Capítulo 6

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Unas pequeñas mordidas en los dedos de mis pies me hicieron despertar, diminutas mordidas que me provocaban cosquillas. Me senté sobre la cama y vi a Luz muy entretenida con pies.

Sonreí.

—Luz, quiero dormir. Deja de morderme —pedí como si ella fuese a entenderme de algún modo.

Mi gatita ronroneó y lamió mis dedos haciéndome más cosquillas, la tomé y la bajé de la cama, ella corrió por la habitación y salió por la puerta cuando esta fue abierta por una de las mujeres de la servidumbre del castillo. Me sonrió amable y dejó mi comida en la mesa y la de Luz junto a su caja de arena. Sin embargo, mi pequeña amiga tal parecía que comería después.

Había notado que desaparecía cuando Hadrien se encontraba en el castillo, no tenía la menor idea de dónde se iba a meter.

—Gracias —dije hacia la mujer antes de que saliera. No recibí respuesta y me puse de pie.

Llevaba cuatro semanas en el castillo y dos semanas que no había visto a Hadrien, lo cual me tenía intrigada, ya que nadie me decía nada. Me preguntaba si tendría mucho trabajo o si le habría sucedido algo. Instintivamente llevé mi mano al pecho, contemplar que algo le ocurriera o lo dañara, me preocupaba; resultaba ilógico luego de cómo se comportó conmigo, así que alejé esos pensamientos y me senté en la silla para comenzar a comer.

Lo hice sola, como venía sucediendo desde hace días, ya ni siquiera Marco venía y lo echaba de menos. Mi tía tampoco se aparecía por aquí y a veces pensaba que era un castigo de Hadrien el mantenerme aquí dentro sin ningún tipo de compañía. Eso podría volver loco a cualquiera.

Probablemente así acabaría: Loca.

Cuando terminé de comer, procedí a ducharme, tenía pensado salir de aquí, no creía que a Hadrien le molestara. Me vestí con un vestido holgado y con algunas flores de encaje en color lila, me calcé las sandalias y dejé mi cabello suelto. Me sentía fresca y bonita.

—Marco —lo llamé como si estuviese dentro de la habitación. La puerta se abrió en menos de un segundo y mi guardia favorito apareció.

—¿Qué sucede? —Preguntó.

—Quiero salir al jardín —avisé; él pareció sopesar su respuesta unos segundos.

—Pero yo iré contigo. —Rodé los ojos. No es como si fuese a escapar, pero, en fin.

—Si no hay más remedio —acepté resignada.

Salimos juntos de la habitación, encontrándonos con Luz en el camino; la cogí entre mis brazos y luego Marco me pidió cargarla. A Luz le agradó y ronroneaba contra su pecho mientras nos dirigimos hacia el laberinto. En el camino también nos encontramos con los guardias vampíricos, todos ellos de caras largas y pálidas, no sonreían, no mostraban un ápice de alegría. Parecían estatuas que podrían llegar a asustar.

Cuando entramos al laberinto me quedé maravillada al observar lo hermoso que era. Me preguntaba quién se encargaba de mantener tan bien cuidados los arbustos y las flores, era tan enorme, aunque para un vampiro con la velocidad, agilidad y la fuerza que poseía, no sería tan difícil el mantener este sitio perfecto.

Nos detuvimos frente a la fuente que estaba llena de agua cristalina. Me senté en una banca y Marco dejó a Luz en el suelo y tomó asiento a mi lado.

—¿Cuándo volverá Hadrien? —Pregunté con la mirada en el cielo.

—¿Lo extrañas? —Replicó mirándome. Yo no lo hice.

—No —contesté con prisa y lo escuché reír.

—Debes tener paciencia con él. Es un buen hombre. —Ahora la que quiso reír fui yo.

A tu lado ©Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum