CAP (20). Miradas

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Narrativa: Colin Russell


—¿Entonces a qué te referías cuando dijiste que lo nuestro es algo diferente?—interrogó curiosamente, mirándome a los ojos.

Me dispuse solo a mirarla por un rato, sin articular ni una sola palabra. Estaba más embutido en entender una vez más que ella no era una de esas mujeres comunes con las cuales yo siempre tenía contacto. Ella tenía una pinta particular. Era decidida, jodidamente orgullosa y hermosa. Sus ojos brillaban diferente y sus labios...

—¿Podrías dejar de sonreír y contestar a mi pregunta?— la escuché hablar y fruncí el ceño un tanto molesto.

—¿Podrías ser más amable?—repliqué ignorando su mirada y arreglándome el traje.

—¡Colin!—exclamó de manera nerviosa y sonreí más fuerte.

—Rose—hice una pausa mirándola a los ojos nuevamente—Patricia es mi amiga desde hace muchos años—expiré y ella me indicó seguir. Como mujer ella puede ser muy hermosa pero yo me acostumbré a verla como a una muy buena amiga, por lo tanto, no hay ninguna atracción entre ella y yo. En cambio, tú...— resoplé indicándola— tú me vuelves loco.

Su rostro quedó atónito, separó los labios en señal de sorpresa mientras me fijó con sus grandes ojos verdes. Estaba sorprendida, y honestamente yo también me sorprendí de mí misma ante mi afirmación.

—Simplemente es eso— añadí.

—¿Nos vamos?—sacudió la cabeza, preguntándome después.

—Aún no, quiero decirte unas cuantas cosas más—confesé—Tú estás aquí conmigo, así que el hombre con quien tú debes ser vista soy yo, ningún otro pedazo de mierda— mentí, prácticamente ella podría hacer todo lo que quería, pero mi orgullo no me permitía verla al lado de otro hombre.

—No es un pedazo de mierda—rodeó los ojos visiblemente molesta—El hecho de que no tenga el mismo dinero que tú tienes y la misma posición no significa que no vale mucho como persona o que vale menos que tú.

Mi presión estaba empezando a crecer hasta el punto en que pude sentir mi arteria cerebral palpitar. Apreté el puño e hice un paso hacia ella.

—¿Ahora lo estás defendiendo?—levanté una ceja y apreté el mentón—. Apenas lo conociste.

—Es un hombre que me hizo compañía durante el tiempo que tú estabas trabajando, ¡por Dios!, —exclamó mirando hacia el techo, exasperada.

—Pues, la próxima vez que necesitas compañía, me buscas a mí —me acerqué un poco más hasta que nuestras miradas cruzaron nuevamente —. A mí , proseguí.

—Estás exagerando. El hombre fue una compañía hermosa y se portó muy lindo—se encogió de hombros de manera inocente.

—¿Lindo?—cuestioné y asentí un par de veces con la cabeza—. Solo quería meterte en su cama.

—¿Y tú no estás haciendo exactamente lo mismo?—espetó molesta—Tú lo haces mil veces peor porque tú me pagas por esto.

—Esto no tiene nada que ver—repliqué.—Está fuera de cualquier discusión lógica.

—Sí, lo tiene, tiene todo que ver—, me contraatacó con valentía.

—Mejor nos vamos porque es obvio que no vamos a llegar a ninguna parte —puse una mueca de queja.

—Opino lo mismo, Russell—, levantó las cejas y pasó por mi lado mientras negó varias veces con la cabeza sin entender toda esta situación.

Caminé a su lado sin sacar una palabra, botándola furiosa y sin el minuto intento por disimular su estado. De vez en cuando me miraba solo para asegurarse de que estoy notando su enojo, y lo notaba, ¿quién no iba a notarlo si hacía un ruido infernal con sus tacones?

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