CAP (48). Una rosa fuerte

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Los últimos días habían seguido envueltos en una tensión terrible ya que la señora Blanca desapareció sin más. Por una parte, debo admitir que su ausencia me creyó un gran alivio, estaba harta de escucharla decirme que debo seguir con mi vida. Yo como madre pondría el mundo al revés, sin cesar, buscaría a mis hijos sin pausa hasta que no los tuviera a mi lado, cosa que me hizo preguntarme sobre lo que le pasaba a ella por actuar con tanta tranquilidad y racionamiento.

—¿Has visto a mi abuelo?—pregunté en cuanto llegué a la casa, muerta del cansancio.

Mi abuelo empezó a evadirme hace unos días cuando le dije que siento que me está ocultando algo y que si no me lo dice lo averiguaré yo sola. Desde entonces siempre estuvo ocupado, trabajando o pasando su tiempo con sus nietos.

—Está en su habitación, se sintió algo mal hoy, le había subido la presión.—me dijo Natalia, entregándome una taza con té caliente.

—¿Y ahora se encuentra bien?—pregunté preocupada.

—Sí, sí.—asintió, sentándose a mi lado en la mesa con su taza. —Se recuperó rápido, no te preocupes. Hace poco se despidió de los niños.

—Otro día que no pude estar con ellos...—suspiré. —Siento que me estoy convirtiendo en una madre mala.

—Esto no es cierto, tesoro, pero sí, debes descansar un poco.—me miró. —No puedes trabajar todo el día y llegar a la casa solo unos minutos para darle de comer a María, tienes que aprovecharte de estos momentos a su lado.

—La empresa de Colín va bien pero mi abuelo no puede siempre ir allá a checar las cosas así que me toca a mí, mi trabajo como diseñado está más pesado que nunca ya que la señora Blanca me encontró un montón de cosas por hacer.—empecé a contarle. — Lana y Diego me matan con sus peleas en cada mañana y María...nunca deja de llorar, hasta más que nunca.

—María llora porque siente que no estás a su lado, ella te necesita Rose, y a lo que los incube a Diego y Lana, ellos también necesitan tu atención, ya que son bien celosos de María.

—Sabes, Maria, a veces siento que ya no podré aguantar todo esto por mucho tiempo.—le confesé. —Tantas noches sin dormir, tanta amargura y dolor, el estrés que me supera desde hace mucho. Te juro que estoy a punto de colapsar, siento que ya no tengo fuerza ni para respirar.

—Lo sé, Rose.—depositó su mano sobre la mía. —A algunos no nos toca una vida fácil, a algunos debemos luchar toda la vida.

—¿Y si mejor me doy por vencida? Así acabará todo esto de una vez.

—No se puede, eres el único ejemplo que tus hijos tienen , por ellos debes estar fuerte, eres lo único que los quedo...— Se detuvo, consciente de lo que había dicho. —Perdón.

—No te preocupes.—hice una mueca amarga. -.-Tal vez tienes razón, tal vez soy yo la que se lastima sola con pensar que un día entrará por esa maldita puerta.

—¿Ya empezaste a resignarte?

—Ya no soy tan segura de mi fe, ya no sé si está vivo o muero, ya no sé nada, Natalia.—la miré con ojos llorosos. —Lo único que sé es que ya no puedo más.

—Rose, por Dios, tú eres fuerte.

—Uno se cansa de ser fuerte.—una lágrima cayó por mi mejilla.

—Desgraciadamente no tienes otra opción.—escuché la voz de mi abuelo detrás de mí.

—Tú qué sabes todo sobre los modales, ¿olvidaste que no es ético escuchar conversaciones ajenas?—pregunté girándome nuevamente hacia la mesa después de haberlo mirado.

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