CAP (30). Mentiras

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Narrativa: Rose Paige

  Si algún día alguien me ofreciera la chance de tener un súper poder, definitivamente escogería poder controlar el tiempo. Poder apurarlo en momentos de tensión y vergüenza y pararlo cuando siento mariposas en el estómago.

—¿Así que tienes el dinero?—habló Alex contento.

—Sí, lo tengo.—afirmé disimulando el resentimiento que sentía.

—Perfecto—aplaudió—Antes de cualquier moviendo quiero que me firmes este papel.—extendió una hoja blanca que tenía sobre el escritorio.

—Pensé que ya tenemos un trato.—dije apurándome.

—Y lo tenemos, solo quiero asegurarme de que lo vas a cumplir, mi amor.

Rodé los ojos y agarré el papel, empezando a leerlo. Aparecía la fecha y unas condiciones que prácticamente eran irrelevantes y otras que no entendía para nada, términos jurídicos. Sin duda alguna no sabía a qué se referían, pero sabía quién iba a entenderlos perfectamente.

—Bueno, me voy a estudiarlo y después regreso con el firmado.

—¿Me crees estúpido?—sacó una carcajada irónica. —Quieres llevarlo para mostrárselo a tu querido novio. Lo firmes ahora y seguimos, o no lo firmes y rompemos nuestro trato aquí.

Alex era un desgraciado a quien no le escapaba nada. Nada. Volví a leer el documento.

" Bajo mi firma y ante todos los trámites legales que la otra parte puede tomar en coso en cuál no cumplo mi trabajo (evento-domingo, fecha, hora), acepto este contrato y me encargo de mantenerlo confidente. La única causa posible para adelantarlo será que la otra parte no cumpla con sus deberes"

—¿Alex, que es eso?—pregunté deslizando la mirada del papel y fijándola en él.

—Eso quiere decir que nadie debe saber sobre el evento en el cual participarás. —me guiñó el ojo. —Ni siquiera Colín Russell. Simplemente, debes estar allá y punto. Si no, me encargaré de hacerte pagar muy caro, Rosita.

—Perfecto.—espeté con rabia. —Pero después de todo esto, no quiero volver a saber nada de ti, Alex, nada.

—Tienes mis palabras.

—Tus palabras no valen mucho.—bufé antes de firmar ese papel.

—Ahora si, todo está listo.—habló Alex mientras se levantó de la silla, agarrando el vaso de vino y encendiéndose el cigarro.

—No, no está listo. Debes venir conmigo a la clínica para hacerte la prueba de compatibilidad.—me levanté y me giré hacia él que estaba detrás de mí.

—No hace falta, Rosita. —sonrió con maldad. —Te aconsejó que hablaras con tu querido Colín acerca de las leyes de este país. A una madre se le dan todos los derechos, nadie puede impedirle ver a su hijo, ni siquiera un doctor.

—¡Alex, está loco!—levanté la voz enojada. —Mi hijo está en una cama en el hospital.

—Cálmate, cálmate.—me señaló con la mano divertida.

—¿Cómo me pides calmarme cuando mi hijo...—me interrumpió mientras había gritado.

—Diego.

La puerta del baño que tenía en su despacho se abrió y mis ojos se llevaron de lágrimas. Sin pensar en nada, sin importarme nada, ninguna explicación, nada corrí hacia el pequeño cuerpo que tanto extrañé.

—¡Diego!—me arrodillé delante de él, abrazándolo con fuerza y besándole la cabeza de una manera desesperada.

—Mamá...—sentí sus pequeños brazos alrededor de mi cuello. —Viniste por mí, mami—me miró con lágrimas en los ojos.

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