CAP (40). Despedida

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El amor nos convierte en unos egoístas sin escrúpulo. El amor es bueno, pero cómo nos cambia, hacemos llevar el rostro del mismísimo demonio. Yo, en lo personal, estaría dispuesta a todo solo para saberlo a él a salvo.

Con el corazón en el puño, miré la escena que me repugnaba, la escena que me gustaría que no fuera cierta. Colín estaba preparando su maleta, y por más que me pidió ayuda, decidí rechazarlo. No podría prepararle las maletas si lo único que quería era tirárselas por la ventana, pero entendí que eso no iba a impedirle a que se fuera.

—Creo que ya acabé—llevó su mano a la cabeza y miró la maleta, junto antes de cerrarla.

Mis ojos ya no aguantaron y me vi caminando con pasos apresurados hacia el baño, donde cerré la puerta detrás de mí con la llave y me dejé en el suelo, empezando a llorar.

¿Por qué le costaba tanto entenderme?

—Rose—escuché su voz detrás de la puerta y me ericé.

No contesté nada, no pude, el llanto apenas me dejaba respirar.

—Amor, ábreme.—insistió él, con voz tranquila, dando pequeños golpecitos a la puerta.

—No.—dije entre sollozos mientras limpié mis lágrimas. Al final no conseguí tener el rostro seco ya que mis lágrimas seguían cayendo una tras otra.

—Rose.—escuché un largo y profundo suspiro de su parte.

Seguí en el piso llorando e ignorando su petición, pensando que es lo mejor, creyendo que tal vez esto lo hará cambiar de opinión. Pero no... me di cuenta de que estaba muy equivocada en el momento en el cual lo escuché decir :

—Me tengo que ir, Rose, ¿nos vamos a despedir de esta manera?

Mi corazón se rompió en miles de pedazos imperfectos, y en ese momento me di cuenta de que estaría dispuesta a borrar cada beso que él me dio y nuestra historia sólo para saberlo a salvo, pero el tiempo es lo que es, y regresar en el pasado era algo imposible.

Extendí mi mano y abrí la puerta con la llave. Una vez que él escuchó el sonido, no dudó y entró en el baño.

Apoyé la cabeza en mis rodillas, a las cuáles las tenía abrazadas con los brazos. ¿Qué más podría hacer? ¿Qué más? Pensé desesperada.

Colín se arrodilló a mi lado y agarró mi mano entre la suyas, después de cuál hablo:

—No quiero irme sabiendo que tú estás mal, cariño.— Hizo una pausa mientras giré la cabeza hacia él, me secó las lágrimas y me sonrió .—Por favor, apóyame. —añade.

—Cuídate, por favor, y nunca olvides que te esperamos a la casa lo más rápido posible.—murmuré y lo vi invitándome a abrazarlo.

No lo dudé y me dejé caer en sus brazos, disfrutando de su calor, de su presencia y de su esencia.

—Prometo regresar pronto, pero hasta entonces cuida a nuestros hijos.—me fijo mientras acaricio con cariño mi cabello. — Mi madre se mudará aquí con ustedes hasta que yo regrese. Alejandro dormirá en esta casa igualmente, así que cualquier cosa que necesitas se lo pides a él.

Me alejé un poco de él y lo miré a los ojos. ¿Cómo podría dejar de mirar esos ojos azules? ¿Cómo dejar de respirar su perfume? ¿Cómo dejar de tocar su piel?

Suspiré profundo, resignada, mientras me abandoné una vez más en sus brazos.

— ¡Ah!— saqué un pequeño gemido ahogado en el momento en el cual sentí una contracción en mi vientre.

—¿Qué pasa, amor? —me preguntó preocupado.

—Nuestro bebé.

Sabía muy bien que no era un golpecito dado por el bebé, ya que apenas llevaba tres meses, pero las contracciones eran algo normal en un embarazo.

Miré su rostro feliz y su perfecta sonrisa. Para nada en el mundo podría perder a ese hombre perfecto que me daba amor puro.

—Él estará a tu lado mientras yo estaré lejos.—dijo y sentí una nostalgia en su voz.

—No quieres irte.—afirmé y él asintió con la cabeza ligeramente.

—No, no quiero separarme ningún momento de ti, amor. —me confirmó y me apresuré a hablar, pero él me calló depositando su dedo sobre mis labios. —Pero, nuestros hijos se merecen un futuro mejor, y para que el mundo cambie, tenemos que ser nosotros mismos el primer ejemplo.

—¡A la mierda!

—Cuando regrese, te castigaré por estas palabras vulgares.—me sonrió con picardía y le sonreí sin darme cuenta.

Quiero o no, el tiempo pasaba y el momento de despedirnos llegaba. Su madre, los niños y sus amigos se despidieron de él, apoyándolo y dándole fuerza, asegurándolo que él regresará feliz, diciéndole lo mucho que ellos confiaban en él.

Yo me encontraba en un rincón de la habitación intentando no llorar una vez más. Mis presentimientos no me ofrecían ninguna seguridad; en cambio,mi mente empezaba a acostumbrarse con extraña idea, una en la cual estaba pintándome un mundo en el que él no estaba.
.
Algo en mí me decía que él no iba a regresar.

Su mirada se fijó en mí y después en la de todos los demás. Con tremenda tristeza caminé hacia él y cuando por fin llegué en frente de él, sentí cómo sus manos cálidas tocaron mi cintura, acercándome a sus labios y al sabor de su boca.

Me besó, me besó como siempre lo había hecho, pero no pude contenerme y en ese beso lleno de pasión, amor, locura, lujuria , unas lágrimas amarga de mis ojos bajaron mezclándose y creando un beso único y ahogado.

Cortó el beso y volvió a limpiar mis lágrimas, susurrándome al oído, después de abrazarme:

—No quiero que los niños te vean así, a partir de ahora, tú eres la autoridad en esta casa.—depositó su mano en mi cuello y me acercó más a él-. La dueña de todo lo que poseo, incluso de mi corazón.— añadió.

—¡Te amo!

—Yo también te amo.—me dijo después de alejarme de él.

Me miró a los ojos y por primera vez su mirada mostraba miedo. Le tenía miedo a todo lo que podía ocurrir, solo que él no quería mostrarse así delante de mí.

Lo estaba negando pero él también sentía la misma preocupación, él también sabía que habría una chance de que él nunca más regrese.

Poco a poco mi hombre se fue y la casa quedó vacía. Su perfume se borró , se esfumó , su sombra dejó de existir, y su presencia se convirtió en un recuerdo doloroso.

Como acto reflejo, acerqué mi mano a mi vientre y, cuando sentí que ya no podía contenerme las lágrimas, sentí dos manos cálidas, una que agarró mi otra mano y la otra manita que acarició la mía, la que llevaba puesta sobre mi vientre.

—Mi papá regresará pronto, Rose.—dijo Lana apretando su mano sobre la mía, mirándome el vientre y después a los ojos.

—Si, mamá, mi papá regresará.—habló Diego en un susurro y giré la cabeza hacia él sorprendida.

 Millionaire   ©®   Where stories live. Discover now