Capitulo 39 (Maratón 4/7)

184 20 0
                                    

Finalmente Claudio aceptó, pero se negó a ir en mi auto así que tuvimos que ir en el suyo. Llegamos a una heladería que los niños eligieron, ya que tenía una enorme área de juegos. Tenían cerca de veinte sabores, los cuales Claudio tuvo que mencionar al menos tres veces para que Pablo y Mariana pudieran decidir, en especial Mariana quien aún no sabía leer del todo bien.

- ¡Fresa! -dijo Mariana quien estaba en
brazos de su hermano
- ¡Vainilla! -se unió Pablo
- Me hicieron repetir los sabores, ¡Tres veces! Para elegir lo mismo de siempre - les reclamó en juego y ambos rieron al igual que la cajera quien con una enorme, y por supuesto estúpida sonrisa, no dejaba de mirar a Claudio.
- Chocolate-dije de mala gana.

Como era de esperarse, no me dejó pagar y no precisamente por caballerosidad, si no por su actitud de "No necesito nada de ti".

-Yo los había invitado - le dije molesta sentándome en uno de los cómodos y llamativos sillones del colorido lugar. No me respondió nada, solo recargó sus codos en sus rodillas y cubrió su rostro
- ¿Por qué me habías dicho que te "comenzaba" a agradar si no era cierto? - tomé la cuchara para tomar un poco de helado y llevarlo a mi boca.
- Yo no mentí - dijo volteando hacia mí - Me agradaba la Emilia de ese día.
- ¿La Emilia de ese día? - pregunté
entre risas
- Sí - se recargó en el sillón y recargó su brazo en el respaldo de éste quedando su brazo casi a la misma distancia que mi hombro - Despreocupada, sin maquillaje, sin todos esos accesorios de sobra - rió.

- Es lo mismo Claudio - le dije riendo - Con vestido, en pantalón, en short, con maquillaje o no soy la misma.

- Claro que no - dijo serio- Nunca eres la misma. - aseguró - Eres una en el campus, eres otra en tu casa, eres otra conmigo, eres otra con Silverio, eres otra con Antonia, eres otra con
mis hermanos - tenía razón - ¿Y sabes qué es lo malo?
- ¿Qué? - contesté intimidada
- Que nadie sabe cuál es la verdadera. - un silencio nos inundó, solamente entre nosotros ya que todo alrededor nuestro seguía su común ritmo, personas platicaban, niños corrían de un lado a otro.

- Entonces ya tenemos algo en común... -dirigi mi mirada hacia él, quien solo volteó y me miró esperando una explicación - También en el campus eres otro, en tu casa otro, conmigo otro... Incluso ayer eras otro-regresé mi mirada al helado que comenzaba a derretirse

- No es...

- No digas nada. - lo interrumpi, no le estaba pidiendo explicaciones - ¿Quieres? - le dije rompiendo el silencio nuevamente solo entre nosotros.

- Odio el chocolate - dijo negando con la cabeza

- ¡Eres un mentiroso! - le dije riendo - Casi te acababas tú solo un pastel de chocolate y ahora lo odias - se unió a mis risas, no podía negar que no era otro.
- Solo comí un poco - dijo frunciendo
el ceño
-¿Un poco? Si claro - dije sarcásticamente, tomé un poco de helado con la cuchara una vez más y la acerqué a él - Vamos solo un poco - me puse de rodillas sobre el sillón para acercarme solo un poco más
-No-se negó nuevamente
- Se derretirá y caerá en tu ropa- canturreé

- Que no - dijo riendo al mismo tiempo que me abrazaba por la cintura haciéndome quedar nuevamente sentada, sólo que nuestra distancia se había convertido a prácticamente nada. Levanté nuevamente la blanca cucharilla y la acerqué a él quien finalmente abrió la boca. Sonrei victoriosa y esta vez yo tome su mejilla con mi mano libre, no necesité guiarlo y mucho menos acercarme, el solo se dirigió hacia mis labios.

Subió su mano hacia mi cuello, evitando que me separara pero era algo que ni de broma haría.

- Tu mano está fría - dijo riendo entre besos.

Era lógico después de haber sostenido el vaso con nieve por más de quince
minutos. Le sonreí y volví a unir nuestros labios, solo que tomé su mano que estaba en mi cuello y la bajé para entrelazar nuestros dedos y que la temperatura de esta se regulara. Una vez más se alejó de mis labios y su mirada se enfocó en nuestras manos entrelazadas, levantó una de sus naturalmente bien definidas cejas.

- Ya no está fría - fue lo único que logré decir y negó con la cabeza riendo.

Por un desconocido motivo giré mi rostro y me encontré con nada más y nada menos que Silverio y Machu quienes nos miraban más que sorprendidos. Machu reaccionó y sacudió un poco su cabeza y volteó a ver a Silverio quien seguía con los ojos como platos.

Había ganado la apuesta.

Me, myself & I (Claumilia)Where stories live. Discover now