CAP (37). Sin más secretos

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Narrativa: Rose Paige

  El corazón me amenazaba con salirme del pecho, sentía una gran espina que me cortaba la respiración con cada respiro que daba.

Qué fácil es decir una mentira para ocultar un pasado, pero qué difícil se nos pone el momento en el cual estamos obligados por nuestra propia conciencia a decir la verdad.

Hemos salido los dos a la terraza, sentándonos en un sillón blanco, frente de la alberca. Él esperaba mi historia y yo esperaba encontrar el valor para poder contárselo todo.

— Bueno—dije mientras jugué nerviosamente con mis dedos. —Ni sé por dónde empezar—miré el cielo azul claro.

Colín se puso cómodo mientras me agarró del hombro y me atrajo hacia él, abrazándome. Me quedé entre sus brazos mirando a la nada. Él no decía nada, se quedó callado, esperándome y dándome toda la comodidad del mundo.

— Hace años, cuando aún seguía viviendo con mis padres, conocí a Alex, al padre de Diego.

Empecé a hablar mientras junté mis dedos con los de él.

—¿No los extrañas?—preguntó Colín y levanté la cabeza para mirarlo, ya que estaba acostada con la cabeza en su pecho. —A tus padres— me aclaró tranquilo.

—A veces sí, a veces no tengo tiempo para extrañarlos.—confesé con una sonrisa.

—¿Cómo eran tus padres?—preguntó sonriéndome. —Me parece justo saber algo sobre ellos, ya que tú conoces a mi madre.

Me quedé pensativa.

—Pues, fueron unos luchadores—confesé —Cuando ellos dos se conocieron tuvieron que enfrentarse a muchas personas ya que mi madre provenía de una familia muy buena. En cambio, mi padre era una persona simple que vivió toda su vida en ese pueblo.—sonreí.

—Así que fue tu madre quien te empujó a estudiar.

—No precisamente, mi madre sí insistía en mandarme a todos los cursos posibles, estudiar lenguas extranjeras, baile, teatro.—rodé los ojos. —Pero mi padre era el que controlaba mis calificativos en la escuela. —saqué una risa recordándomelo.

—Alguien tenía que ser el hombre en la casa.—dijo Colín riéndose.

—Si, ahora que lo pienso, creo que realmente ellos dos fueron muy felices—suspiré pensándolo—Aunque mi abuelo solía venir de visita, momento en el cual mis padres siempre llegaban a pelearse.

—¿Y a ti, cómo te trataba?

—Hermoso. Mi abuelo realmente fue una persona que me dio mucho cariño. Pero después de la muerte de mis padres ya perdí el contacto con ellos.

—¿Y nunca pensaste en buscarlo?—preguntó Colín con el ceño fruncido.

— Mi abuelo vive en New York.—deslicé la mirada de él.—No tenía su número y sinceramente, si lo hubiera tenido, no... no creo que me hubiera ido allá.—hice una pausa mientras deposité una vez más mi cabeza sobre su pecho. —Era de moda antiguada, y si me hubiera visto con un niño, lo único que iba a provocarle era un posible infarto.

—¿Cómo se llama tu abuelo?—preguntó Colín interesado.

—Rodrigo Walter.—dije y él se alejó de mí, mirándome sorprendido. —¿Qué?—pregunté confundida.

—¿El vicepresidente de la empresa más grande de libros?

—Sí.—sonreí. —Sé que mi vida hubiera sido diferente a su lado, pero...—me interrumpió.

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