las lágrimas que ya habían secado.

Una venda les cubría los ojos, no se encontraban atadas, sólo sentadas sobre el suelo completamente débiles y sin poder ponerse de pie. Y a un costado de ellas estaba un vampiro al que reconocí como Lucas.

—Queridos amigos —dijo llegando hacia nosotros.

Le dio un leve abrazo a Hadrien y después depositó un beso en mi mejilla como si fuéramos grandes amigos; lo miré incómoda y recelosa.

—Como puedes ver, te traje lo que me pediste —dijo señalando a las chicas.

—Gracias —murmuró Hadrien.

—Los veo afuera —añadió para después salir de la habitación dándonos algo de privacidad.

Me volví a ver a Hadrien, pero colocando su dedo sobre sus labios me pidió guardar silencio.

Él se acercó a una de las chicas, la obligó a ponerse de pie; era alta y de cabello negro y largo, a duras penas pudo mantenerse firme entre los brazos de él.

Mi vampiro por su parte tenía una mirada de cazador en sus ojos, lucía arrebatador y sexy y debo admitir que me sentí celosa al verlo tan cerca de ella, pero sabía que sólo lo hacía para alimentarse.

Lo imité acercándome a la otra chica, que al sostenerla me percaté de que se encontraba muerta de miedo. En cuanto sintió la frialdad de mis manos contra su piel se estremeció y las pulsaciones de su corazón fueron en aumento de forma drástica; sentía su piel y como se erizaba, como la sangre comenzaba a correr más deprisa por sus venas, calentándose más y más. Me gustaba sentir su miedo, su nerviosismo, volvía el sabor de su sangre más... exquisita, aunque ninguna se comparaba con la de Hadrien.

A tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora