CAP (27). Dando vueltas

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Narrativa: Rose Paige

La noticia que acaba de recibir fue como una ducha fría, una ducha fría tras otra, haciéndome quedar con la mirada fija hacia el doctor, confundida, miedosa y desesperada.

—Esto no es posible—tartamudeé mirándolo a los ojos—. Yo estoy... Me estoy cuidando, más, mi ginecólogo me hace siempre el chequeo.

—¿Cuándo fue la última vez que fue a su ginecólogo?—preguntó mientras agarró un papel.

—Hace un mes—contesté .

—Creo que sabe que las patillas a veces pueden fallar, ¿no será que olvidó tomarlas por un día?—preguntó el doctor.

—No, doctor, hasta hoy la tomé—contesté segura de mí misma—¿Puede ser un error?

—Las pruebas de embarazo pueden fallar más seguido que los análisis de sangre—me aclaró el doctor—Dudo mucho que sea un error pero sería mejor hacerte una junta con tu ginecólogo.

Sentí cómo mi respiración se agitaba con cada segundo que pasaba. No podría ser cierto, no podría estar embarazada. No, ahora, ¿qué iba a hacer? ¿Cómo decirle esto a Colín? ¿Cómo reaccionará?

—Ya no sé qué hacer—empecé a llorar—Mi hijo está enfermo y no puedo ayudarlo y ahora me entero de que también tendré un otro bebé.

—Tranquila, debes cuidarte y no debilitarte aún más—comenzó a explicarme mientras se levantó de la silla y caminó hacia un pequeño armario blanco de donde sacó una caja de medicinas y me entregó una pastilla con un vaso de agua—Esto te ayudará a calmarte un poco.

—Gracias.

—La aconsejo que hable con el padre de Diego y si no resolvemos así lo pondré en la lista de espera para un trasplante aunque tengo que avisarle que eso durará mucho tiempo.

Bien decía mi abuela, un problema nunca viene solo, siempre se complica.

El doctor siguió hablándome sobre la enfermedad de mi hijo, explicándome también una buena parte del tratamiento. Solo lo miré y tragué saliva, todo parecía tan complicado y mi hijo era tan pequeño. Hubiera dado todo por estar en su lugar y ahorrarle el sufrimiento.

—¿Puedo ver a mi hijo?—pregunté en el momento en el cual me levanté de la silla.

—Desgraciadamente no, él se encuentra en una habitación aislante. Teniendo en cuenta su inmunidad baja, no podemos correr el riesgo de que agarre una bacteria o un virus. Esto complicará mucho el procedimiento.

—Pero necesito verlo, doctor—supliqué con el corazón hecho pedazos.

—Tu hijo está muy bien atendiendo y te prometo que haré todo lo que depende de mí para verlo salir sano de aquí. Solamente te pido que no compliques más las cosas.

Asentí con la cabeza, aunque no estaba de acuerdo. Habían pasado diez días desde que no había visto el rostro de mi hijo, lo extrañaba y quería poder estar a su lado, acariciarlo y entregándole todo el amor que él necesitaba en estos momentos.

Sin más que decir y preguntar, salí del salón, encontrándome con un montón de madres llorando y familias que se apoyaban entre sí.

Busqué con la mirada perdida a Natalia, necesitaba su apoyo más que nunca y sabía que ella estaba allá esperándome. Y la encontré. En la situación más rara que había vivido. Estaba ahí, esperándome, acompañada por Colín, tomando los dos un café en silencio.

Él levantó la cabeza del suelo y sus ojos hicieron contacto con los míos. ¡Joder! En ese momento recordé que mis secretos delante de él apenas habían crecido más.

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