Capítulo 36

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En cuestión de horas y de haber corrido sin parar por bosques y lugares desiertos, arribamos a un pueblo lo suficientemente alejado del castillo, con muy pocos habitantes, pero una gran mayoría de turistas quienes eran los que abarrotaban las calles angostas y empedradas, todos ellos con cámaras en sus manos, hablando en otros idiomas, sonrientes y tranquilos... Tan ajenos a lo que se vivía fuera de sus frágiles burbujas humanas, sin saber que en menos de lo que pensaban alguien como yo o como Hadrien podría acercárseles y reventarla de golpe acabando así con su efímera vida. Porque ahora que era un vampiro me daba cuenta de la vida tan corta que poseían los humanos: cincuenta, sesenta, cien años que para mí sólo serían más que simples días.

Fue fácil para ambos escabullirnos entre los turistas, rentamos una habitación en un pequeño hostal y ahora me hallaba en ella sentada sobre una pequeña cama matrimonial. Posiblemente no dormiríamos cómodos, pero me alegraba tener una superficie blanda en la cual descansar, no sabía que nos podía deparar el día de mañana.

—Marco —lo escuché decir y presté atención a su plática.

Hadrien estaba mirando por la ventana, abriendo sólo un poco la cortina como si estuviese asegurándose de que nadie había venido detrás de nosotros.

—¿Mi padre?

—Él se encuentra a salvo, señor. ¿Usted y Gabrielle...? —Le respondió Marco del otro lado, podía oír perfectamente su conversación gracias a mi oído infalible.

—Estamos bien —le contestó con tranquilidad.

—Me alegro. Debo informarle que los miembros del consejo encabezados por Anthony llegaron al castillo en busca de la gobernadora, y al saber que la ha ayudado tomaran eso como excusa para destituirlo de su puesto y en su lugar han nombrado a su hermano. Su padre está furioso, pero no hay mucho que pueda hacer al respecto por ahora —explicó.

—¿Con qué eso pretenden? Me parece perfecto. Veremos quién gana —añadió por último para terminar la llamada.

—No pueden darle el puesto de gobernador, Hadrien —espeté sin poder contenerme.

—Créeme, sí pueden —me corrigió.

—Nos matará, a ambos. —Negó seguro de sí mismo, no se veía preocupado, ya no.

—Son pocos los vampiros que igualan mi fuerza, Gabrielle, y entre ellos solo se encuentran mi padre y Vadhir, así que no tienes que preocuparte, voy a protegerte —apremió con seguridad.

—¿Y quién te protege a ti, Hadrien? —Repliqué con angustia. Él sólo pensaba en mí y yo era tan débil como para poder protegerlo.

—Mientras tú estés a salvo, todo estará bien.

Guardé silencio un tanto sorprendida; me costaba trabajo creer que fuera Hadrien quien me dijera aquellas palabras, él quien se había comportado de la peor manera conmigo, quien me asesinó de una de las maneras más crueles y volvió mi vida en un verdadero martirio mientras era humana.

Su cambio era radical, parecía que era otro vampiro. Y yo sólo me pude sentir agradecida y muy segura de tenerlo a mi lado, de tener esta versión de él que no llegaba en las mejores circunstancias, pero al final de cuentas sucedía y eso no lo cambiaba por nada.

Apenas y le dediqué un atisbo de sonrisa y luego me cubrí el rostro con ambas manos, dejando mi cabello caer contra él como una cortina que me sirvió para que Hadrien no observara el dolor que surcó mi rostro cuando una punzada más de dolor atravesó mi pecho, recordándome lo que perdí. Y desafortunadamente me estaría acompañando por un buen tiempo.

—Te duele —dijo, y no era una pregunta.

—Es... horrible... como si una parte de mí hubiera muerto con él. —Lo sentí sentarse a mi lado.

A tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora