Capitulo 25

196 22 6
                                    

Cerré los ojos fuertemente como preparándome para el impacto. Pero Claudio aceleró a fondo haciendo chillar las llantas para quitarse del camino del deportivo rojo, el cual volvió a su carril. Parecía totalmente intencional.

Claudio frenó de golpe, alineándose en la acera y gracias al cinturón de seguridad no nos impactamos contra el vidrio. No tardó ni un segundo en desabrochar el cinturón y bajar para ir hacia la puerta trasera y asegurarse de que los pequeños estuvieran bien. Yo solo me giré en el asiento para poder ver. Los ojos de Pablo estaban abiertos a tope, y Mariana quien parecía tranquila, de un momento a otro explotó en llanto.

-¿Estás bien? ¿Qué te sucede? - le preguntaba Claudio con desespero ante el incesante llanto de Mariana.

- Mi vestido - dijo entrecortadamente mientras volteaba hacia abajo mirando su vestido totalmente manchado de pastel. Me fue imposible no reír.

- Pequeña no llores. - le dije con ternura - Se limpia. - le informé.

- Pero... - alargó con un sentimiento enorme.

- Mira - me bajé del auto - ¿Te cambio
de lugar Pablo? - le pregunté y éste de
inmediato accedió.

- Yo te ayudo. - subí y tomé un par de servilletas que traía y la ayudé a sacar el pastel de su ropa.

- ¿Todos bien? - preguntó Claudio. Ambos niños asintieron con la cabeza -No todos- pensé en mi interior, León moriría por esto.

- Gracias. - dije bajando del auto.

- Emi - me llamó Mariana.

- ¿Qué pasa? - le pregunté sonriente - ¿Mañana vendrás con nosotros?

- Eso no lo decido yo. - le contesté mirando a Claudio.

- No. - contestó seriamente - Mañana descanso de ella, además tengo trabajo. - le explicó a Mariana quien lo miraba con cara de cachorro abandonado en plena lluvia.

- Por favor - insistió- Emi es divertida.
- agregó Pablo.

- No.- se negó nuevamente - Tienen colegio y tienen que hacer tarea.

- Mañana es viernes.

- Niños - los interrumpí - Obedezcan a su hermano, les prometo que luego iré a visitarlos. Meyer, abre la maletera. - le dije para después caminar hacia atrás del auto.

- ¿Para qué? - preguntó bajando del auto.

- Dejé unas cuantas bolsas ahí. - abrió la cajuela y efectivamente ahí había alrededor de diez bolsas.

- No es normal tu obsesión con las compras. - dijo mientras yo me sacaba una bota cambiándola por las zapatos de tacón que anteriormente traía.

- Si tú tampoco eres normal. - quité la otra bota, me di la vuelta y las lancé a un basurero que estaba en la acera.

- ¿Por qué las tiras? - preguntó extrañado.

- Las detestaste, así que no me sirven de nada. - le dije riendo. Tomé todas mis bolsas - Nos vemos luego. - besé su mejilla para después caminar hacia mi casa.

-¿En dónde? - escuché la voz de mi madre cuando subía las escaleras.

- Estaba en casa de...

- Está bien, yo mando a alguien para que recoja el pedido - era su celular con el que hablaba. Qué raro - Perdón hija, ¿qué decías? - tapó la bocina del celular para que no se escuchara de lo que "hablábamos".

- Nada, no decía nada.

"Paso por ti mañana, ¿Sí?" - leí el mensaje que había llegado a mi celular. "Eso ni lo preguntes, dalo por hecho" - le respondí.

Continué cambiándome, estaba cansada. Más bien fastidiada. Habíamos pasado todo el día contestando esa tediosa guía, lo único que quería es dormir.

"Muy bien, ¿Y entonces? ¿Qué tal te fue?" - me dejé caer en la cama con el celular en las manos y comencé a teclear.

"Excelente, tanto que puedo asegurar que has perdido la apuesta. No te sorprendas cuando Meyer admita que está locamente enamorado de mi."- enviado.

Dejé mi celular en la mesa de noche y apagué las luces. En menos de cinco minutos había caído en un profundo sueño.

-¿Y cómo te fue a ti? - pregunté divertida.

- Genial. - contestó Silverio con esa perfecta sonrisa - Ya somos novios.

-Felicidades. - dije sonriente, me gustaba verlo así de feliz. Y aunque la tal Machu, no fuera cien por ciento de mi agrado; si lo hacía feliz, todo estaba bien- ¿Después me contarás? - pregunté esperando un sí como respuesta.

- Claro.

La campana que avisaba el inicio de la primera clase hizo que entráramos al salón.

Me senté en el lugar de siempre, abrí mi bolso y me di cuenta que no traía mi libro-rayos- pensé molesta, ahora tendría que regresar a mi casillero.

Me puse de pie y salí del salón aprovechando que el profesor aún no había llegado, y justo cuando salía, Claudio venía entrando.

- Hola guapo... - dije en un susurro solo audible para nosotros dos. Negó con la cabeza sin dejar de caminar. Sin duda "amargado" le queda corto.

El pasillo ya estaba vacío, giré hacia la derecha para caminar por el pasillo donde estaba mi casillero y fue ahí cuando lo vi.

- ¡Eres un idiota! - le dije a unos cuantos pasos de él.

- ¿Qué? - soltó una carcajada.

- Como que ¿qué? - fingi una voz grave.

- Ah, no me digas que Meyer te contó el susto que le di.

-¿El susto que le diste? - me había confirmado que él había sido el que casi nos pasa por encima con el auto - No, no me lo contó. - le contesté ahora más que molesta - Yo iba en el auto con otros dos NIÑOS. - le grité.

-¿Tu ibas con él? - frunció el ceño. Señoras y señores, León Rubio se moría de celos - ¿Por qué? - dio dos pasos quedando peligrosamente cerca.

- Qué te importa. - le contesté de mala gana - Solo deja de hacer estupideces que relacionen a Claudio y a mí. - me di la media vuelta pero me tomo rápidamente de la muñeca y de un solo tirón me regresó hacia él.

Me, myself & I (Claumilia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora