Capítulo 14

174K 14.2K 3.9K
                                    

Día tras día transcurría y con cada uno de ellos me comenzaba a dar lo mismo. Perdí la noción del tiempo, o, mejor dicho, dejé de contar el tiempo. Así que ignoraba si transcurrieron días o semanas, aquí era lo mismo: la misma insulsa rutina de despertar, comer, salir a caminar, para que cuando cayera la noche me arrastraran de nuevo a mi encierro para dormir y así al siguiente día despertar y volver a iniciar una y otra vez la monotonía.

Hadrien se hallaba ausente, mi tía por igual, hacia bastante tiempo que no se paseaba por aquí y Marco, para mi alegría, regresó y era quien hacía de mis días aquí más llevaderos.

Cogí mi cabello en un moño alto y me miré con una sonrisa. Al menos no había olvidado cómo hacerlo después de todo lo que me sucedía. Me daba la impresión de que la vida se ensañó conmigo y trazó un destino de lo peor para mi futura eternidad.

Sin borrar la sonrisa de mis labios me volví cuando la puerta fue abierta, sin embargo, no se trataba del vampiro que estaba esperando, así que me sonrisa se borró de golpe. Hadrien lo notó enseguida y vi cierta tristeza cruzar por sus ojos rojos.

—Tengo hambre —me dijo lo que era obvio. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que probó mi sangre.

Suspiré resignada y me senté sobre la cama, de nada me servía negarle mi sangre, él de cualquier manera la tomaría y era mejor para mí si no lo hacía enfadar, así no me causaba dolor.

Hadrien se sentó a mi lado, sin decir nada. Lo notaba algo cansado, como si estuviese preocupado. Lo cual ignoré; no debía de importarme lo que sea que estuviera sucediendo con él.

—Aliméntate —le dije haciendo mi cabello a un lado mientras inclinaba el cuello un poco. Él hizo una mueca de desagrado.

—No me gusta así, pero tengo demasiado trabajo. —No entendí a lo que se refería, pero tampoco quise preguntar.

Acercó su rostro a mi mejilla y ejerció un poco de presión con sus labios. Cerré los ojos ante su cercanía; erizó mi piel y sin entender por qué, todo lo malo que sentía hace unos momentos desapareció, como si con su sola cercanía fuese capaz de aliviar todos y cada uno de mis males, incluso cuando también significaba sufrir. Él tenía el poder de curarme y lastimarme al mismo tiempo.

Detuve mis cavilaciones para prestar atención a otro detalle que hace poco descubrí pero que al tenerlo así de cerca y sin tener la mente ocupada en discutir, pude prestarle atención a ese sutil olor que él desprendía y abrazaba mis sentidos. Lo que era realmente extraño, poseía una especie de aroma a chocolate que me hacía sentirme irremediablemente atraída.

Hadrien llamó mi atención al besarme el cuello, deslizando su nariz por él para finalmente morderme suavemente sin causarme dolor. Como solía suceder siempre pude percibir el segundo exacto en que sus colmillos perforaban mi piel, hasta pude imaginar su cara de satisfacción mientras mi carne blanda se rompía y así al fin mi sangre fluyera hacia su boca.

Mi respiración se aceleró gracias al placer que me provocaba, entraba a una especie de éxtasis que me resultaba aún mayor que el sexo.

Jadeé y atrapé las sabanas entre mis dedos, cerrando las manos en puño y echando mi cabeza hacia atrás; Hadrien me sostuvo metiendo su mano entre mi cabello, tirando de mí con firmeza, pero de manera sutil, directamente a lo blando de su boca, finalizando momentos después cuando hubo estado satisfecho, soltándome despacio y depositando otro beso en mi cuello que me dio escalofríos, mas no de mala manera y eso fue lo peor.

—¿Irás al laberinto?

—Sí —susurré sintiéndome ya sin muchos ánimos, la pérdida de sangre afectaba demasiado.

A tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora