CAP (49). Reencuentro

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Narrativa: Rose Paige

Dos días habían pasado desde el susto que sufrí por culpa de Alberto en el momento en el cual entró en mi casa e intentó lastimar a mis seres más queridos.

Mi abuelo se había encargado de todo lo que siguió, fue a la policía, donde les explicó y dio una declaración inmensa sobre todo lo que significa Alberto. No se sabe exactamente lo que pasó con él, pero según me han dicho, está en la cárcel, bajo los ojos de sus nuevos compañeros. Poco después no nos hemos enterado de que una vez con Alberto cayeron muchos otros narcotraficantes que lo buscaron para hacer negocios sin saber de la situación en cuál se encontraba, entre ellos y Alex.

—Mi princesa.—le sonreí a mi hija, quien estaba en la cama acostada entre Lana y Diego. —Mi reina.—besé la mejilla de Lana, después de la cual me dirigí hacia Diego. —Y tú eres mi príncipe guapo.

—¿Podemos ir al parque hoy todos los cuatro?—preguntó Lana, mirándome con ojos grandes.

—Será mañana, hoy tengo que pasar por el trabajo, ya que llevo un día de retraso.—le dije haciendo una carita triste. —Pero te prometo que mañana salimos.

Debo admitir que en el último año fui muy egoísta y que Alberto me dio una gran lección. Pensé tanto en Colín que no pude ver lo que estaba bajo mis ojos, a mis hijos. Yo necesitaba un abrazo de él, y mis hijos uno de mí.

—¿Prometes?—preguntó Diego.

—Si, capitán.—sonreí.

Agarré a María y la acosté en su cuna, cubriéndola con una ligera sábana blanca, notando cómo de poco a poco cerraba sus hermosos ojitos azules. Lana y Diego decidieron quedarse allá para cuidarla, prometiéndome que no harán ningún ruido, cosa que realmente pasó, ya que los dos cayeron dormidos en mi cama mientras miraron el televisor. Con pasos silenciosos me dirigí hacia la puerta, dejándola entrecerrada, bajando en la cocina donde mi abuelo y Natalia platicaban a gusto.

—¡Rose!—exclamó Natalia en cuanto me vio.

—Hola, Hola. —Me puse los tacones y caminé hacia ellos. —Los niños están dormidos, así que me voy rápidamente a trabajar, quiero acabar de una vez por todas.

—¿No dijiste que te tomarás unos días libres?—preguntó mi abuelo mientras bebía su café.

—Y lo haré, pero de momento estoy con mil cosas por hacer.—respondí mientras agarré la taza con café que Natalia me entregó.

—Rose, ven a comer algo, estás muy delgada.—frunció el ceño.

—Honestamente no tengo mucha hambre, pero me compraré algo para el camino hacia el trabajo.— Dejé la taza y agarré mi bolsa, caminando hacia la puerta. —Nos vemos más tarde.—los saludé con la mano mientras me alejaba de ellos.




Narrativa : Colin Russell



Estaba desesperado y muy nervioso. Me había pasado diez horas en el aeropuerto esperando un vuelo. Quería llegar lo más rápido al lado de mi familia, y al parecer, el destino quería mostrarme lo difíciles que son las últimas horas hasta que llego a cumplir mi sueño.

Cuando por fin llegué a la tierra de mi país, ya estaba sin batería en el teléfono, sin dinero y cartas de crédito, sin nada, así que me vi obligado a caminar hacia mi departamento a pies y oliendo horrible. Necesitaba una ducha de emergencia.

Era la primera vez después de mucho tiempo que andaba a pie por esa ciudad, y aunque el tiempo de mi corazón me presionaba en apurarme, decidí aprovecharme de cada lugar por el cual pasaba. Así, descubrí estupefacto unos lugares increíbles que siempre estuvieron allá, pero nunca los vi, tal vez por ignorancia o por falta de tiempo, aunque había caminado por allá un mundo de veces.

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