CAPÍTULO 47

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*Tres años después

EMILY

Llegó el día.

¿Supuestamente debería sentirme feliz, no? A fin de cuentas, era el día de mi boda.

Sí... era el día de mi boda. Guau... Qué rápido pasaban los años y que lento se iba el dolor y el recuerdo de aquellos que ya no estaban presentes.

Hace un par de años y-yo... y-yo... Bueno, eso lo dejaré para más adelante, aún no estoy preparada para contarlo. Ahora sólo debía fingir estar bien durante todo este gran día y luego no tendría porqué fingir delante de nadie. Debía mantenerme serena durante toda la celebración de hoy, y una vez a solas, junto a él, podría llorar si era necesario, podría desahogarme, podría expresarme sin sentirme vulnerable y frágil. Pero me odiaría a mí misma si no conseguía controlar todas esas emociones y lo hacía delante de todos los invitados; familiares, conocidos, amigos, fotógrafos, músicos, camellos (así es, sé de alguien que le pareció una muy buena idea invitar a Ben a esta celebración. Genial, ahora como regalo de bodas, entre otros muchos, tendría unos brownies hechos de marihuana).

Lo que me faltaba ya.

Pero el pequeño detalle el cuál había olvidado mencionar era que con la persona con quien me casaba era nada más y nada menos que...

¿Qué? ¿Te puedes imaginar quién es, verdad? Lo sé, soy bastante predecible, te felicito si lo has adivinado.

Me acuerdo casi como si hubiese sido ayer el día en el que planeamos este día, el día en el que le dije: «Por favor, hazlo, hazlo como si estuviésemos en el altar», y acto seguido me besó, me besó como si aquel día fuese una simulación de lo que en un futuro iba a ocurrir.

¿Ya sabes de quién hablo, no? Seguramente estés en lo cierto. Hoy era el día de mi boda y me casaría con el mismísimo Connor Blackbear.

Dios santo, todo esto era tan... tan... surrealista.

Mi pelinegro favorito, aquel quien en su día me salvó, aunque se haya negado un millón de veces a aceptarlo, gracias a él, a día de hoy sigo aquí. No solo por lo de... bueno, por lo de aquel día en la carretera. Por lo que intenté hacer aquel día. No, a lo que yo me refiero es a algo más extenso, más profundo que todo aquello. Me refiero a que él ha sido el bastón donde cada vez que algo dentro de mí fallaba — y metafóricamente hablando, me impedía caminar—, siempre ha estado ahí para sujetarme, para levantarme los ánimos cada mañana, para seguir luchando contra esta vida de mierda la cual creía plenamente que se dedicaba día tras día en ponerme baches y obstáculos. Como diciendo: Venga, vamos a poner a prueba a este ser de aquí. Vamos a llenarle el camino de obstáculos, baches y más baches. Problemas, adicciones, recaídas... Ummm todavía sigue en pie, y yo pensaba que ya se había dado por vencida. Vamos con todo el cargamento capitán. Vamos a hundirla en la miseria.

Literalmente la fuerza poderosa, sobrehumana o paranormal que dirigía todo este mundo me la imaginaba tal cual como la había descrito. Podría quejarme, pero no lo haría, ¿y sabéis el por qué? Porque la vida no había sido tan hija de puta como para dejarme sola, al menos me trajo a Connor, quien me ha sacado de todos los bucles sin salida en los que había entrado y parecía imposible salir de ninguno de ellos. Hasta que él lo lograba, siempre lo hacía. Cumplió su promesa el día en el que me dijo que lucharía por mí, que no se rendiría, al igual que había hecho yo con él. Dijo que nunca se alejaría de mí, por muy impulsiva y bipolar que fuese a veces. Cumplió su palabra y a día de hoy la mantiene.

Y otra de las razones por la cual podía llorar cuanto quisiese, pero en ningún momento me permitía a mí misma quejarme, era porque había otros que ya no permanecían junto a nosotros. De una manera trágica, despiadada y cruel, el mundo había tenido otro destino para ellos.

Todo era demasiado bonitoWhere stories live. Discover now